Tokyo 2020 | Nicolás Rodríguez: “Al terminar la regata, sentí una explosión de emociones”

 Nicolás Rodríguez obtuvo ayer la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio al finalizar en la tercera posición en la clase 470 masculina de vela tras un ciclo de cinco años junto a Jordi Xammar. El dúo llegó a la cita como uno de los favoritos y cumplió los pronósticos tras diez mangas duras y una gran campetencia. La pareja alternó resultados buenos con actuaciones más discretas, pero llegó a la sesión final en la tercera plaza y la mantuvo. Al terminar, Rodríguez, junto a Xammar, celebraron la medalla en el agua y en tierra. Hubo lágrimas de alegría en la que fue la última regata del 470 masculino en los Juegos, ya que en París desaparece la categoría. Habrá modalidad mixta.  “Hubo días en los que la regata se nos puso cuesta arriba, pero pudimos darle la vuelta y conseguir esta medalla, que es un objetivo cumplido y un sueño”, admite el vigués. 


¿Cómo vivió  la Medal Race?

Fue durísimo, muy exigente. Sabíamos que había que pelearlo porque salió una regata física. Y había que darlo todo. Podíamos estar bien porque nos encontramos en condiciones de poder pelearlo. Y hubo que hacerlo. Toda la semana se basa en eso, en pelea y trabajo. Hubo momentos en los que la regata olímpica se nos puso cuesta arriba y fuimos capaces de darle la vuelta y poder alcanzar esta medalla. 


Salieron delante, en la tercera posición, pero con todos los rivales directos al lado. 

Pudimos salir bien y nos situamos delante, lo que ya te da un poco más de vida. A partir de ahí, nos sentimos cómodos, quedamos contentos con el resultado. 


¿Vieron la opción de pasar al barco sueco y optar a la plata?

Si soy sincero, asegurar el bronce era la prioridad todo el día. A partir de ahí, veríamos la opción de pasarlos, pero siendo conscientes de que una medalla era el objetivo. El barco sueco se situó mejor, fue por delante y nada más. Ahora, a disfrutarlo. 


A nivel personal, la Medal Race resultó  una regata en la que tuvo que remar mucho. 

Y, desgraciadamente, no hubo muchos días así. Creo que nos hubiesen venido mejor en el día a día. Y la verdad es que sí, tuve que remar para ayudar a avanzar el barco y lo di todo. Finalicé contento por obtener el objetivo. Al terminar la regata, es una explosión de emociones. Tras una semana tan trabajada, al final sale todo fuera. Todas las emociones porque es un sueño hecho realidad. 


Es un objetivo, que en su caso, ya no es deportivo, es de vida. 

Llevo toda la vida soñando con esto. Me decía Jordi Xammar hoy que una de las primeras veces que navegamos juntos le había dicho: “Ser medallista olímpico te convierte en eterno”. Y sí, hoy nos hemos vuelto eternos. 


¿Hubo alguna felicitación que le haya emocionado?

No tuve tiempo ni de verlas. He hablado con los familiares y nada más. Todavía no lo sé, no tengo palabras para asimilar esto. Está el teléfono a reventar. 


¿Se acuerda de cuando comenzó  en la vela?

Sí, sí. Y el tiempo pasa. Lo que era un hobbie se convirtió en una profesión y ahora pude alcanzar un sueño.  Una medalla olímpica era una sueño de toda la vida. En ello pensaba de joven, que me gustaría y, al final, la obtuve. 


Creo que ya piensa en la celebración. 

Que nadie se ponga delante que creo que vamos a quemar Vigo (risas). Ahí lo dejo. Lo malo son las restricciones, pero algo haremos. Y ya tengo ahí a mi hermano Miki, que él está comprando toda la gasolina. Las luces de Navidad se van a quedar cortas. 


Un bronce en la Medal Race. ¿Es su última regata con Jordi Xammar?

Desgraciadamente, el 470 masculino desaparece. Fue el último día que existe como tal y es una pena porque tenemos un equipo fantástico, con muchas opciones de seguir creciendo de cara a París. Es lo que hay. Se da la circuntancia de que las dos clases con medalla para la selección española desaparecen. El Finn sale del programa y el 470 se disputará en mixto. Cuestiones de la vida y habrá que adaptarse. Ya veremos estos días. 


¿Pensó  en qué hacer ahora?

La verdad es que no. Mi vida se terminaba el 4 de agosto y el objetivo está cumplido. Ahora tocan las vacaciones y ya empezaremos a pensar en el futuro. 


Y usted sabe de reinicios porque retomó  la vela cuando ya estaba con trabajo de odontólogo en Países Bajos. 

Fue un retorno porque, sin la experiencia anterior, no me hubiera llamado nadie. Pero sí, ya iba a otra cosa en la vida y se me presentó un tren que tenía que enganchar. Me subí a él porque, cuando llama a tus puertas un caballo ganador como Jordi Xammar, es más sencillo tomar una decisión. 


En el recuerdo también le quedará esta etapa de cinco años como una muy bonita. 

Sin duda, pasase lo que hubiera pasado en la Medal Race, esta etapa ya merecía la pena. Pero está claro que mucho mejor con el bronce, no lo voy a negar. Estoy contento y satisfecho por el camino. La vela no es como otros deportes, que entrenas en casa o cerca. En esto tienes que viajar por medio mundo, alejado de la familia, amigos, pareja… El camino es duro pero, sin duda, lo volvería a hacer.
photo_camera Nicolás Rodríguez obtuvo ayer la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio al finalizar en la tercera posición en la clase 470 masculina de vela tras un ciclo de cinco años junto a Jordi Xammar. El dúo llegó a la cita como uno de los favoritos y cumplió los pronósticos tras diez mangas duras y una gran campetencia. La pareja alternó resultados buenos con actuaciones más discretas, pero llegó a la sesión final en la tercera plaza y la mantuvo. Al terminar, Rodríguez, junto a Xammar, celebraron la medalla en el agua y en tierra. Hubo lágrimas de alegría en la que fue la última regata del 470 masculino en los Juegos, ya que en París desaparece la categoría. Habrá modalidad mixta. “Hubo días en los que la regata se nos puso cuesta arriba, pero pudimos darle la vuelta y conseguir esta medalla, que es un objetivo cumplido y un sueño”, admite el vigués. ¿Cómo vivió la Medal Race?Fue durísimo, muy exigente. Sabíamos que había que pelearlo porque salió una regata física. Y había que darlo todo. Podíamos estar bien porque nos encontramos en condiciones de poder pelearlo. Y hubo que hacerlo. Toda la semana se basa en eso, en pelea y trabajo. Hubo momentos en los que la regata olímpica se nos puso cuesta arriba y fuimos capaces de darle la vuelta y poder alcanzar esta medalla. Salieron delante, en la tercera posición, pero con todos los rivales directos al lado. Pudimos salir bien y nos situamos delante, lo que ya te da un poco más de vida. A partir de ahí, nos sentimos cómodos, quedamos contentos con el resultado. ¿Vieron la opción de pasar al barco sueco y optar a la plata?Si soy sincero, asegurar el bronce era la prioridad todo el día. A partir de ahí, veríamos la opción de pasarlos, pero siendo conscientes de que una medalla era el objetivo. El barco sueco se situó mejor, fue por delante y nada más. Ahora, a disfrutarlo. A nivel personal, la Medal Race resultó una regata en la que tuvo que remar mucho. Y, desgraciadamente, no hubo muchos días así. Creo que nos hubiesen venido mejor en el día a día. Y la verdad es que sí, tuve que remar para ayudar a avanzar el barco y lo di todo. Finalicé contento por obtener el objetivo. Al terminar la regata, es una explosión de emociones. Tras una semana tan trabajada, al final sale todo fuera. Todas las emociones porque es un sueño hecho realidad. Es un objetivo, que en su caso, ya no es deportivo, es de vida. Llevo toda la vida soñando con esto. Me decía Jordi Xammar hoy que una de las primeras veces que navegamos juntos le había dicho: “Ser medallista olímpico te convierte en eterno”. Y sí, hoy nos hemos vuelto eternos. ¿Hubo alguna felicitación que le haya emocionado?No tuve tiempo ni de verlas. He hablado con los familiares y nada más. Todavía no lo sé, no tengo palabras para asimilar esto. Está el teléfono a reventar. ¿Se acuerda de cuando comenzó en la vela?Sí, sí. Y el tiempo pasa. Lo que era un hobbie se convirtió en una profesión y ahora pude alcanzar un sueño. Una medalla olímpica era una sueño de toda la vida. En ello pensaba de joven, que me gustaría y, al final, la obtuve. Creo que ya piensa en la celebración. Que nadie se ponga delante que creo que vamos a quemar Vigo (risas). Ahí lo dejo. Lo malo son las restricciones, pero algo haremos. Y ya tengo ahí a mi hermano Miki, que él está comprando toda la gasolina. Las luces de Navidad se van a quedar cortas. Un bronce en la Medal Race. ¿Es su última regata con Jordi Xammar?Desgraciadamente, el 470 masculino desaparece. Fue el último día que existe como tal y es una pena porque tenemos un equipo fantástico, con muchas opciones de seguir creciendo de cara a París. Es lo que hay. Se da la circuntancia de que las dos clases con medalla para la selección española desaparecen. El Finn sale del programa y el 470 se disputará en mixto. Cuestiones de la vida y habrá que adaptarse. Ya veremos estos días. ¿Pensó en qué hacer ahora?La verdad es que no. Mi vida se terminaba el 4 de agosto y el objetivo está cumplido. Ahora tocan las vacaciones y ya empezaremos a pensar en el futuro. Y usted sabe de reinicios porque retomó la vela cuando ya estaba con trabajo de odontólogo en Países Bajos. Fue un retorno porque, sin la experiencia anterior, no me hubiera llamado nadie. Pero sí, ya iba a otra cosa en la vida y se me presentó un tren que tenía que enganchar. Me subí a él porque, cuando llama a tus puertas un caballo ganador como Jordi Xammar, es más sencillo tomar una decisión. En el recuerdo también le quedará esta etapa de cinco años como una muy bonita. Sin duda, pasase lo que hubiera pasado en la Medal Race, esta etapa ya merecía la pena. Pero está claro que mucho mejor con el bronce, no lo voy a negar. Estoy contento y satisfecho por el camino. La vela no es como otros deportes, que entrenas en casa o cerca. En esto tienes que viajar por medio mundo, alejado de la familia, amigos, pareja… El camino es duro pero, sin duda, lo volvería a hacer.

Nicolás Rodríguez obtuvo ayer la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio al finalizar en la tercera posición en la clase 470 masculina de vela tras un ciclo de cinco años junto a Jordi Xammar. El dúo llegó a la cita como uno de los favoritos y cumplió los pronósticos tras diez mangas duras y una gran campetencia. La pareja alternó resultados buenos con actuaciones más discretas, pero llegó a la sesión final en la tercera plaza y la mantuvo. Al terminar, Rodríguez, junto a Xammar, celebraron la medalla en el agua y en tierra. Hubo lágrimas de alegría en la que fue la última regata del 470 masculino en los Juegos, ya que en París desaparece la categoría. Habrá modalidad mixta.  “Hubo días en los que la regata se nos puso cuesta arriba, pero pudimos darle la vuelta y conseguir esta medalla, que es un objetivo cumplido y un sueño”, admite el vigués. 


¿Cómo vivió  la Medal Race?

Fue durísimo, muy exigente. Sabíamos que había que pelearlo porque salió una regata física. Y había que darlo todo. Podíamos estar bien porque nos encontramos en condiciones de poder pelearlo. Y hubo que hacerlo. Toda la semana se basa en eso, en pelea y trabajo. Hubo momentos en los que la regata olímpica se nos puso cuesta arriba y fuimos capaces de darle la vuelta y poder alcanzar esta medalla. 


Salieron delante, en la tercera posición, pero con todos los rivales directos al lado. 

Pudimos salir bien y nos situamos delante, lo que ya te da un poco más de vida. A partir de ahí, nos sentimos cómodos, quedamos contentos con el resultado. 


¿Vieron la opción de pasar al barco sueco y optar a la plata?

Si soy sincero, asegurar el bronce era la prioridad todo el día. A partir de ahí, veríamos la opción de pasarlos, pero siendo conscientes de que una medalla era el objetivo. El barco sueco se situó mejor, fue por delante y nada más. Ahora, a disfrutarlo. 


A nivel personal, la Medal Race resultó  una regata en la que tuvo que remar mucho. 

Y, desgraciadamente, no hubo muchos días así. Creo que nos hubiesen venido mejor en el día a día. Y la verdad es que sí, tuve que remar para ayudar a avanzar el barco y lo di todo. Finalicé contento por obtener el objetivo. Al terminar la regata, es una explosión de emociones. Tras una semana tan trabajada, al final sale todo fuera. Todas las emociones porque es un sueño hecho realidad. 


Es un objetivo, que en su caso, ya no es deportivo, es de vida. 

Llevo toda la vida soñando con esto. Me decía Jordi Xammar hoy que una de las primeras veces que navegamos juntos le había dicho: “Ser medallista olímpico te convierte en eterno”. Y sí, hoy nos hemos vuelto eternos. 


¿Hubo alguna felicitación que le haya emocionado?

No tuve tiempo ni de verlas. He hablado con los familiares y nada más. Todavía no lo sé, no tengo palabras para asimilar esto. Está el teléfono a reventar. 


¿Se acuerda de cuando comenzó  en la vela?

Sí, sí. Y el tiempo pasa. Lo que era un hobbie se convirtió en una profesión y ahora pude alcanzar un sueño.  Una medalla olímpica era una sueño de toda la vida. En ello pensaba de joven, que me gustaría y, al final, la obtuve. 


Creo que ya piensa en la celebración. 

Que nadie se ponga delante que creo que vamos a quemar Vigo (risas). Ahí lo dejo. Lo malo son las restricciones, pero algo haremos. Y ya tengo ahí a mi hermano Miki, que él está comprando toda la gasolina. Las luces de Navidad se van a quedar cortas. 


Un bronce en la Medal Race. ¿Es su última regata con Jordi Xammar?

Desgraciadamente, el 470 masculino desaparece. Fue el último día que existe como tal y es una pena porque tenemos un equipo fantástico, con muchas opciones de seguir creciendo de cara a París. Es lo que hay. Se da la circuntancia de que las dos clases con medalla para la selección española desaparecen. El Finn sale del programa y el 470 se disputará en mixto. Cuestiones de la vida y habrá que adaptarse. Ya veremos estos días. 


¿Pensó  en qué hacer ahora?

La verdad es que no. Mi vida se terminaba el 4 de agosto y el objetivo está cumplido. Ahora tocan las vacaciones y ya empezaremos a pensar en el futuro. 


Y usted sabe de reinicios porque retomó  la vela cuando ya estaba con trabajo de odontólogo en Países Bajos. 

Fue un retorno porque, sin la experiencia anterior, no me hubiera llamado nadie. Pero sí, ya iba a otra cosa en la vida y se me presentó un tren que tenía que enganchar. Me subí a él porque, cuando llama a tus puertas un caballo ganador como Jordi Xammar, es más sencillo tomar una decisión. 


En el recuerdo también le quedará esta etapa de cinco años como una muy bonita. 

Sin duda, pasase lo que hubiera pasado en la Medal Race, esta etapa ya merecía la pena. Pero está claro que mucho mejor con el bronce, no lo voy a negar. Estoy contento y satisfecho por el camino. La vela no es como otros deportes, que entrenas en casa o cerca. En esto tienes que viajar por medio mundo, alejado de la familia, amigos, pareja… El camino es duro pero, sin duda, lo volvería a hacer.

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