Sueños de Olimpia

Con Duplantis, el atletismo ya recobra altura

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photo_camera El atleta Armand Duplantis posa junto al primero de sus dos récords.
El atletismo vive una edad de Oro en cuanto a practicantes pero quizá una carencia de fenómenos de interés mundial, desde la retirada del inigualable jamaicano Usain Bolt

El atletismo vive una edad de Oro en cuanto a practicantes -si bien los datos auguran su estancamiento- pero quizá una carencia de fenómenos de interés mundial, desde la retirada del inigualable jamaicano Usain Bolt.

El joven pertiguista Armand Duplantis parece recoger su testigo. Nacido en Lousiana y con nacionalizadad sueca, a sus 20 añitos batió ¡por dos veces! el récord mundial de su especialidad en recinto cubierto. En Torun (Polonia) lo subió a los 6,17 metros. Una semana después lo incrementó a los 6,18 en Glasgow. Con su pértiga, Duplantis podría entrar limpiamente por la ventana de un tercer piso.

Su juventud y potencial animan a muchos expertos a fijar su límite en los 6,40 metros. Armand mide 1,81, pesa 79 kilos, corre los 100 metros en 10,56 segundos y ha desarrollado su propio estilo. Los materiales y los medios modernos de entrenamiento le ayudarán a sumar centímetros.

Su mayor arma es su pasión por la especialidad. Su padre Greg fue un saltador de primer nivel. Desde los cuatro años le animó a participar en el jardín de casa, mientras su madre Helena ejercía de protectora ante los medios y focos. A partir de ahora será más difícil.

Será una atracción en los Juegos de Tokio, como lo fue en su tiempo el inolvidable ucraniano (antes soviético) Sergei Bubka. Bubka batió 17 veces el récord mundial y lo ascendió 31 centímetros en una década. Inalcanzable para Greg Duplantis y el resto, en algunos momentos competía contra sí mismo, motivado también por unos ingresos necesarios por cada plusmarca. Su mejor vuelo tardó casi 21 años en ser superado.

Sin desmerecer a Lavillenie o Kendricks, el salto con pértiga y el atletismo ya tienen otro reclamo.


La UEFA y esas manchitas de petroléo qatarí


La UEFA ha sancionado al club británico Manchester City con dos años de suspensión en sus competiciones y 30 millones de euros por falsificar o maquillar sus cuentas para disponer de mayor presupuesto que sus rivales.

Bienvenido sea que la corrupta UEFA, brazo europeo de la podrida FIFA imponga unas normas de limpieza en sus competiciones. Chirría que el mayor castigado -por dos veces- sea el equipo entrenado por Pep Guardiola y presidido por Sheikh Mansour bin Zayed Al Nahyan.

Desde el club se acusa a la institución de "persecución política". ¿Razones? Al Nahyan es viceprimer ministro de Emiratos Árabes y miembro de la familia real. Emiratos Árabes integra una coalición, junto a Arabia Saudí, Baréin y Egipto, impulsora de un bloqueo comercial contra Qatar, el gran competidor por la influencia en Oriente Medio y el papel de socio preferente ante Estados Unidos. Una 'guerra fría' en la que el deporte es un peón más del tablero.

La UEFA y la FIFA parecen decantarse, de momento, por los petrodólares de Qatar. Sólo así se explica la escandalosa concesión del Mundial de 2022. O la vista gorda en los sospechosos dispendios del propietario del club francés Paris Saint Germain, Nasser Al Khelaifi, ministro "sin cartera" en su país y presidente de cartera ilimitada, además miembro del comité ejecutivo de la propia UEFA.

Al qatarí Al-Khelaifi (PSG) se le permite todo tipo de sobornos y blanqueos, mientras al emiratí Al Nahyan (Manchester City) se le mira con lupa.

¿Sospechoso? El City ha recurrido al Tribunal Internacional de Deporte. Conociendo el patio, la mejor solución es que Al Nahyan se presente en la sede de la UEFA con un buen maletín y doble la apuesta.


La Justicia fue lenta para el COB


Cinco años después del ascenso logrado en la cancha (2015) y frustrado en los despachos, el Tribunal Supremo da la razón al COB y ratifica que el club cumplía todos los requisitos para participar en la liga ACB, la primera división del baloncesto español. Una competición cuyos integrantes pretenden convertir desde hace años en privada, con imposiciones inalcanzables para los ascendidos desde la LEB Oro. Tan inalcanzables que ninguno de sus actuales miembros las cumplen. En su momento escribí -y hoy me ratifico- que la situación en la ACB era como un burdel cuyas profesionales pretendían exigir castidad a las aspirantes. El Supremo niega ahora estas maniobras. El caso es que esta sentencia llega muy, muy tarde. El COB, para no quedarse entonces sin competición, acordó con la ACB jugar en LEB Oro y posponer su incorporación un año. Después no tuvo los recursos ni el apoyo previstos. El sueño de una noche de verano se quedó en sueño, mientras el expediente COB comenzó su lento periplo por los archivos judiciales.

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