Sueños de Olimpia

Uday Hussein, el deporte con sangre entra

Uday Hussein junto a su padre Sadam Hussein, cuando ambos ostentaban el poder.
photo_camera Uday Hussein junto a su padre Sadam Hussein, cuando ambos ostentaban el poder.

En 2023 se cumplen 20 años de la caída de la dictadura de Sadam Hussein, el tirano de Irak.

Sadam tuvo varios hijos, dos de los cuales, Uday y Kusay, ocuparon puestos relevantes en el aparato del partido árabe socialista "Baaz", órgano único de mando y represión.

Con casi dos metros de altura, Uday apuntaba como sucesor del patriarca. Pero su carácter inestable, de rasgo psicópata y crueldad superior a la habitual, convencieron a Sadam para optar por Kusay.

A modo de entretenimiento, entre 1990 y 2003 Uday ocupó cargos en medios de comunicación, exportación y deporte. Las armas, las torturas, el sexo, la heroína y el fútbol fueron sus principales vicios.

En su perturbada cabeza, Uday propuso el pánico y el castigo como medio para que el país mejorase su rendimiento en competición y una mayor repercusión internacional. Así se apropió del Comité Olímpico nacional y de la Federación de Fútbol iraquíes.

La sede Olímpica se instaló en una fortaleza armada. En la misma, el propio Uday torturó, violó y amenazó a todos los deportistas que no alcanzaban los objetivos propuestos.

Descargas eléctricas, encierros en celdas minúsculas, palizas, latigazos, secuestros, inmersiones en aguas fecales, quemaduras con líquidos, mordeduras de perros salvajes... Todo bajo su atenta mirada, y carcajadas de diversión.

El terror se extendió en el país. Los deportistas sentían pánico y el rendimiento cayó en picado. El miedo a la derrota y sus consecuencias atenazaban a los atletas. Los malos resultados enfurecieron todavía más a Uday, quien endureció sus crueles métodos. 

Su gran obsesión y objetivo era crear un club de fútbol que dominase las competiciones asiáticas.

Auge y caída de un obseso por el fútbol

Uday Hussein entrega una distinción a un deportista iraquí, no era lo habitual.
Uday Hussein entrega una distinción a un deportista iraquí, no era lo habitual.

En plena guerra contra el vecino Irán (1980-1988) Uday se propuso crear el equivalente asiático al Real Madrid.

Para ello fundó en 1983 el Al Rasheed FC en el barrio de Karkh (Bagdad). Para el que captó -con dinero o amenazas- a los mejores futbolistas del país.

En una temporada, pasó de la segunda división a la primera. Después ganó tres veces la liga, dos la copa y tres la Liga de campeones asiática (1986-1988).  Además, la selección iraquí se clasificó, por primera vez en su historia, para el Mundial de México 86.

Eufórico por el éxito, Uday también aplicó su despiadado método "olímpico" en el fútbol. Las torturas y vejaciones se convirtieron en rutina tras una derrota del Al Rasheed o de la selección nacional.

Nadie se atrevió a contradecirle. Hasta que la leyenda del fútbol y seleccionador, Ammo Baba, se negó a continuar en el cargo y obedecer sus tácticas.

Uday quería cortarle la lengua y ahorcarlo, pero Sadam respetaba al viejo entrenador. Decidió protegerlo, regañó a Uday y ordenó en 1990 el cierre inmediato del Al Rasheed, muy odiado entre la población por su vinculación con lo peor del régimen. Fue la única vez que el deporte ganó la partida al poder.

En 1996, Uday sufrió una emboscada mientras conducía uno de sus 1.200 coches de lujo. Ocho tiros, que le dejaron mermado físicamente y empeoraron  su carácter. La FIFA investigó sus prácticas en 1997, pero nadie se atrevió a testificar en su contra. El vergonzoso COI ni siquiera se tomó la molestia.

Su carrera terminó el 22 de julio de 2003. Abatido por un comando estadounidense en la guarida de Mosul, junto a su hermano  Kusay y un sobrino. Patético fin a un personaje siniestro para el deporte.

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