El PET-TAC ha supuesto una revolución permitiendo diagnósticos adelantados de gran precisión

Detectar tumores todavía invisibles

El cáncer puede detectarse antes de que se manifiesten signos físicos gracias al PET-TAC, la tecnología que permite localizar tumores de sólo cuatro milímetros. El Meixoeiro, el único hospital público de Galicia que dispone de este sistema, lleva dos meses aprovechando las posibilidades de diagnóstico y seguimiento que ofrece esta técnica. Hasta hace dos meses sólo la clínica privada Modelo de A Coruña disponía de este avance tecnológico, pero el CHUS de Santiago podría incorporarlo este año; el complejo compostelano cuenta con el único ciclotrón de España para la elaboración de los radiofármacos que se inyectan a los pacientes.
Es la herramienta más efectiva para la detección precoz del cáncer, enfermedades neurológicas y cardiovasculares porque combina dos técnicas de imagen: la Tomografía por Emisión de Positrones (PET) y la Tomografía Axial Computerizada (TAC). La primera facilita, además de la toma de imágenes, la exploración de la actividad de los tejidos y células; la segunda captura la anatomía del cuerpo.

La tomocámara, una máquina única, supone un gran avance porque detecta tumores antes de que manifiesten signos externos, algo impensable hasta la incorporación de esta tecnología a los hospitales. El PET-TAC permite realizar un seguimiento de la evolución del cáncer detectado y valorar con precisión la respuesta de un paciente a los tratamientos de quimio o radioterapia.

La aparición del PET-TAC supuso una revolución. La revista Time lo consideraba en el año 2000 ‘el invento médico más importante’. El padre de la criatura, el doctor David Townsend, era más modesto en la visita a Galicia que realizaba hace un par de meses, pero reconocía que esta herramienta había supuesto un importante avance para localizar tumores, comprobar si existe metástasis y realizar el seguimiento del tratamiento.

‘Ofrece la posibilidad de diseñar tratamientos a la carta y ofrecer una atención más personalizada a los pacientes’, destacaba Townsend en una conferencia impartida en el Complejo Hospitalario Universitario de Santiago, que podría ser el siguiente en incorporar el PEC-TAC.

En condiciones


‘Reunimos todas las condiciones para incorporar este instrumento y convertirnos en el centro de referencia para la provincia de A Coruña’, indica Jeró nimo Corteza, coordinador del Área de Oncología del Instituto de Investigaciones de Santiago (IDIS). ‘El CHUS dispone del único ciclotrón para la elaboración de radiofármacos, una resonancia molecular magnética y los medios técnicos más avanzados para la lucha contra el cáncer’.

El único hospital público de Galicia que en la actualidad cuenta con este equipo es el Meixoeiro de Vigo. Su puesta en marcha, en el mes de marzo, exi gió una inversión de 4,2 millones de euros: 2,8 para el aparato que diagnostica lesiones hasta ahora inexistentes y 1,4 para las obras de reforma de las instalaciones. Antes de que se incorporase a la sanidad pública, sólo la clínica Modelo de A Coruña disponía de esta herramienta.

Tumores de cuatro milímetros ya no pasan desapercibidos para este avanzado sistema diagnóstico, que realiza múltiples capturas y las agrupa en una imagen única. El PET se encarga de detectar tumores, aunque no hubiesen manifestado signos externos; el TAC permite conocer la forma y aplicar el tratamiento con radiofármacos producidos por el ciclotrón que el Servicio Galego de Saúde tiene en Santiago de Compostela.

Antes de realizar la exploración con la microcámara se inyectan las sustancias glucosas (radiofármacos) que se concentran en los tumores y facilitan la localización del origen del cáncer. Es un tratamiento delicado y una comisión se encarga de decidir la conveniencia del PET-TAC para el paciente en los casos en los que se genere algún conflicto.

Los oncólogos confían el éxito de los tratamientos a las técnicas menos agresivas para los pacientes

Las sesiones de radioterapia están sometidas a continuas mediciones y controles para evitar la mínima posibilidad de sobre exposición, tanto en los pacientes como en el personal sanitario. Las dosis son cada vez menos agresivas y nocivas para los órganos próximos al tumor.

‘En el búnker de Oncología del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago, por el que pasan más de cien pacientes al día, extremamos las precauciones en el blindaje de las instalaciones y en la aplicación de los tratamientos que remiten los especialistas’, explica Miguel Pombar, jefe del Servicio de Radiofísica y Protección Radiológica del CHUS. ‘Podemos realizar un tratamiento individualizado a los pacientes, con las dosis adecuadas y las técnicas menos agresivas en cada caso’.

El hospital compostelano ha incorporado en los últimos años las técnicas más novedosas para combatir la enfermedad. Algunas pacientes con cáncer de mama pueden ahorrase hasta seis semanas de sesiones; la radioterapia intraoperatoria permite extirpar el tumor, siempre que sean inferiores a los tres centímetros, y radia a las pacientes en unos minutos.

La incorporación de otra técnica quirúrgica, la Sugarbaker, permite extraer el tumor y someter al paciente a quimioterapia, logrando una supervivencia de cinco años en un 65% de los pacientes que no sobrevivirían más de uno. El servicio de Oncología ha situado entre sus prioridades lograr el mejor tratamiento y más eficaz, disminuyendo la mortalidad y aumentando la calidad de los enfermos.

La combinación de quimio y radioterapia ha ofrecido resultados ha situado al hospital compostelano entre los más prestigiosos; la renovación tecnológica, el trabajo multidisciplinar y la investigación continua han sido fundamentales para la evolución de los tratamientos.

La confirmación diagnóstica del cáncer pulmonar ha alcan zado niveles difíciles de imaginar hace unos años. Los pacientes pueden saber en 11 días si tienen un tumor y, en caso positivo, recibe el tratamiento en cuarenta días. Los plazos también se han acortado en los casos de cáncer de mama y colorrectal.

También es el hospital de referencia para el tratamiento y estudio de tumores intraoculares, que se combaten con semillas de yodo. Los especialistas escogen las láminas en función del tamaño del tumor y de su distancia del nervio óptico para que la radiación no afecte al transmisor que envía la información visual al cerebro. Las sesiones no se prolongan más de dos semanas, pero sus efectos se aprecian cuando pasa bastante más tiempo: el tumor no desaparece, pero deja de crecer. La radioterapia con yodo 125 evita la extirpación del ojo, a la que sólo se recurre cuando el tumor es muy grande y la radiación puede afectar a tejidos sanos.



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