Felipe VI, como Juan Carlos I, apela a la unidad

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photo_camera Felipe VI, con su padre D. Juan Carlos, esta mañana. (EFE)

El Rey Felipe VI ha prometido hoy una nueva monarquía para un tiempo nuevo, del mismo modo que Juan Carlos I subrayó hace 39 años el inicio de una nueva etapa en la historia de España y, como hizo su padre, ha convocado a todos los españoles a trabajar unidos para conquistar el futuro.

"Una monarquía renovada para un tiempo nuevo", ha prometido Felipe VI en su primer discurso tras su proclamación como Rey de España por las Cortes Generales, una alocución de casi 3.000 palabras, más del doble de las que utilizó su padre el 22 de noviembre de 1975.

Entonces, en unas circunstancias muy distintas, don Juan Carlos anunció el comienzo de "una nueva etapa de la historia de España", que debían recorrer los españoles "juntos", por lo que pidió "generosidad y altura de miras", y recalcó: "Si todos permanecemos unidos habremos ganado el futuro".

Hoy, el nuevo Rey ha afirmado: "En esa España, unida y diversa, basada en la igualdad de los españoles, en la solidaridad entre sus pueblos y en el respeto a la ley, cabemos todos; caben todos los sentimientos y sensibilidades, caben las distintas formas de sentirse español".

Y ha añadido que esos sentimientos "no deben nunca enfrentar, dividir o excluir, sino comprender y respetar, convivir y compartir".

El mensaje de unidad del Rey Juan Carlos fue más genérico, en una España sin partidos políticos ni Estado de las Autonomías, en el que el reto era caminar hacia la democracia tras cuarenta años de dictadura.

El tiempo transcurrido y lo avanzado por la democracia española han formado parte del núcleo del mensaje del nuevo Rey, quien ha podido jurar, guardar y hacer guardar la Constitución ante los representantes de la soberanía nacional elegidos por los ciudadanos, algo que no pudo hacer su padre.

Don Felipe ha profundizado en la apelación al consenso de las fuerzas políticas y a la unidad territorial en la "gran nación" que es España, un reto al que ya aludió Juan Carlos I cuando mencionó que un orden justo, igual para todos, permite reconocer, dentro de la unidad del Reino y del Estado, las peculiaridades regionales, como expresión de la diversidad de los pueblos.

Hoy, su hijo ha ido más allá en ese reconocimiento y no sólo ha hablado de las lenguas cooficiales como patrimonio común, sino que ha cerrado su discurso con un agradecimiento en todas ellas.

Felipe VI no ha mencionado ni al Ejército ni a la Iglesia como hizo su padre, con quien sí ha coincidido en la preocupación por la situación económica y por quienes más padecen la crisis.

También ha expresado su reconocimiento a las víctimas de la violencia terrorista.

El nuevo Rey ha afrontado en su discurso la realidad del desgaste de las instituciones que nacieron con el reinado de su padre y ha mostrado su deseo de que los ciudadanos recuperen la confianza perdida en ellas y la mantengan.

También ha subrayado que "la Corona debe buscar la cercanía con los ciudadanos, saber ganarse continuamente su aprecio, su respeto y su confianza (...) y velar por la dignidad de la institución, preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente".

Si don Juan Carlos incluyó una breve mención a su padre -ausente en su proclamación como él hoy, aunque por motivos diferentes- para asegurar que de él aprendió que "el cumplimiento del deber está por encima de cualquier otra circunstancia", hoy don Felipe ha pronunciado un emocionado agradecimiento a su trabajo y al de la Reina Sofía.

Doña Sofía, junto con la infanta Elena, las infantas Mercedes y Margarita y el propio Felipe VI, son los únicos de los entonces presentes que hoy han estado en el Congreso de los Diputados.

Entonces, un crucifijo presidió la ceremonia y don Juan Carlos juró "por Dios y sobre los santos evangelios hacer cumplir las leyes fundamentales del reino y guardar lealtad a los principios que informan el Movimiento Nacional", según reza el Diario de Sesiones del 22 de noviembre de 1975.

Hoy, la fórmula utilizada por Felipe VI ha sido distinta: "Juro desempeñar fielmente mis funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las comunidades autónomas".

En ambos casos la misma corona y el mismo cetro han acompañado a los monarcas, como ocurre en todas las ceremonias de proclamación desde Isabel II. 

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