Conviviendo con los piratas del Índico

La fragata Infanta Cristina acercándose al Patiño (Foto: Archivo)
Los más de doscientos militares, 136 gallegos, del buque Patiño apuran la fase final de su misión en la Operación Atalanta en aguas del océano Indico. En los últimos cuatro meses han escoltado barcos del Programa Mundial de Alimentos y han asistido a las unidades que luchan contra la piratería en Somalia.
Una débil niebla envuelve el Patiño, el buque de aprovisionamiento en combate que asiste a las fuerzas multinacionales que participan en la operación Atalanta en aguas del océano Índico. Navega a treinta millas de Yibuti y esa nebulosa cortina blanca suaviza la temperatura y matiza el color de una aguas tranquilas. Un helicóptero militar nos traslada desde el destacamento Orion, la base aérea que las tropas españolas comparten con las francesas en Yibuti, un país tan diminuto como estratégico, en el Cuerno de África.
Apenas un cuarto de hora sobre unas aguas calmas bastan para cubrir esas treinta millas que separan al Patiño de tierra firme. La bruma descubre el buque y el aterrizaje es un mero trámite para quienes están acostumbrados a pilotar en condiciones extremas. Los fugaces saludos en la cubierta aplazan las primeras conversaciones hasta el hangar. “¡Que calor más pegajoso! Menos mal que tenemos esta niebla”. Recogidos de la brisa, los 25º C se llevan peor. “Pues hoy se lleva bastante bien porque el día está cubierto”, comenta uno de los tripulantes. “Como se diría en mi pueblo,... Hasta ayer hizo bueno”, añade. “Yo soy de Ferrol y allí esa es una frase muy frecuente”.

gallegos a bordo
No es el único con raíces gallegas. De las 215 que viajan a bordo, 136 son gallegos. Los vínculos del Patiño con Galicia arrancan de sus orígenes; este buque de aprovisionamiento, que toma su nombre en honor al intendente general y pieza clave en la fundación de la Armada (José Patiño y Rosales), comenzó a construirse en 1992 en los astilleros ferrolanos de Bazán. Su entrega a la Armada llegaba en 1995 y, con 166 metros de eslora y una capacidad para 17.000 toneladas de carga, se convertía en el buque de mayor desplazamiento capaz de proporcionar todo el apoyo logístico necesario para la flota y aumentar la autonomía en aguas lejanas.
En las del Índico lleva casi cuatro meses. Zarpaba de la base naval de A Graña (Ferrol) el 21 de noviembre hacia una zona caliente, dominada por el fantasma de la piratería. “No te olvidas nunca de los que dejas en tierra y siempre hay momentos para acordarse de la familia, especialmente cuando pasas las Navidades en la mar, pero sabemos convivir con esas sensaciones”, explica Álvaro, que se erige en portavoz de un grupo que ofrece desayuno a los periodistas en el comedor. “Ahora ya pensamos más en la vuelta.
Falta un mes y la Reina Sofía parte esta semana de Rota para darnos el relevo”, apunta Javier. “El 25 o 26 de abril ya estamos en Ferrol”, añade antes de esbozar una sonrisa.

OPERACIÓN ATALANTA
La llegada del Patiño al Golfo de Adén coincidió con el momento en el que España asumía el mando de la Operación Atalanta. En un acto celebrado frente a las costas de Yibuti, a bordo de la fragata alemana Bayern, el lucense Jorge Manso relevaba al contralmirante germano Thomas Jugel en la coordinación de las fuerzas multinacionales que combaten la piratería y protegen a los buques del Programa Mundial de Alimentos que transportan ayuda humanitaria a Somalia, un país devastado por la hambruna, la sequía y los enfrentamientos entre clanes. “A mediados de diciembre, sólo unos días después de relevar al buque de asalto anfibio Galicia, realizamos la primera escolta simultanea de un convoy que llevaba comida”, explica Álvaro.
La operación Atalanta ha proporcionado protección a más de 120 buques del Programa Mundial de Alimentos en los últimos tres años; la presencia de las fuerzas multinacionales ha permitido transportar 800.000 toneladas de ayuda humanitaria y proporcionar alimentos a más de 1,2 millones de personas cada día.
El Patiño, al igual que las otras fragatas desplazadas a la zona, asiste a la flota pesquera en estas aguas del Índico; más de una veintena de atuneros españoles, la mayoría gallegos y vascos, se mantienen en la zona pese a episodios vividos por el Alakrana o el Playa de Bakio. En los momentos de mayor dificultad en la zona ha habido hasta 32 buques y 745 personas secuestradas, mientras que en la actualidad se ha reducido la efectividad de los piratas (ocho barcos retenidos y 219 rehenes).
Lo que casi nadie imaginaba es que los piratas fuesen a intentar secuestrar un gigante como el Patiño, con más de doscientos militares a bordo. Ni los propios piratas lo imaginaban, pero la madrugada del 12 de enero lo intentaron. Confundieron este buque de aprovisionamiento en combate con un mercante y se aproximaron con la intención de secuestrarlo y, tras un intercambio de disparos, intentaron huir. Un helicóptero siguió su estela y, tras una peligrosa maniobra en mar gruesa, consiguió detenerlos. Algunos estaban heridos y el comandante del Patiño ordeno subirlos a bordo; tres piratas fueron atendidos por los médicos del hospital Role 2 y uno tuvo que ser intervenido quirúrgicamente del balazo que había recibido en el tobillo.
Los seis detenidos fueron desembarcados en Yibuti ocho días después para que los trasladasen a España a la espera de un juicio en la Audiencia Nacional, pero el esquife en el que viajaban permanece en una de las bodegas del Patiño. Está expuesto como una pieza de museo, con círculos rojos que marcan los 14 impactos de bala recibidos desde el buque de guerra español. “Este es el medio de transporte más usual de los piratas somalíes, de unos diez o doce metros de largo, con motores de 70 CV”, explica Álvaro.

EPISODIO PELIGROSO
El de la madrugada del 12 de enero fue el episodio más peligroso, pero no ha sido el único momento tenso. Hace un par de semanas asomaba de nuevo el fantasma de los piratas cuando desde el buque de mando de la operación Atalanta localizaban una embarcación a la deriva a unas sesenta millas de las costa de Yemen.
“Esta vez no eran piratas”, explica Juancho, un médico de raíces gallegas que ahora reside en San Lúcar de Barrameda. “Viajaban más de cien personas, no sabíamos si eran inmigrantes ilegales o personas que simplemente huyen del hambre hacia otro país, pero no eran piratas. Iban más de treinta niños y algunas mujeres embarazadas. Tenían una avería en el motor y, junto con los mecánicos que intentaron reponer las baterías, bajamos varios sanitarios para comprobar que estaban todos en buen estado y disponían de agua y comida suficiente”.
Los técnicos del Patiño consiguieron reparar la avería, pero cuando la tripulación intentó arrancar el dhow volvió a estropearse. “El comandante ordeno remolcar la embarcación hasta el límite de las aguas territoriales de Yemen, donde fue recogida por otro barco”, explica Juancho, que apura sus últimos días en alta mar.
“La edad no perdona y este del Índico es mi último viaje, aunque podría apuntarme de forma voluntaria”, añade. “Por si las moscas, he aprovechado un fin de semana de permiso en la ciudad de Mombasa (Kenia) para hacer un safarí, algo que tenía pendiente”.

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