Lana del Rey goes rock

Fotografía facilitada por Universal Music de Lana del Rey cuyo tercer disco, "Ultraviolence", uno de los más esperados del año, sale a la venta
photo_camera Imagen promocional del tercer disco de Lana del Rey, "Ultraviolence"

Lanza nuevo disco, "Ultraviolence", en el punto intermedio entre rocosidad y elegancia

Violencia y sometimiento, amores finiquitados por la vía dolorosa, armas, bourbon y hasta alguna referencia bíblica pueblan el imaginario de este trabajo que hoy sale a la venta en formato digital -mañana en formato físico- y que, como la serie de televisión "True detective", recupera la vigencia de la crónica negra socio-musical del árido sur estadounidense.

Alto era el listón que Del Rey debía igualar tras convertir su anterior álbum en la revelación de 2012, el quinto más vendido en todo el mundo con una estrategia basada sobre todo en la viralidad de internet y en una propuesta de corte retro que, paradójicamente, sonaba muy fresca y que se dejaba querer como independiente, aunque detrás hubiese mucho poderío económico y publicitario.

Sin perder de vista las señas que hicieron de ella un producto fácilmente reconocible, "Ultraviolence" (Universal Music) se interna en nuevos caminos merced a su alianza con el cantante y vocalista de The Black Keys, Dan Auerbach, en calidad de productor.

La levedad de los años 40 y 50 se hermana con la incipiente dureza rock de los 70, del exotismo colonialista de Shangai parecemos transportados a los bares de asueto americanos en el Vietnam bélico y de la exaltación amorosa de "National Anthem" se despierta uno en el sudoroso clímax sexual del loable "West coast" o en el suplicio de "Cruel world".

En los seis minutos y medio de este primer corte del repertorio, hondo pero expansivo bajo el dominio del bajo y el bombo, la artista reafirma que no se conforma y, en pos de su objetivo, se deja impregnar por el talento e inspiración de otros.

Auerbach, al que supuestamente conoció en una fiesta en la que descubrieron sus múltiples coincidencias en gustos musicales, se hace presente en numerosos instantes de brío roquero, como la sacudida final de guitarra de "Shades of cool", en un giro inesperado para un tema que nace más soul, aparentemente bajo el influjo vocal del "Loving you" de Minnie Riperton.

De no haber sido por el destino, el mismo día de la muerte de Lou Reed, Del Rey debería haber grabado con él una de las joyas de este álbum, "Brooklyn baby".

"Well, my boyfriend's in the band, he plays guitar while I sing Lou Reed, I've got feathers in my hair I get down to Beat poetry", canta en el pegadizo estribillo de este tema, un tanto naif en su temática pero melódicamente muy efectivo, con una voz lúgubre de fondo que parece despertar el fantasma del neoyorquino maldito.

Los violines que dominaban "Born to die" son menos abundantes, pero aún se escuchan en el sencillo que titula el disco y que, además de un par de frases en español, contiene lo que parece la glorificación de una relación dependiente sacudida por la violencia, al cantar: "He hit me and it felt like a kiss" ("me golpeó y lo sentí como un beso", en español).

Del Rey parece postularse como el reemplazo natural de Patsy Cline en el siglo XXI, sobre todo en canciones como la postrera "The other woman", versión de Nina Simone, y bien define el sentimiento de este disco en el verso clave de otro tema: "I'm pretty when I cry", o lo que es lo mismo, "soy bella cuando lloro".

No se limita siempre al papel de víctima y saca las uñas cuando quiere. "'Fucked My Way Up To The Top' es una canción sobre una cantante que me acusó de no ser auténtica, pero luego me robó el estilo y lo copió descaradamente", protestaba en una entrevista, lanzando un puñal que numerosos periodistas vieron dirigido contra la joven y deslenguada Lorde.

"Lo que yo hago, lo hago mejor. No tienes nada, yo pasé la prueba y soy la mejor", reivindica en ese tema, en el que aún va más allá. "Soy el dragón y tú la furcia", apostilla, por si no había quedada clara la intencionalidad ofensiva.

En menos de un mes, exactamente el 5 de julio, el público del Festival Vida de Vilanova i la Geltrú, en Barcelona, tendrán la oportunidad de comprobar si la evolución discográfica de Del Rey se palpa también en su único directo en España, con la sangre de estas heridas musicales aún frescas.

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