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La protección del 'albarquero', un oficio en riesgo de extinción

Para evitar su desaparición, la Consejería de Cultura de Cantabria ha iniciado los trámites para declarar el oficio de elaboración de albarcas como bien de interés cultural etnográfico inmaterial

Cantabria ha activado un proceso para proteger el oficio de `albarquero` y preservar el saber de los pocos artesanos que aún conocen el secreto de cómo se talla la madera para hacer la albarca tradicional, un calzado de madera que ha quedado relegado a fiestas, folclore y como piezas de ornamentación.

El albarquero carece ya de relevo generacional, porque apenas quedan entre diez y doce en toda Cantabria que elaboran este calzado -también típico de Asturias donde se denomina `madreña`- en la forma tradicional y para los usos que siempre tuvo.

Incluso en Carmona, una de las localidades más "albarqueras" y popularmente conocida por ello como "La flor de los abarqueros", ya no quedan artesanos de este oficio, que tradicionalmente está ligado a zonas rurales como Cabuérniga, Rionansa, Campoo o Liébana.

Para evitar su desaparición, la Consejería de Cultura de Cantabria ha iniciado los trámites para declarar el oficio de elaboración de albarcas como bien de interés cultural etnográfico inmaterial.

Cuando termine el proceso, el oficio de albarquero se unirá a cuatro bienes ya declarados dentro de esta categoría en la región: las marzas, los bolos, la música y el tañido del rabel y las danzas tradicionales de Cantabria.

Además, la Consejería ha iniciado el expediente para declarar también las mascaradas rurales de invierno.

El consejero de Cultura, Ramón Ruiz, explica a Efe que la intención es que todas estas tradiciones "tengan un apoyo directo y explícito" porque es algo que está "interiorizado en los cántabros como parte de su identidad".

La pérdida de albarqueros, agudizada en las últimas décadas, es una de las razones que lleva a la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC), a advertir del riesgo que corre la supervivencia del oficio.

ADIC es una entidad con más de cuarenta años de historia de reivindicación de las tradiciones cántabras. Su gerente, Pedro Madrazo, señala que hoy en día el oficio del albarquero ha perdido las connotaciones que tenía antaño, porque las albarcas que se hacen ya no están destinadas a preservar los pies del agua y el barro en faenas agrícolas y ganaderas, sino que se hacen por encargo con un fin ornamental o folclórico.

Las albarcas se han visto desplazadas en esa función tradicional ligada al trabajo en el campo por las katiuskas o botas de agua, en parte también por su elevado coste, ya que un par de estos zapatos de madera ronda, como mínimo, los 90 euros, y es habitual que esté entre los 140 ó 200 euros.

Hace años las albarcas era un elemento más del atavío de la gente rural. Las había de diversa condición según la zona, el artesano, con distintos colores y decoración, y con distinto tamaño, para hombre o mujer. Hasta se hacen según la talla de pie: un número viene a ser medio centímetro.

Pero la albarca no ha desaparecido. Muchas danzas del folclore cántabro se bailan con este calzado, y raros son los miembros de algunas agrupaciones que no tienen un par o dos.

También pervive el uso para las rutas o subidas en albarcas que proliferan en diversos puntos de la comunidad, y que en los últimos tiempos viven cierto apogeo y una mayor afluencia de participantes.

Quizás la subida en albarcas más popular de todas sea la de La Montaña por las fiestas de San Blas, a finales de enero y a la que no falla el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, quien siempre recuerda que "quien corre con albarcas, vuela con zapatos".

Pero es el Día de Campoo, que se celebra a finales de septiembre en Reinosa, cuando las albarcas brillan con más fuerza, porque "igual hay dos mil personas allí que las calzan". De hecho, gran parte de las que fabrican los artesanos son para lucirlas ese día.

Quienes hoy hacen albarcas suelen ser personas ya con una edad, como Rafael Cossío, que empezó con 16 años y ahora está ya jubilado, o Augusto Rodríguez, `Titi`, que, en cambio, llegó "ya mayor" al oficio a raíz de su vinculación con la Asociación Cultural Artesanos de Cantabria.

Los dos esperan que la declaración como bien de interés cultural pueda ayudar a la pervivencia de la albarca y piden que se ayude a la gente más joven que quiera emprender el oficio, para que deje de estar "olvidado".

"Los que hacemos albarcas un poco bien somos muy pocos, mayores, y a la vuelta de no muchos años el camino que lleva esto es malo", resume Cossío, que tiene su taller en La Viesca y que ha calzado a personajes como el Rey Juan Carlos, Ratzinger o la televisiva Mercedes Milá.

`Titi` también cree que son los propios albarqueros los que han tirado la toalla porque "se han quedado en casa" y no han promocionado estas piezas ni han dado a conocer el oficio.

ADIC pide que la futura declaración sirva para fomentar el oficio incluyéndolo en los programas de escuela-taller, como por ejemplo ocurre con la cantería. Para esta asociación, sería uno de los últimos cartuchos para la supervivencia. 

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