Aunque no quiere 'crear debates tóxicos para la democracia', Rubalcaba volvió a ser protagonista en la sesión de control al Gobierno en el Congreso tras los ataques de Rosa Díez y Sáenz de Santamaría.

Rubalcaba y sus toxinas

Rubalcaba, durante su intervención de ayer en el congreso (Foto: Juan M. Espinosa)
El vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba, se empleó ayer a fondo en el pleno del Congreso para desmantelar una dura reprimenda de la diputada Rosa Díez, pero con la portavoz del PP, Soraya Sáenz de Santamaría, preferió dar un paso atrás para no caer en 'debates tóxicos para la democracia'. Un miércoles más, el que será candidato del PSOE a la Presidencia en las elecciones generales absorbió el epicentro de la sesión de control, y logró que los diputados de su grupo le obsequiaran con una muy generosa ovación tras responder a una pregunta de su excompañera de partido y actual diputada de UPyD.
Rosa Díez le reprochó cosas muy feas, como ser responsable 'de que los testaferros de ETA estén hoy en las instituciones vascas', en referencia a Bildu, pero también de compartir toda la responsabilidad con José Luis Rodríguez Zapatero por los efectos de una crisis que empobrece a los españoles. Así, intentó con su pregunta ligar el peso político de Rubalcaba, que sí se presentará a las elecciones, al del presidente del Gobierno, que no lo hará. Según ella, el vicepresidente es 'tan cómplice del desaguisado que ahora mismo no sabría decir quién ha sido el chef y quién el ayudante'.


EL PEOR MOMENTO DE ETA

Para responder a sus acusaciones sobre ETA, Rubalcaba le replicó que sí se siente 'absolutamente responsable' de que ETA 'esté en el peor momento de su historia' (aplausos socialistas). Y para contestar a lo demás, sacó a relucir el pasado político de Rosa Díez, consiguiendo el silencio casi absoluto del hemiciclo mientras recordaba que cuando fue consejera socialista de Turismo del Gobierno vasco, con José Antonio Ardanza (PNV) de lehendakari, defendía otras políticas. Por tanto, prosiguió Rubalcaba, existe una diferencia entre ambos, la de la coherencia, que asegura él ha demostrado en su trayectoria política.

De sus virtudes como chef no ha dicho nada, aunque afeó a su oponente que, hablando de cocina, hace pocos días se hubiera reunido con el PP en una marisquería para pactar el desalojo del PSOE de la alcaldía de Getafe.

Con Sáenz de Santamaría el 'cara a cara' fue menos áspero, algo que reconoció el propio vicepresidente al agradecerle que hubiera estado 'menos agresiva' que la semana pasada. Y eso que Sáenz de Santamaría le dedicó de todo menos piropos.

Le describió como 'la viva imagen de un Gobierno agotado' y le lanzó andanadas envenenadas. Según la portavoz, 'cuanto más poder tiene Rubalcaba, menos poder tiene el PSOE', hasta el punto de que condujo a este partido a 'los peores resultados de su historia'. También le dijo que desde que está en el cargo 'nunca ha estado peor España, el Gobierno y el PSOE' y le recriminó que los socialistas no sepan 'qué hacer para bajar el paro, sólo discutir si convienen elecciones generales antes de que vuelva a subir'.

El vicepresidente primero no quiso entrar en el 'cuerpo a cuerpo' y en su respuesta se escudó para no hacerlo en una disquisición sobre las razones de la mala imagen pública que tienen los políticos. Eso sí, antes aprovechó una apostilla a ambos del presidente del Congreso, José Bono, para hacer ver que las dos preguntas, la de Rosa Díez y la suya, eran 'calcadas, son exactamente la misma'.


DEBATES TÓXICOS

Hablando de la pobre imagen de los políticos Rubalcaba aseguró: 'Si empezamos a no gustar a la gente es porque no resolvemos ningún problema', lo que causó un alboroto en los escaños del PP. Así que anunció que no quería promover un nuevo 'rifirrafe parlamentario', sino hablar del paro y buscar pactos, y para acabar sentenció: 'No voy a hacer debates tóxicos para la democracia'. Rubalcaba bajó el micrófono y se sentó en el escaño.

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