Una década sin Fraga

Feijoo abraza a Fraga en el Congreso de 2006 que confirmó su sucesión.
photo_camera Feijoo abraza a Fraga en el Congreso de 2006 que confirmó su sucesión.

Esta frase bien podría haber ido seguida de otra de sus contundentes expresiones: “... y punto!”. Pero, al final, ante la insistencia de varios diputados, médicos de profesión, Fraga salió del hemiciclo. Cuando retomó la palabra una hora después, lo primero que dijo fue una “disculpa y petición de perdón” porque esta indisposición le había impedido cumplir con su deber.

Así era Manuel Fraga Iribarne (Vilalba 1922-Madrid 2012), don Manuel o el León de Vilalba, que murió hace hoy una década y de cuyo nacimiento hará en noviembre cien años. Después de aquel episodio, que muchos vieron como “el último de su vida política” -como le dijo entonces Xosé Manuel Beiras-, aún volvió a presentarse a unas elecciones, que ganó pero sin mayoría absoluta para gobernar, y pasó cinco años en el Senado haciendo madrugar al personal y dando trabajo extra a los estenotipistas para seguir sus intervenciones.

Una década después, en Galicia, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, ha dejado ya su impronta igualando el récord de Fraga con cuatro mayorías absolutas.

En todo caso, en la comunidad gallega siempre habrá un antes y un después de Fraga. Al igual que en el PP nacional, donde los sucesivos relevos han desdibujado la figura de aquel político de raza que estuvo en ejercicio durante la dictadura, la transición y la democracia.

Fraga fue ministro franquista, embajador, diputado en el Congreso, eurodiputado, presidente de la Xunta, senador... y un largo etcétera de cargos -aparte de ponente de la Constitución y fundador del PP- que hacen difícil resumir su biografía, mayormente política con lo personal siempre en un segundo plano.

En esta década sin Fraga en la vida política ha pasado de todo, menos la reforma de la Constitución, o la del Senado, una de las tareas que creía que estaba pendiente. También se ha terminado la construcción de la Cidade da Cultura, en Santiago, pero muy distinta a aquel macroproyecto arquitectónico que fue su “sueño”. Además, el AVE ha llegado, por fin, a Galicia.

De quien fue uno de los grandes nombres, en lo bueno y en lo malo, para la política española y gallega, queda un busto en su localidad natal y en el Senado; el nombre de varias calles, entre ellas la avenida que lleva a la Cidade da Cultura; y algún que otro homenaje de su partido en discursos y actos. Hoy el PPdeG recordará su figura con una ofrenda floral en Vilalba.

El titular de la Xunta y líder del PPdeG, Alberto Núñez Feijóo, dijo ayer que el Ejecutivo autonómico no hará “nada” con la Fundación Manuel Fraga Iribarne “que no haga” con otras entidades gallegas de características similares aunque lleve el nombre del que fuera jefe del Ejecutivo autonómico

Nacida en 2004, la Fundacion Fraga llega al décimo aniversario del fallecimiento del que fuera figura clave en la Transición, así como en la posterior etapa democrática, paralizada y descapitalizada.

Así lo trasladó José María García Leira, vicepresidente del Patronato de la entidad, sin actividad actual y con los fondos bibliográficos pendientes de archivar, para lo que ha reivindicado la necesidad de apoyo económico y apuntado a la Xunta.

“No vamos a hacer nada que no se haga con otras fundaciones”, dijo desde Ourense el presidente Feijóo. “De momento, por lo que sé, no hay partidas específicas para fundaciones de partidos. En el caso de que las hayas estarán dentro del contexto de fundaciones o entidades similares pero no haremos ninguna cosa que no sea lo que venimos haciendo con anterioridad”, ha aseverado, preguntado por el futuro de la Fundación, declarada de interés gallego en 2005.

“Y no haremos ninguna discriminación, ni positiva ni negativa, a ninguna fundación gallega, aunque lleve el nombre de una persona que dedicó la última parte de su vida a Galicia, y que probablemente sea uno de los gallegos más importantes de su historia”, zanjó.

 

Santalices destaca su apuesta por el autogobierno gallego

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Cuando Manuel Fraga sufrió una lipotimia en el Parlamento en 2004, en pleno discurso del debate sobre el estado de la autonomía, se negó hasta tres veces a “descansar un poquito”, como le pidió el conselleiro de Sanidad, a quien al final le espetó: “He dicho que no”.

Esta frase bien podría haber ido seguida de otra de sus contundentes expresiones: “... y punto!”. Pero, al final, ante la insistencia de varios diputados, médicos de profesión, Fraga salió del hemiciclo. Cuando retomó la palabra una hora después, lo primero que dijo fue una “disculpa y petición de perdón” porque esta indisposición le había impedido cumplir con su deber.

Así era Manuel Fraga Iribarne (Vilalba 1922-Madrid 2012), don Manuel o el León de Vilalba, que murió hace hoy una década y de cuyo nacimiento hará en noviembre cien años. Después de aquel episodio, que muchos vieron como “el último de su vida política” -como le dijo entonces Xosé Manuel Beiras-, aún volvió a presentarse a unas elecciones, que ganó pero sin mayoría absoluta para gobernar, y pasó cinco años en el Senado haciendo madrugar al personal y dando trabajo extra a los estenotipistas para seguir sus intervenciones.

Una década después, en Galicia, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, ha dejado ya su impronta igualando el récord de Fraga con cuatro mayorías absolutas.

En todo caso, en la comunidad gallega siempre habrá un antes y un después de Fraga. Al igual que en el PP nacional, donde los sucesivos relevos han desdibujado la figura de aquel político de raza que estuvo en ejercicio durante la dictadura, la transición y la democracia.

Fraga fue ministro franquista, embajador, diputado en el Congreso, eurodiputado, presidente de la Xunta, senador... y un largo etcétera de cargos -aparte de ponente de la Constitución y fundador del PP- que hacen difícil resumir su biografía, mayormente política con lo personal siempre en un segundo plano.

En esta década sin Fraga en la vida política ha pasado de todo, menos la reforma de la Constitución, o la del Senado, una de las tareas que creía que estaba pendiente. También se ha terminado la construcción de la Cidade da Cultura, en Santiago, pero muy distinta a aquel macroproyecto arquitectónico que fue su “sueño”. Además, el AVE ha llegado, por fin, a Galicia.

De quien fue uno de los grandes nombres, en lo bueno y en lo malo, para la política española y gallega, queda un busto en su localidad natal y en el Senado; el nombre de varias calles, entre ellas la avenida que lleva a la Cidade da Cultura; y algún que otro homenaje de su partido en discursos y actos. Hoy el PPdeG recordará su figura con una ofrenda floral en Vilalba.

 

 

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