Juegos Olímpicos de Tokyo 2020

Tokyo 2020 | Ana Peleteiro: Un solo salto se le queda demasiado corto

photo_camera Ana Peleteiro muestra su medalla de bronce nada más aterrizar en Madrid.
Saca partido a su imagen, pero la labra desde unas condiciones físicas excepcionales

Ana Peleteiro se sabe especial y se asume especial. Destaca. “¿Cómo que de color?, de color son ellos que cambian más que el sol”, decía junto a su amigo Ray Zapata pocas horas después de que estas dos personas que la Blume juntó en Madrid alcanzasen casi al unísono el sueño de una medalla olímpica. La de Riveira gestiona su imagen con afán profesional pero desde esa personalidad que provoca que trascienda el ámbito deportivo. Sus fotografías, sus palabras, sus opiniones… Se expone desde el control porque es lo que ha aprendido en el atletismo: a controlarse, a domarse. A no despreciar un ápice de su fuerza pero a saber utilizarla. Por eso se ha convertido en una competidora pura, en un empeño en tres saltos. Puede que no sea la mejor, pero ganará a las mejores. Sus dos récords de España en la final de Tokio definen a la perfección esa mezcla entre lo cerebral y lo pasional, entre la frialdad y la pasión.

Peleteiro es cercana con los suyos y precavida con el mundo. Sabe que su poder comunicativo conlleva una gran responsabilidad. Apura el presente pensando en los 15 metros, sin agobiarse con los 16 de Yulimar Rojas y preparando un futuro en el que, cómo no, destacará. Protegida bajo el ala del grupo de Iván Pedroso allá por Guadalajara, sabe cuándo cobijarse y cuándo enseñarse. Siempre con todo medido, siempre sacando partido a haberse convertido en una estrella mediática, circunstancia extemporánea en el atletismo español. Nadie se ha llevado tan bien con la publicidad en un deporte de solitarios.

Pero que a nadie deslumbren en demasía los focos. Porque a Peleteiro no lo hacen. Saca partido a su imagen, pero la labra desde unas condiciones físicas excepcionales desde niña y pulidas con rabia y pasión durante una última década, en la que ha vivido luces y sombras.

Sus gritos, sus gestos bruscos, su velocidad en carrera, sus tres impulsos, su caída sobre la arena… Todo medido en la cabeza de Pedroso y versionado por la riveirense. El bronce olímpico la refrenda como una más en la élite de una disciplina de enorme exigencia física  y de habituales problemas físicos. Cuidarse y exigirse. Una dualidad que debe mantenerla entre las mejores durante años. Y sí, probablemente a la sombra de la espigada Yulimar Rojas, su compañera de entrenamientos. Pero con su propia luz. Destacando.

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