Acisclo Novo, relato en bronce

Gigantesco, erguido sobre sus ocho tentáculos, con una mirada inteligente, enigmática y al mismo tiempo bondadosa. Así es el pulpo creado por Acisclo Novo (Ourense, 1970) que ya forma parte del paisaje urbano de O Carballiño, ya es una de sus señas de identidad, como el templo de la Vera Cruz, el Balneario o el río Arenteiro. El bronce es el material preferido de este escultor que alterna este trabajo en sus estudios en Cea y Madrid con el diseño industrial y la escenografía, las tres facetas en las que desarrolla toda su fuerza creativa, que no es poca. Le gustaba la escultura pero fue a estudiar filosofía a Salamanca ¿Por qué? La escultura es algo que forma parte de mí desde siempre. Me parecía tan normal que no lo consideraba una materia de estudio. Lo que me parecía serio era ir a estudiar filosofía en Salamanca. Enfermé, dejé la carrera y acabé estudiando Bellas Artes en Barcelona, donde hice escultura y diseño industrial, las dos actividades profesionales a las que me dediqué y dedico. Dos actividades muy creativas, ¿no es así? Sí. El diseño industrial me parece muy interesante y he de confesar que en él me refugié cuando la escultura me parecía una actividad imposible. He tenido la suerte de desarrollar una faceta muy creativa en el ámbito del diseño industrial, por ejemplo, en Sargadelos, en el sector de la moda, realizando escenografías para desfiles, por ejemplo para Adolfo Domínguez. Como escultor ¿qué prefiere? ¿dedicarse a las grandes obras en espacios públicos, como este pulpo que acaba de inaugurar en O Carballiño? ¿para colecciones privadas?… Mi proyecto en estos momentos se centra en las obras de carácter público. Creo además que los tiempos en los que había mecenas que adquirían grandes obras, coleccionistas privados que acudían a exposiciones o a galerías para ver y comprar escultura ya no son lo que eran. Digamos que esa actividad se ha caído a mínimos, con respecto, por ejemplo, a hace un par de décadas. Ya no hay esa presencia de los mecenas que antes se veían. Es posible que en otros lugares existan, pero aquí, en Galicia, no. La última obra de gran formato que hice para un comprador privado fue por encargo del recientemente desaparecido empresario, intelectual y músico, Moncho Castromil, hace ya tiempo. No digo que en el futuro no vuelva a hacer alguna exposición, pero ahora lo que me interesa es la obra pública de gran formato. A día de hoy es el tipo de escultura que puede ver la gente. Acisclo Novo. ¿Recuerda cuál fue su primera gran obra pública? Yo creo que fue “A árbore da memoria”, un encargo del Concello de Amoeiro, siendo su alcalde Rafael Villarino. El pulpo parece que acaba de salir del mar. Hasta la pátina tiene ese aire marino. Hay una pátina deliberada, para lograr esos matices de colores que sobresalen del bronce, pero con el paso del tiempo, el entorno y la obra interactúan y va evolucionando. Creo que eso forma parte de la belleza de una obra en bronce. ¿Empieza la vida de una escultura cuando llega a su emplazamiento? Es la mística de la escultura. La obra llega. Ocupa su espacio de golpe y luego se hace dueña de su espacio. Es una cosa misteriosa. Pero te encuentras con mucha gente que dice, “cuanto más la veo, más me gusta”. En realidad es que cada vez la ves más en su propio espacio. Se adueña del lugar hasta formar parte de él. Pero eso es gracias a su singularidad. Si no existe singularidad, pasará inadvertida. Antes mencionaba a Árbore da Memoria, de Amoeiro, acabamos de hablar del Pulpo de O Carballiño, ¿Cómo conforma esas grandes esculturas urbanas? ¿Busca una idea que se asocie a la ciudad o al lugar? ¿Hay algún nexo de unión entre la obra y su emplazamiento? Esa es mi idea, que exista un nexo de unión, ya sea un relato, un mito, de manera que cada escultura se convierta en un icono del lugar, de la ciudad en la que está. Por poner un ejemplo muy cercano, para Ourense he realizado una escultura por encargo de la Diputación, “Pai Miño”, que tiene mucho que ver con elementos trascendentes de la ciudad, como es el río y el termalismo. Ahora estoy con un proyecto para Santiago a partir de un personaje que forma parte indisoluble con el origen de la ciudad. Paio de Solovio, el anacoreta que vio por primera vez brillar las estrellas que marcaban el lugar en el que estaba el sepulcro del Apóstol. A partir de su mirada al cielo se funda una de las ciudades más bellas del mundo. A mí me interesaba resaltar la figura de ese personaje, su gesto poético, que es anterior al obispo de Iria Flavia y a toda la parafernalia que llegó después. ¿Hay entonces, un trabajo previo por su parte, antes de que se fragüe un encargo? Estoy trabajando constantemente y a veces una pieza, nacida con otro propósito, de repente, te inspira una de esas obras. Por poner un ejemplo. Hace tiempo que estoy trabajando en una serie muy larga de piezas, unas grandes, otras más pequeñas, unas en bronce, otras en aluminio, que son esclavos. Hay uno que me gusta mucho, con barba, que está sentado y me di cuenta un día que podía ser Hércules. Tiene una salpicadura de cera que es como si le salpicara el mar. Entonces imaginé esa pieza en tamaño natural y pensé “qué bonita sería para Coruña, un Hércules cansado, descansando frente al mar, mientras le salpica el agua”. Imagino que dentro de un año o año y medio pasaré por allí y llevaré la pieza con mi propuesta. Que, por otra parte, es lo que hago actualmente. Preparo una pieza a escala, en bronce y la llevo allí donde creo que su presencia cobraría sentido. Por ejemplo, tengo pendiente un Baco que echa vino por la boca para Ribadavia… Ese es mi proyecto de hoy día. ¿Son receptivas las instituciones a esa iniciativa suya? Creo que está funcionando. Unas son más receptivas que otras. Y no tiene que ver con su color político, sino de las personas y de su capacidad para percibir con sensibilidad lo que les quieres mostrar. Parece inevitable la última pregunta. Acisclo Manzano: ¿influyó en usted? ¿qué tienen en común? ¿Condiciona su carrera ser su hijo? Somos muy diferentes. Creo que eso se pudo percibir en la exposición que hicimos juntos en el centro cultural Marcos Valcárcel. Ocupamos prácticamente todo el edificio. La obra de mi padre era la parte lírica, poética. La mía yo la titulé “narrativa breve”. Cada uno lleva su propio camino. Tenemos en común que somos dos escultores natos. Más él, naturalmente, porque fue por delante y creo que en mi caso no habría sido tan fácil encontrar ciertas claves si no fuera porque él me las fue diciendo. Por ejemplo, “una pieza tiene que transmitir”. Con eso es suficiente, porque te vacuna contra cosas de las que no quieras estar orgulloso. Y sobre todo, el amor por la escultura.