Diversos factores, entre ellos el impacto de la pandemia sobre la salud mental, ayudan a entender el hasta ahora imparable aumento del uso de antidepresivos en gran parte de países del mundo, incluyendo el caso español. Y que se incremente su empleo significa que también aumenta la dependencia de estos fármacos.
En los últimos años, aumentaron de forma significativa los casos de ansiedad, depresión y estrés, y el aumento del uso de antidepresivos vino de la mano. Y este incremento no es leve: en España, el consumo de antidepresivos aumentó un 26% en 6 años, al haber pasado de 73 dosis diarias por cada 1.000 habitantes en 2016 a 92 en 2021. Todo ello sin poder contar, por supuesto, con las dosis que no se hayan suministrado con receta.
Y este aumento es generalizado, nada que se circunscriba simplemente a las fronteras españolas o de ningún otro país. Por ejemplo, está el caso de Islandia, que destaca por su elevado consumo de antidepresivos, el cual se encuentra entre los más elevados del mundo: 161 dosis diarias por cada 1.000 habitantes.
También en el país vecino Portugal, y en Canadá o Suecia, entre otros, se supera la proporción de 100 dosis de este fármaco por el millar de personas, cada día. Algo que debería motivar a las respectivas administraciones a tomar cartas en el asunto, cuando además el uso de fármacos muestra una tendencia creciente difícil de trastocar.
En cambio, el nivel de consumo más bajo fue registrado en países tan diferentes como Costa Rica, Estonia, Lituania, Hungría, Corea del Sur y Letonia.
El empleo de estos fármacos, como puede verse a la luz de los datos, varía de forma significativa entre los diferentes países del mundo. Esto ocurre por múltiples causas, conformando un problema sanitario y social de difícil solución.
