Los aloitadores salieron sin heridas graves de su pugna con las 'bestas'

La 'Rapa' de Sabucedo atrae a miles de personas

Un aloitador pugna en el curro.
La espectacular lucha entre caballos y hombres volvió a atraer la mirada curiosa de más de 10.000 personas que se dieron cita en la localidad pontevedresa de Sabucedo, en el municipio de A Estrada, para asistir a la popular fiesta de la 'Rapa das Bestas'.
La 'Rapa', declarada de Interés Turístico Internacional, comenzó el sábado con el ascenso al monte en busca de las manadas de equinos que viven en libertad. Alrededor de doscientas cabezas fueron guiados hasta el 'curro', un recinto cerrado donde los 'aloitadores' luchan cuerpo a cuerpo con los caballos para cortar sus crines, desparasitarlos, y marcar a los ejemplares más jóvenes si fuera necesario.

Ayer, poco antes del mediodía, los graderíos instalados alrededor del 'curro' ya estaban llenos hasta la bandera y los asistentes aguardaban la llegada de los caballos bajo el sol para asistir a la segunda rapa, la más popular y concurrida.

A las doce, los animales fueron entrando poco a poco en el curro, bajo la atenta mirada de los visitantes, y aguardaron, revoltosos, la llegada de los 'aloitadores', para librar su épica contienda.

En el foso, los equinos mostraban su bravura irguiéndose sobre sus patas traseras y abriendo la boca en actitud amenazante, mientras los espectadores jaleaban a los más de veinte 'aloitadores' que accedieron al curro para separar primero a los potros de los adultos.

Los más pequeños del pueblo colaboraron en esta tarea, guiados por los más veteranos, para iniciarse en este ritual ancestral y asegurar, así, que la tradición siga viva.

Una vez retiradas las crías, llegó la hora de la verdad, el turno del 'aloitador', que, con su experiencia y habilidad, logran encaramarse al lomo del animal y reducirlo para cortar sus crines.

Michel Touriño es uno de ellos. Comenzó a participar en la rapa cuando tenía 9 años y lleva ya treinta años saltando al 'curro'. Él considera que la rapa es un acto de amistad y compañerismo, ya que los 'aloitadores' forman una piña para reducir al caballo. Aunque en esta ocasión no ha habido que lamentar heridos graves, no todos los 'aloitadores' salen bien parados de la contienda, ya que sufren pisotones, magulladuras y algún que otro mordisco.

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