A un metro

Escribir la pandemia 25 años antes

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photo_camera Entrada trasera del cementerio de Boisaca.

Arturo Lezcano publicó 'Os dados de Deus' en la editorial Galaxia en 1994 y en el relato 'Apocalipse' describe situaciones que se asemejan a lo que está sucediendo con la actual crisis sanitaria provocada por el coronavirus

En la trasera del cementerio de Boisaca, donde Santiago confina a los ausentes hasta el reencuentro prometido en la eternidad, los obreros que adecentan la calle abren la fiambrera para almorzar. Había llegado el rumor de que el crematorio que gestiona la empresa Albia funciona como un alto horno al incinerar cadáveres que está dejando la pandemia por el coronovirus COVID-19 y que en otras comunidades más castigadas, como Madrid, no dan abasto para convertir en cenizas.

Pero de la chimenea no sale humo y a estas horas hasta el aparcamiento del tanatorio está en soledad. De repente aparece un coche fúnebre, se baja un operario, entra en la oficina y al minuto se va por donde había venido.

Una mujer aparca a un centenar de metros del tanatorio, coge un ramo de flores y se adentra en el camposanto. En Boisaca se oye la incipiente actividad del polígono industrial del Tambre. Un par de fotos después para no desaprovechar el paseo, el remanso que se percibe hace presagiar que no hay reportaje, aunque también dijo Abraham: "Dios proveerá". 

Como si se tratase de una prueba de fe, a través del WhatsApp entra la captura de pantalla de un libro: "(...) Todo comezou como a peste negra. O enfermo (primeiro, uns poucos, illados, logo con caracteres epidémicos, en cantidades masivas ao final) sufría misteriosas infeccións, devecía e remataba baleirándose como un fol. En Nova York, e simultáneamente en París, Tokio, Madrid, Moscova, Londres, Sydney, Nova Deli, O Cairo, Kinshasa, Estocolmo... e despois nas cidades de menos dun millón de habitantes, de menos de cen mil, de menos de cincuenta mil, a xente morría a miríades, nas súas casas, nos seus empregos, nas rúas, nos espectáculos, ao volante, no leito do amor, nos enterros".

Un hombre aparece con paso apresurado por el corredor central. Pregunta al periodista si le pasa algo, se presupone por el careto de pasmo. Sigue su camino al escuchar que sólo es asombro por la lectura de un texto que describe la actual crisis sanitaria. La siguiente captura del libro, todavía sin desvelar el autor ni la fecha de publicación, aumenta la sopresa.

Por el color macilento de la página se puede inferir que tiene ya unos años, pero los hechos que narra paracen del periódico del día. "Os enterramentos individuais, con caravana fúnebre, cederon o paso aos xigantes da estrada, os 'trailers' que transportaban, sobre as súas dúas plataformas, en vez das relucentes, vivas cores dos automóbiles recén feitos, a preta liña rectangular dos cadaleitos, estibados a presión e, nos mínimos ocos, as extremidades inertes, desconxuntadas, dos defuntos sen teito. Os aínda superviventes da pandemia, paralizados polo medo ao paso dos grandes camións, oían no seu corazón, o eco do renxer das madeiras das caixas. Os mortos eran enterrados debaixo dos antigos cemiterios de automóbiles, en inmensas foxas comúns e, axiña, incinerados nas piras, os fumes das cales sucederan no envenenamento colectivo ás chemineas industriais e aos vehículos". A continuación llega la aclaración del que facilitado el soplo. "Flipa, se trata de un libro escrito por Arturo Lezcano en 1994".

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'Apocalipse'

Ruco, como le conocían, publicó hace 26 años en la editorial Galaxia el libro de relatos 'Os dados de Deus". Los párrafos transcritos pertenecen a 'Apocalipse'. Este periodista ourensano, fallecido en enero de 2019, comenzó su carrera en La Región, fue discípulo de Vicente Risco, dirigió Ferrol Diario, fue el primer defensor del lector en La Voz de Galicia y después continuó escribiendo en el periódico de su ciudad. El periodista Fernando Ramos lo calificó en una necrológica en La Región como "el último caballero de una mesa redonda del periodismo ourensano, donde velaban sus armas Alonso, Ellacuriaga, Rey, Alvarado, Reza, y otros a veces ocultos tras pseudónimos como Carlos Almendrares, Gwede, Outeiriño padre, Maribel…".

Recuperemos la premonición sin destripar el final del relato: "Pois chegou un día no que, sen que ninguén o decretara, pararon as fábricas e detívose o tráfico, lexións de moinantes, vagos, místicos, supersticiosos, delincuentes, desesperados, fixéronse donos das rúas, onde se entregaban a tremendas flaxelacións, que culminaban en promiscuos orgasmos. En menos dun ano, as nacións atomizáronse en irreconciliables grupellos vinculados polos máis pintorescos, sutís, e heteroxéneos lazos, e á mortandade da peste rediviva veu sumarse unha crónica guerra universal en anacos". Palabra de Ruco.

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