Compañeras de Judith, la ourensana asesinada en O Porriño: “Lo malo es un cliente con droga”

En esta nave vivió Judith con su pareja durante un tiempo (Vicente Alonso).
photo_camera En esta nave vivió Judith con su pareja durante un tiempo (Vicente Alonso).
Mujeres que ejercen la prostitución en la zona de Beiramar (Vigo): “No se lo merecía”

Semanas después del hallazgo del cadáver de la ourensana Judith Muñoz, de 37 años, junto al polígono de As Gándaras en O Porriño, las que fueron sus compañeras de la noche todavía no se creen lo ocurrido. La víctima, una mujer especialmente vulnerable y en riesgo de exclusión social, se veía obligada a ejercer la prostitución en la calle, una actividad prácticamente residual en ese entorno. Apenas quedan cuatro o cinco mujeres que permanecen a la intemperie en Beiramar, el último cartucho posible en una vida que les ha cerrado todas las puertas. 

Las que todavía resisten, alejadas de pisos de citas o clubes, conocían a Judith. “Venía poquito, una o dos veces por semana y no estaba mucho tiempo”, explica una de ellas.  Agazapadas en la noche, huyendo de la imagen frívola y estereotipada de la época de La Veneno, admiten “no tener miedo” pese a lo ocurrido. “Entre nosotras hablamos y nadie comentó que pudiera haber un cliente peligroso”, asegura. 

Del asesinato solo saben lo que sale en prensa, “hablan también del novio que lo están buscando… Ni idea”.  Una señala que  entre los usuarios “hay de todo, como en cualquier sitio, pero por lo general no hay problemas,  te fías por el instinto y la experiencia”. No obstante sí reconoce que “lo malo es cuando una chica tiene problemas de adicción y llega un cliente con droga,  si el hombre consume puede llegar a tener otra actitud”. Judith los tenía, aunque había logrado durante una época desintoxicarse, salir de ese mundo y  trabajar como camarera. Pero las dificultades en el camino la volvieron a arrastrar a la calle. “No se lo merecía, pobrecilla”, coinciden sus compañeras. 

“Problemas nunca tuvimos con ella y tampoco vimos nada raro”, añade otra mujer que señala que “te saludaba y era maja”. El día en el que se le vio por última vez en la madrugada del domingo “no la vi, de hecho hacía días que no la veía, porque aquí habitualmente se trabaja hasta la una, más allá de esa hora ya no hay nadie, ni siquiera vienen coches,  por las tardes se trabaja en el polígono de Porriño, lo que no sé si ella iba por allí o la trasladaron”, relata. 

Lo que no se explican es “cómo la Guardia Civil no ha hablado con nosotras, por aquí ha estado la secreta, pero ni se nos ha acercado”. Sobre si vieron ese día a alguna furgoneta similar a la que los agentes están buscando señalan “eso sí que es imposible saber, por aquí pasan todo tipo de vehículos”.

Sin recorridos largos y víctima de algún que otro intento de robo

Para las que conocían a Judith por compartir horas en la calle, es difícil creer que algún cliente pudiera llevarla hasta el lugar donde apareció en Porriño, “al menos de los que vienen aquí”. Según explican, “no nos llevan tan lejos”. La Guardia Civil mantiene abiertas dos vías de investigación sobre este crimen, una la que vincularía el homicidio con el novio, en búsqueda, y otra con un cliente. Conscientes de que están desprotegidas, insisten en que “el peligro puede estar en cualquier lugar”.  

Sí reconocen que en ocasiones se han registrado intentos de robo. “Son jóvenes que cuando ven que haces unos cuantos trabajos seguidos se creen que llevamos encima una fortuna, pero en general yo en mi caso no he sufrido incidentes graves”, explica una de las mujeres. Junto a Jacinto Benavente, todavía queda cierta actividad, muy poca, en la avenida de Beiramar hacia Bouzas. Allí son mujeres por lo general de nacionalidad rumana, que trabajan durante unas horas.  La zona dejó de ser hace unos años un “barrio rojo” de Vigo con la llegada del Auditorio Mar.

Una nave fue su anterior casa
 

En esta nave vivió Judith con su pareja durante un tiempo (Vicente Alonso).
En esta nave vivió Judith con su pareja durante un tiempo (Vicente Alonso).

Antes de trasladarse a  la vivienda de la calle Redomeira, Judith y su pareja (aún en paradero desconocido) residían en una de las naves abandonadas entre Jacinto Benavente y Marqués de Valterra.  “Vivieron allí durante un tiempo, él siempre la acompañaba, saludaba y poco más,  nunca hablamos”, explicaba una de las mujeres. La pareja abandonó dicha nave después de un incendio, igual que pasó con el inmueble que habían ocupado junto a la calle Aragón.  A principios de año,  la nave, la de la antigua Pescanova,  registró varios incendios, uno de ellos especialmente importante, que alertó a los vecinos de Marqués de Valterra, al encontrarse con grandes llamaradas.

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