Elecciones en Madrid | Análisis

La hostilidad entre líderes eclipsa el debate en las elecciones de Madrid

Ángel Gabilondo, Isabel Díaz Ayuso y Pablo Iglesias.
photo_camera Ángel Gabilondo, Isabel Díaz Ayuso y Pablo Iglesias.
Ayuso se perfila ganadora, sin mayoría absoluta, mientras Ciudadanos, Vox y Podemos luchan por entrar en la Asamblea

Nada de lo que está ocurriendo en la campaña electoral de la Comunidad de Madrid se ajusta a un patrón conocido, al contrario parece un guión loco de un escritor borracho. Y lo que es peor, todavía hay margen para un nuevo giro en el desenlace. Pero empecemos por el principio. ¿Quién quería estas elecciones? La respuesta es nadie. Ni siquiera la presidenta Isabel Díaz Ayuso estaba en condiciones de asegurar que la convocatoria electoral podría mantenerla en su sillón de la Puerta del Sol. Lo suyo fue una huida desesperada hacia delante, porque permanecer quieta esperando el próximo movimiento de Ciudadanos y de PSOE podría haberla llevado a la oposición. Así que echó cálculos, lo consensuó con Pablo Casado y disolvió la Asamblea. Lo que podía venir después no podía ser peor que lo que le esperaba en los dos años restantes: un socio de gobierno como Ignacio Aguado, con el que no mantenía ningún feeling y de quien dudaba de forma permanente. 

Y desde marzo Madrid vive en campaña electoral. Isabel Díaz Ayuso apuesta desde el principio por dos grandes ejes en sus intervenciones públicas: la economía y la hostelería. Para defender sus planteamientos descubre que la mejor forma es contraponer su gestión con la del Gobierno. De este modo consigue lo que buscaba, es ella contra Pedro Sánchez, un gobierno autonómico contra el gobierno de la nación. Los enfrentamientos son constantes y en cada lance sale reforzada. La gestión de la pandemia por parte de Sánchez tampoco le beneficia y tras varios rifirafes en los que no consigue erosionar a la candidata popular, el presidente del Gobierno se va retirando de la campaña hasta casi desaparecer. Deja a Ángel Gabilondo esa tarea y envía a sus ministros para apoyarle en algunos actos de campaña. 

Ayuso se inventa a sí misma

La presidenta de la Comunidad crece y descubre que la calle la quiere. Se lanza a los barrios, recorre la Comunidad de norte a sur, multiplica su presencia y su figura se agiganta. En Mercamadrid incluso se le escapa alguna lágrima. Llega muy temprano para agradecer a estos trabajadores esenciales su esfuerzo en la pandemia y ellos corresponden con un largo y sentido aplauso. Pero si  hay un colectivo que le está agradecido es la hostelería. Incluso sus detractores saben que han conseguido mantener sus negocios abiertos gracias a la política de permisividad y de ampliación de horarios que ha mantenido, incluso contra los ataques del gobierno y de otros presidentes autonómicos. 

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Es el “modelo Ayuso”, una fórmula que identifica la gestión de la pandemia con el mantenimiento de la máxima libertad de horarios y actividades. Está en la cresta de la ola. Acuña frases curiosas cada día que los medios replican sin parar y se inventa titulares para la prensa, como el “vivir a la madrileña”, una mezcla de madrugar para trabajar e irse cañas al final de la jornada gracias a la amplia libertad de horarios de la hostelería. Un acierto para sus seguidores, una frivolidad para la oposición. 

A su favor juegan una población cansada, que ha cumplido en marzo un año de restricciones y que ha visto cómo la economía se desmorona a su alrededor. Quieren protegerse del covid pero también quieren mantener sus puestos de trabajo. Ayuso, que ha sufrido el covid en los primeros meses, apuesta por la economía. 

Las amenazas hacen estallar la campaña

En la parte alta de la tabla tres partidos se juegan la copa. En la parte baja otros tres se reparten el resto del electorado. Tienen que hacer algo porque se cierne sobre ellos la amenaza de no conseguir un 5% de los votos, lo que equivale a quedar fuera de la Asamblea. Vox toma la iniciativa y lleva la campaña a territorio hostil. Elige Vallecas, una de las localidades más “rojas” y donde la derecha apenas tiene representatividad. Un grupo de manifestantes espera al líder de Vox, Santiago Abascal, que lo recibe con lanzamiento de botellas y adoquines. La Policía carga contra los manifestantes y el partido ultra consigue la foto que quería. El electorado se mueve a la derecha. Casi al cierre de campaña, dos escoltas de Iglesias son detenidos. 

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En el otro extremo ideológico un impredecible Pablo Iglesias ha dejado la Vicepresidencia del Gobierno para evitar que su partido se diluya en la región que lo vio nacer. Es un buen mitinero. Los años en la Facultad lo han ayudado a crear discursos bien armados y los años de entrevistas a conseguir un titular.  Pero la campaña de Podemos va mal, no despega. Necesitan un golpe de efecto para conectar con un electorado que está desencantado, que ha visto que “asaltar los cielos” era sólo un slogan y que el vecino que nunca iba a dejar Vallecas ahora reside en un chalet en Galapagar.  La campaña estalla el 23 de abril cuando Iglesias filtra a la prensa que ha recibido cuatro balas. La tibieza de algunos líderes políticos al condenar este tipo de acciones alcanzó su clímax en el debate de ese mismo día en la Ser. Iglesias pide a la candidata de Vox, Rocío Monasterio, que condene la violencia y rectifique sus dudas sobre la autoría de la misiva. Lejos de retractarse, Monasterio le anima a abandonar el debate, “váyase, que es lo que deseamos muchos españoles". Iglesias abandona el debate que continúa una hora más, pero que acaba suspendido por la negativa de PSOE y Más Madrid a debatir con Monasterio. Desde entonces, la campaña se ha vuelto impredecible. Otros líderes han recibido amenazas en un clima enrarecido y de creciente hostilidad.

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El PSOE y Más Madrid se disputan el segundo puesto en la Comunidad

La doctora Mónica García ha sido la auténtica revelación de la campaña electoral. Para los madrileños es sobradamente conocida porque ha ejercido una oposición implacable al PP durante estos dos años de legislatura. Pero su momento más glorioso fue cuando rechazó el ofrecimiento de Pablo Iglesias para liderar una candidatura conjunta. Iglesias abandonaba precipitadamente el Gobierno para lanzarse al ruedo electoral ante las bajas expectativas de Podemos, ya que a la candidata Isabel Serra las encuestas apenas le deban opciones de formar grupo en la Asamblea de Madrid. 

Iglesias se ofrece al partido de Íñigo Errejón para liderar esta candidatura de unidad y lo defendía así. “Madrid necesita un Gobierno de izquierdas y creo que puedo ser útil ayudando a ganarlo y liderarlo”. El “bofetón-respuesta” de Mónica García todavía resuena en el ciberespacio. “Las mujeres estamos cansadas de hacer el trabajo sucio para que en los momentos históricos nos pidan que nos apartemos, cuando hemos demostrado con creces que las mujeres sabemos frenar a la ultraderecha sin que nadie nos tutele".  La respuesta acrecentó su figura y ha sido más dolorosa para Pablo Iglesias por tres motivos: porque el rechazo viene de una formación nacida de una escisión de Podemos, porque pone en tela de juicio su visión sobre el papel de la mujer en la política y porque considera que Unidas Podemos es un partido que apenas puede aportarles nada. 

“Soso, serio y formal” 

Cuando se convocaron las elecciones, Ángel Gabilondo estaba preparando su retiro de la política y su candidatura a Defensor del Pueblo, un cargo que le va bastante más que como ariete político. Fiel a su estilo didáctico había realizado una oposición seria, alejada del histrionismo de otros partidos y respetuosa con el adversario.

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Él mismo se ha definido como “soso, serio y formal”. La convocatoria electoral le cogió con el pie cambiado y se vio obligado a lanzarse a una campaña que no quería. Aún así, el viento soplaba de cola y sus aspiraciones a ganar al PP estaban al alcance. De hecho, el PSOE ya había superado el PP en las urnas hace dos años, aunque los votos no fueron suficientes para formar mayoría y gobernar. Ahora mismo la guerra del PSOE es no quedar detrás de Más Madrid. Y lo tiene difícil. 

Cs, de tercera fuerza política a bordear la irrelevancia 

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Edmundo Bal es la esperanza de Ciudadanos, uno de los pocos hombres fuertes del partido y  uno de los más fieles seguidores de Inés Arrimadas. No era el primer candidato. El partido hubiera preferido a Begoña Villacís, vicealcaldesa en el Ayuntamiento de Madrid, con mucho mayor tirón mediático, pero que no ha sentido ningún deseo de pilotar este barco.  Su campaña  se ha centrado en mantener los votos conseguidos en la última convocatoria, cuando se convirtieron en tecera fuerza política con 26 diputados. La situación actual es bastante más difícil, varios diputados se han pasado al PP y Ciudadanos podría quedarse sin representación parlamentaria. 

La gestión sanitaria se convierte en munición electoral 

La gestión de la pandemia es un tema que ha estado muy presente durante toda la campaña y es en el que Díaz Ayuso se siente menos cómoda. El número de fallecidos es aún una incógnita: alrededor de 23.623 personas según  la Consejería de Sanidad o 14.990 según el Ministerio de Sanidad. En todo el país estamos a punto de alcanzar los 80.000 fallecidos. El dato más demoledor es el de fallecidos en las residencias de la tercera edad que asciende a 6.187 personas. 

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Es en la gestión de la pandemia donde el resto de los partidos ha buscado poner en evidencia a Ayuso. Quien más veces lo ha conseguido ha sido Mónica García, la candidata de Más Madrid. Durante dos años de legislatura ha realizado una oposición implacable contra la presidenta, poniendo en evidencia la falta de medios con la que los sanitarios se enfrentaron al covid y la deficiente gestión de las autoridades. 

Hay dos episodios que Ayuso querría borrar del último año, pero que la persiguen y que sus rivales le recuerdan cada poco. Uno de ellos es el palacio de hielo convertido en una enorme morgue donde se acumulan los cadáveres que las empresas funerarias no son capaces de gestionar. El otro es la polémica instrucción de la Consejería de Sanidad desaconsejando que ancianos con problemas de movilidad o deterioro cognitivo fueras trasladado a hospitales ante la saturación de los mismos. 

Frente a estos hechos, la candidata del PP prefiere recordar la puesta en marcha de un hospital en Ifema en solo 48 horas, algo que alivió la situación de colapso del resto de hospitales, así como la posterior creación del hospital de pandemias Enfermera Isabel Zendal -en honor de la sanitaria coruñesa-, y  que también ha permitido evitar la saturación de los hospitales madrileños derivando hasta aquí los enfermos covid. Son las luces y sombras de una periodista que comenzó llevando la cuenta de Twitter de Pecas, el perro de Esperanza Aguirre, y que se convirtió presidenta y cuyo techo está aún por descubrir.

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