Ecoagro

Volcán en La Palma | La agricultura tras la erupción

lmagen tomada desde Los Llanos de Aridane del volcán de la isla canaria de La Palma (EFE).
photo_camera lmagen tomada desde Los Llanos de Aridane del volcán de la isla canaria de La Palma (EFE).
Las rocas volcánicas son a largo plazo aprovechables y se convierten además en un terreno tremendamente fértil porque contienen elementos químicos de un gran interés para las plantas

La lengua de lava que se ha formado en el volcán de la Palma ha ido avanzando al oeste destruyendo todo a su paso y sustituyéndolo por un muro de roca volcánica.

“Que vuelva a ser fértil requiere siglos. El suelo no se forma al ritmo de la escala humana”, dice Cristòfol Jordà, ingeniero agrícola para explicar esa aparente contradicción entre esta lava rocosa y la constatación de que los suelos volcánicos son fértiles. Todo se explica en un salto en el tiempo que hace que las rocas volcánicas sean a largo plazo aprovechables porque “contienen elementos químicos de gran interés para las plantas (fósforo, potasio...)”, dice.

En Lanzarote, tras los 2.056 días de erupción del Timanfaya, perdieron mucha tierra fértil, pero después propició una revolución agrícola que permitió doblar su población en 40 años. La historia de cómo ocurrió tiene tintes de “milagro”: una de las versiones más extendidas, la que reproduce el artículo científico, relata que el obispo enviado por la Corona a Lanzarote para evaluar los daños que había provocado el volcán, Manuel Dávila y Cárdenas, se dio cuenta de que en los campos donde la capa de escoria que cubría la tierra era fina, las plantas no solo no habían muerto, sino que crecían con más vigor y en mucha mayor cantidad.

 

Otros historiadores no niegan la perspicacia del obispo, pero sostienen que hay testimonios de que los agricultores de Lanzarote ya utilizaban antes de Timanfaya la técnica que a partir de entonces se extendió a toda Canarias y a buena parte de Hispanoamérica, el “enarenado”, consistente en cubrir la tierra de cultivo con una fina capa de lapilli o ceniza, “picón” y “arena” para los lugareños.

Los autores del artículo subrayan que, sin necesidad de riegos, los “enarenados” multiplicaron las cosechas en una isla con un régimen de lluvias de una media de 150 litros por metro cuadrado al año, gracias a las especiales propiedades de los materiales volcánicos, que atrapan la humedad del aire y se la van cediendo, poco a poco, a la tierra de cultivo.

En el parque nacional de Timanfaya, bajo la lava y ceniza se practican agujeros para llegar al suelo vegetal original, de manera que el material volcánico actúa como una lona que evita la pérdida de agua y retiene la humedad. En la isla de El Hierro, todo El Valle de El Golfo es un área fértil, alimentada por sedimentos desprendidos de los acantilados, y ha conformado desde los años setenta un espacio para el cultivo hasta ser la principal área de producción nacional de piña tropical.

Por otro lado, en la Palma se estiman más de 300 hectáreas de plataneras arrasadas, pero la zona de afección es mucho mayor, con problemas de accesos y sin suministro de agua, por lo que los cultivos que se perderán desde la fecha actual a dos meses se cuentan por cientos, sin tener en cuenta la posibilidad de la muerte de la planta también, causando una pérdida de producción a la larga mucho mayor.

Actualmente se baraja la solución de destruir la capa de roca magmática que ha dejado a su camino la lengua de lava. Es la opción más factible ya que han sido bloqueadas carreteras y caminos desde el volcán al mar que obligarían a dar la vuelta a la isla por el este. De realizarse esta alternativa, sería importante guardar los restos extraídos para uso agrícola ya que la lava ha arrasado la tubería que regaba el 25% de las plataneras y con este material, se podrían ahorrar muchos litros en riego.

Te puede interesar