Mucha queja ante la UE y poca autocrítica

El primer ministro holandés Mark Rutte, inflexible con los "coronabonos".
photo_camera El primer ministro holandés Mark Rutte, inflexible con los "coronabonos".

Para España, las cosas no salieron ahora del todo bien en Europa, pero en casa tampoco se hicieron bien previamente. Aunque la gestión europea es mejor ahora que en 2008, a España la coge tiritando.

Las hipótesis que analizamos estas últimas semanas en "Cuenta de resultados" de La Región derivaron en decisiones, algunas positivas para España –necesitada de ayuda europea– y otras no tanto. Sobre la mesa hay ahora medio billón de euros para repartir, procedentes del Mecanismo de Estabilidad (240.000 millones), de los créditos a empresas del Banco Europeo de Inversiones (200.000 millones) y de las ayudas del Fondo de Reaseguro (Sure) del desempleo (100.000 millones). Parece mucho pero para España tal vez no sea tanto, ni tan bueno, ya que de momento sigue en el aire la financiación del Mede, que los países del norte querían convertir en un mero rescate, condicionado por tanto a hacer ajustes que España e Italia no aceptaron. Nada que no anunciase previamente la canciller alemana Angela Merkel, contraria a los instrumentos de mutualización de la deuda -los coronabonos- pero abierta a “otras formas de mostrar solidaridad”, que dará a conocer en el Consejo Europeo.

Salvo los fondos comunitarios del paro, todo lo demás será crédito; léase también más deuda para España. Poco o nada que festejar, a pesar de las cosas que cuentan algunos gobernantes. De los 200.000 millones del Mede, España podría hacerse con unos 25.000 millones, que darían lugar a un rescate sin apenas condiciones, salvo que hay que dedicarlos a la sanidad. Pero ese dinero habrá que devolverlo con intereses, de modo que si España no se disciplina –aunque esta vez no se lo ordenen los hombres de negro– terminará por tener más problemas.

El sector público -sí o sí- va a enfrentarse a un escenario con menos ingresos, debido a la caída del Producto Interior Bruto (PIB), y con más gastos, al sumar a su gasto corriente las facturas derivadas de aumentar la deuda. 

La vuelta a la ratio de 2014, cuando la deuda superó el 100% del PIB, puede darse por segura. Pero ojo, este abultado endeudamiento no es solo achacable al coronavirus, sino que también es producto de la falta de ajustes en la etapa anterior de crecimiento. De la deuda de 2008, a cada español le tocaban 9.500 euros y tras esta crisis se estima que le corresponderán casi 30.000 euros.

En 2007 la deuda pública de España era del 35,8% del PIB, subió hasta el 100,7% en 2014 y en 2019 seguía por encima del 95%. Con este panorama, si la recuperación no se produce pronto, el PIB podría caer a niveles de 2015, pero con menos fortaleza financiera. A fin de cuentas, la crisis de 2008 fue de deuda privada, pero una parte se acabó socializando.
Simplificar en casos así -echándole toda la culpa a Europa- no conducirá lejos. Más que de un fracaso europeo habría que hablar de sus flojos mimbres, con una unión monetaria con 19 políticas fiscales, 19 mercados de trabajo y muchos problemas de gobernanza. Es decir, ese fracaso es corregible si se armonizan las políticas fiscales y laborales, y la gobernanza se mejora, tanto en los marcos de cada Estado como del conjunto de la UE o al menos de la eurozona. Y para España todo irá mejor si crece más y mejor, y al tiempo ajusta sus cuentas.

La prueba de que no todo es negro en Europa es que, a su manera, el Banco Central Europeo (BCE) ya está mutualizando deuda con su línea extraordinaria de 750.000 millones, a tipos del 1%; nada que ver, por tanto, con el 30% que llegó a pagar Grecia por su bono a 10 años en la crisis de 2008 o con los ajustes que le exigió Mario Draghi a España para darle crédito. 
@J_L_Gomez

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