Las minas de As Pontes y Meirama echan el cierre ante las exigencias del Protocolo de Kioto

Las térmicas prescinden del carbón autóctono

La nueva normativa europea de gases contaminantes, que obliga a reducir la emisión de dióxido de azufre, fue el tiro de gracia para las dos grandes minas de carbón de Galicia. Los yacimientos a cielo abierto que Endesa y Fenosa tienen en As Pontes y Meirama echaron el cierre coincidiendo con la entrada del año. Las máquinas abandonan la mina, pero las centrales térmicas van a seguir funcionando con carbón importado de Indonesia y Estados Unidos.
Los sacos que los Reyes Magos utilizan para llevar el carbón llegaban a Galicia siempre vacíos. Sabían que en las minas de As Pontes y Meirama (Cerceda) tenían la posibilidad de suministro en caso de que algún niño no mereciese regalo. El carbón que las madrugadas del 6 de enero depositaban al pie de la chimenea de muchas cocinas gallegas no venía de Oriente, era autóctono.

Fue así toda la vida, desde que en los años cuarenta comenzó a explotarse el yacimiento pontés. Este año, no. El carbón era distinto, no era lignito pardo gallego. Sus Majestades tuvieron que venir con sus sacos cargados desde Oriente porque sabían que en Galicia habían cerrado las dos grandes minas a cielo abierto después de casi siete décadas. Aunque las extracciones en As Pontes comenzaron en los años cuarenta cuando la empresa Calvo Sotelo construyó una central térmica y un complejo carboquímico, Endesa no asumiría la explotación del yacimiento hasta 1976. Fueron más de tres décadas en las que las máquinas arrancaron de la cuenca del Eume 262 millones de toneladas de lignito pardo. La última remesa salió el 27 de diciembre de 2007, el día en el que pararon las máquinas.

Llega la mudanza

Apagados los motores, es momento de mudanzas. Excavadoras, apiladoras y cintas transportadoras tendrán que abandonar el gran boquete que han ido escarbando en las últimas décadas. En la maquinaria minera también funciona el mercado de segunda mano; la empresa polaca KWB ha comprado cinco cabezas de cinta y dos excavadoras. ’Fueron muchos años trabajando aquí y ahora llega la hora de echar el cierre. Es un momento importante, pero no traumático; todo sigue un guión y los plazos están establecidos desde hace tiempo’, explica Francisco Aréchaga, director de la mina. ’Nuestro lignito -añade- contiene un 2,7% de azufre y es inviable seguir generando energía eléctrica con esta materia prima. Sabíamos que la nueva normativa establecía estos límites y obligaría a recurrir a carbón foráneo’.

La importación no es ninguna novedad. La térmica de As Pontes, tras la transformación de tres de los cuatro grupos de la central, lleva más de una década recibiendo carbón de Indonesia y Estados Unidos. En primavera finalizará la adaptación del último grupo y se cerrará el ciclo para comenzar una nueva etapa en la que se tratará exclusivamente mineral asiático.

Endesa estima que tiene capacidad para tratar más de cinco millones de toneladas de mineral cada año. Vienen del sureste asiático en cargueros de 60.000 toneladas y cruzan medio mundo para calentar la térmica pontesa. La hulla subituminosa toma el relevo y jubila el lignito pardo gallego. El mineral importado también será el único empleado en la central de Meirama para generar los millones de kilowatios de energía consumidos por particulares y empresas gallegas y de otras comunidades. Aún quedaba carbón autóctono en los yacimientos, pero su reducido poder calorífico y su alta carga contaminante obliga a Fenosa -igual que a Endesa- a optar por la materia prima foránea para reducir sus emisiones e intentar aproximarse a las exigencias del Protocolo de Kioto. El objetivo es reducir en un tercio las emisiones de gases a la atmósfera de la central de Cerceda, que junto a la de As Pontes, figura entre las plantas más contaminantes de Europa.

Aunque la mina de Meirama cierra tras más de un cuarto de siglo de actividad, la térmica de Fenosa seguira funcionando con el mineral importando del extranjero. Las cosas van a cambiar poco para los vecinos de las aldeas próximas, que llevan años viendo sus casas y cosechas cubieras de ceniza y polvo. ’Cierran la mina, pero no se soluciona nuestro problema’, lamenta Carmen, desde su terraza con vistas a una gran cinta transportadora de carbón. ’Esa cinta es la verdadera escombrera. El carbón que traigan de fuera va a seguir arrojando polvo como lo hacía el autóctono’, afirma. Carmen pone voz a un malestar que otros vecinos manifiestan a través de pancartas que cuelgan de balcones o aportan un toque reivindicativo a las huertas de la zona. La clausura definitiva de los yacimientos no va a calmar sus protestas ajenas a kilowatios, protocolos, cambios climáticos y ciclos combinados. Kioto les queda demasiado lejos, el problema lo encuentran cuando ponen un pie en la calle o asoman la cabeza por la ventana.


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