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España, pendiente de un tesoro europeo

Sede del Banco Central Europeo, en la ciudad alemana de Fráncfort.
photo_camera Sede del Banco Central Europeo, en la ciudad alemana de Fráncfort.
Hay un tesoro europeo en el horizonte de la UE, que parece probable a medio plazo, pero, a corto, toca subir los impuestos y gastar de manera más eficiente, sobre todo a partir del año que viene.

Avanza Europa hacia un tesoro común, a modo de hito de una unión fiscal que estaría también de camino? Hay observadores que piensan que sí. Pero falta que haya medidas institucionales más definitivas que las que se conocen, como la decisión de la Comisión Europea de convertirse en 2021 en un actor más de los mercados de capitales para financiar Next Generation EU, el principal programa de recuperación económica de la UE.

A medida que la Unión Europea va haciendo las emisiones, año tras año, terminará por detentar un tesoro con cifras similares e incluso superiores a las que manejan los principales Estados miembros de la propia UE, pero aún lejos, muy lejos, de los números del tesoro de EE UU.

A este debate sobre un tesoro común en Europa, mirando al futuro, se suma otro, que también mira al pasado de la deuda. Hace ahora un año tuvo un gran impacto mediático el manifiesto sobre la anulación de una parte de la deuda pública que publicaron numerosos e influyentes economistas de once países europeos, encabezados por Thomas Piketty, director de investigación en la École des Hautes Études en Sciences Sociales.

Es evidente que en este segundo debate se estaría yendo más lejos por parte de una izquierda académica europea que ya vio frustrado su intento de mutualizar la deuda mediante los eurobonos y que ahora clama por una especie de borrón y cuenta nueva. “Hay que emitir los eurobonos, de verdad lo creo, pero por ahora no hay suficiente solidaridad en Europa para apoyar una medida así”, declaró ya en 2020 el premio Nobel de economía Joseph E. Stiglitz, de la Columbia University.

En realidad, no tiene sentido hablar de un tesoro europeo si no se adoptan otras medidas, como una unión bancaria real, con un fondo de garantía de depósitos común para evitar que el dinero fluya de los países más débiles a los más fuertes.

Una vez en ese nuevo escenario, el banco central resultante no solo se centraría, como ahora, en la inflación, sino que también prestaría atención al crecimiento, al empleo y a la estabilidad financiera. Palabras mayores.

En materia fiscal, otro eje importante, están sobre la mesa propuestas en el impuesto a los beneficios de las multinacionales más rentables, sobre todo, de los gigantes digitales (Pilar I) y el impuesto mínimo (Pilar II). El desarrollo de un paquete de medidas así proporcionará apoyo a los gobiernos, de modo que puedan recaudar los ingresos fiscales indispensables para sanear sus presupuestos y sus balances, y al mismo tiempo, invertir en servicios públicos esenciales, en infraestructura y en medidas que contribuyan a optimizar la recuperación posterior a la pandemia de covid-19.

Es probable que, a medio plazo, beneficien a España políticas globales y de ámbito europeo como las ya esbozadas, pero, a corto, lo que se le está sugiriendo a España –desde el Fondo Monetario Europea (FMI), por ejemplo– es que suba impuestos, al entender que hay margen para movilizar más recursos derivados del IVA y los impuestos medioambientales.

La propuesta del organismo que dirige Kristalina Georgieva elude pedir recortes al Gobierno de España, pero abandera una combinación de más impuestos y más eficiencia en el gasto, una sutil manera de hablar de ajustes internos que están por llegar a partir de 2023, una vez retirados los estímulos y en un probable escenario de tipos más altos. Eso sí es que es seguro que está de camino.

@J_L_Gomez

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