Super Bowl, el sueño por un balón ovalado

Los estadounidenses se caracterizan por organizar espectáculos a lo grande. Y pocos superan al tenderete de la final de la liga profesional de fútbol americano, la Super Bowl, un acontecimiento anual muy enraizado en la cultura popular del país.
Todos los clubes se pegan por jugarla. En la NFL no hay Copa del Rey, ni Supercopa, ni Liga de Campeones. Sólo existe un título, sólo lo disputan dos equipos, después de una serie de durísimas eliminatorias llamadas play off. Esa única final se desarrolla en el mes de febrero. Es el sueño americano de todo jugador profesional y la ilusión de millones de aficionados.

Todas las estrellas de la música quieren participar en su desarrollo. La audiencia del partido se calculó en más de 111 millones de espectadores, récord de la historia, las cuñas publicitarias alcanzaron el caché de tres millones de euros. Interpretar el himno o protagonizar el show durante el descanso del encuentro suponen fama, prestigio y cuantiosos ingresos.

La edición número 45 se desarrolló la semana pasada en la localidad tejana de Arlington, sede del Dallas Cowboys. Imagínense un Camp Nou lleno hasta el último asiento, con un techo retráctil, del cual pende la pantalla más grande del mundo. Eso es el 'Cowboys Stadium', recinto de 110.000 asientos. Esto es la 'Super Bowl'.

Primero, la parafernalia. La actriz y cantante Lea Michelle entonó el 'America, the beautiful'. A continuación, la conocida Christina Aguilera interpretó el himno nacional 'a capella', con conexión al unísono con la base estadounidense en Afganistán. Aguilera provocó más de alguna lágrima entre los presentes, entre otras cosas porque se equivocó en la letra. Estuvo lejos del nivel de Whitney Houston, cuya versión de 1991 se convirtió en un número uno de ventas.

Durante el descanso, de casi una hora de duración, miniconcierto de los populares 'Black eyed peas', 'Usher' y el guitarrista 'Slash' sobre un escenario de quita y pon, acompañados de cientos de bailarines. Una escenificación que bien serviría como inauguración de unos Juegos Olímpicos.

También hubo un partido. Enfrentó a los empacadores de Green Bay contra los acereros de Pittsburg. Los primeros, de carácter más ofensivo, siempre llevaron la delantera, aunque sus rivales, dirigidos por el quarteback 'big Ben' Roethlisberger -sancionado durante la temporada por una acusación de agresión sexual- apretaron el resultado en el último cuarto. Lo más bonito, insólito en la vieja Europa, es la costumbre de ver al árbitro, Walt Anderson, explicar sus decisiones con micrófono, a un público en silencio.

Ganó el equipo de la Bahía Verde, decimotercer campeonato y cuarta Super Bowl. Una fiesta comparable a la celebración del 4 de julio para la ciudad que posee más socios del club que habitantes. El sueño americano que proporciona un balón ovalado.

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