35 AÑOS DEL GOLPE DE ESTADO

“No tuve miedo pero cuando salí, rompí a llorar con un compañero"

El teniente coronel Antonio Tejero, en los primeros instantes del golpe de Estado del 23-F.
photo_camera El teniente coronel Antonio Tejero, en los primeros instantes del golpe de Estado del 23-F.

El exdiputado ourensano Antonio Rodríguez (PSOE) recuerda la tarde en que Tejero amenazó todo por lo que había luchado. 

La llamada del periódico sonó para Antonio Rodríguez a la misma hora exacta que el teniente coronel Tejero apuntó contra el cielo del Congreso. Las 18.23 de hace 35 años. El diputado socialista por Ourense en la I legislatura es ya el único que puede recordar cómo llovían sobre los lomos de los escaños los trozos de las molduras. “Quietos todo el mundo” y “al suelo”, proyectaba el bigote de aquel sedicioso, porque aquello era un golpe de Estado.

“Aunque había rumores, aquello era una sorpresa”, recuerda para los que que solo lo conocemos por el repaso cíclico de las televisiones y algún libro, como el de Javier Cercas, Anatomía de un instante, donde recuerda precisamente que la “imagen trivializa lo trascendente y engrandece lo banal”. Rodríguez, exsecretario general del PSdeG-PSOE, hizo entonces “todo lo que mandaron, me eché al suelo y apoyé las manos en el respaldo del asiento de adelante”. En la fila posterior, estaba Santiago Carrillo, hierático, aguantando las ráfagas. El ourensano, sin embargo, no pudo verlo.

No tuvo miedo. Solo una preocupación honda que le llevó a pensar que todo lo que “había luchado contra la dictadura y por la democracia” había salido despedido en una de las balas del golpe.

El paso de la tarde fue rebajando la tensión. Cuenta que durante aquel febrero, el médico le había dado tratamiento para un dolor de anginas. Dos inyectables para Ourense y uno en forma de salvoconducto para hacer un intrépido viaje a la enfermería del Congreso: “La llevaba en el bolsillo y cuando habían pasado tres o cuatro horas, noté que tenía aquello y pensé 'coño, como estos no saben si estoy muy enfermo o no', aprovecho para pedir que me la pongan en la enfermería y ver como está aquello”. En el trayecto al edificio contiguo, encadenó paseos con distintos agentes de la Guardia Civil. Los únicos, afortunadamente, que dio aquella noche, cuando circulaban los rumores sobre un fusilamiento en masa en el Bernabéu. Intentó entablar conversación con uno de los guardias, pero no fue posible.

Recuerda a Fraga levantarse del escaño y enfrentarse a los golpistas: “Bajó y dijo, 'dispárenme mí y acaben con esta farsa'”. “Lo he pensado muchas veces, guardé bastante la calma. No tuve miedo porque llevé aquello con bastante entereza, ahora le llaman resiliencia”, afirma antes de emocionarse: “Cuando nos dejaron salir, vi a la primera persona conocida, era un compañero del grupo parlamentario, nos dimos un abrazo y se me soltaron las lágrimas. Aún me emociono ahora recordándolo”, comenta entrecortado.

El golpe cumplió su objetivo con Antonio. Le impidió votar la investidura de Calvo-Sotelo. Cuando el asalto se produjo, Núñez Encabo había sido el último: “Se quedó todo el mundo callado”. Vio la pelea entre Gutiérrez Mellado y Tejero. Se llevaban a Súarez, Mellado, Carrillo, Guerra y González “pensamos que no precisamente a negociar. La información era cero, había un runrún de que un diputado tenía un transistor y de que en Valencia se habían levantado”.

Las conversaciones se aceleraban entre los diputados. Rodríguez hablaba con su compañero Pablo Pardo, diputado por Lugo, mientras las tertulias en las escaleras del hemiciclo se empezaban a formar. Un montón de muebles se juntaron en la zona de los linotipistas y Pardo informó: “Son unos locos, dicen que si invaden el Congreso prenden fuego y aquí morimos todos abrasados”.

La Cadena SER regaló a todos los diputados del 23-F un casette con la grabación íntegra de aquella noche: “Nunca la he escuchado, nunca me ha apetecido y no lo quiero hacer”. La Historia, cree, exhimirá a la Transición de las críticas que algunos hacen como estrategia. Él deja asomar el discurso ideológico de entonces, ajeno a la mercadotecnia: “Hay una cosa cierta, los poderes de la ultraderecha nunca han facilitado que el pueblo acceda al poder. Eso es histórico y reciente, como las resistencias numantinas a un gobierno de izquierdas en Portugal”. Hoy verá de nuevo el golpe por la televisión. Cada vez que lo ve, siente “la misma sensación”. Resiliencia.

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