DESDE LA ACERA

Los reyes del asfalto y Nick Cave

photo_camera Maldita sea, el próximo año espero cambiar la posición de espectador por la de participante

No salir para madrugar el domingo e ir a cubrir la San Martiño, una experiencia que mezcla la solidaridad con el sentimiento de culpabilidad

20.000 días en la tierra’ es un estupendo documental que permite acompañar al músico Nick Cave en el día número 20.000 de su existencia. Algo menos de la mitad de esa cifra fueron los atletas que decidieron madrugar ayer para calzarse las zapatillas y participar en la San Martiño. Alucinante para un muchacho de Ferrol como yo, que aún no conoce todos los vericuetos de la realidad ourensana.

La relación entre el artista australiano y la carrera popular que comentaba la cerré el sábado a la noche, cuando me vi obligado a sustituir las copas por el sofá y esa película. No parecía demasiado adecuado ir a cubrir una exaltación gozosa de la vida sana con ojos vidriosos. Y es que hacerse mayor también era esto. Abandonar planes nocturnos por el trabajo, darse cuenta de que las nuevas estrellas del fútbol lucen en su DNI 5 o 6 años menos que tú o pensar que iconos musicales, como el propio Cave, son ahora padres responsables, más cercanos a ir al Decathlon y comprarse unas bonitas mallas de deporte que a revivir hábitos de su juventud algo menos recomendables para las generaciones venideras.



Abre los ojos

Una vez digerido todo este pastiche de apuntes contradictorios, salir a la calle a eso de las 11.00 horas fue una experiencia bastante interesante. El efecto 'Abre los ojos', que en pequeña escala se puede conseguir cualquier domingo por la mañana en As Lagoas, intensificado una vez que te desperezas, recuerdas que el tráfico está cortado en todo el centro y te planteas que podrías recorrer Curros Enríquez por la carretera, en modo Will Smith en 'Soy Leyenda'. No me atreví a hacerlo, eso sí.

Porque en la San Martiño, el pavimento no es para las coches. De acuerdo. Pero tampoco para vagos como yo. Es propiedad de todos los participantes, que se erigen en indiscutibles reyes del asfalto, parafraseando al libro que expone el boom del running en los 70’ en Estados Unidos, un fenómeno que ahora, 40 años después, hemos visto reproducido a escala planetaria. Un lapso temporal importante, de cuatro décadas, que aquí, en Ourense, ha permitido a la omnipresente San Martiño ir adquiriendo por el camino madurez y sabiduría organizativa.



Sudor y ánimo

Y una salud de hierro. Sustentada en el número de participantes que ayer abarrotaron, literalmente, los tres recorridos diseñados, con buen humor, mucho sudor y un encomiable derroche de ánimo que terminó haciendo mella en mí.

Porque según avanzaban los minutos y los deportistas completaban el kilometraje, observar desde la meta la llegada de tantos valientes me provocó cuatro sensaciones: Cansancio, un poco de hambre, mala conciencia por haber estado lejos de plantearse participar (en 2015: mamá y papá, esperádme en la llegada) y un espíritu algo sobrecogido. Esto último comprensible, si atendemos a los miles de ciudadanos de todos los rangos de edad que fueron desfilando ante mis pobres ojos, exprimiéndose en los últimos metros con una decidida mirada al frente. Todos ellos corriendo por el centro de Ourense como si huyesen, esperanzados,del desempleo, la corrupción o de anuncios de lotería de ideología retorcida. Pero no. O también.

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