ICONOS

La belleza, según Julia M. Cameron

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photo_camera Julia Margaret (1867).

Mujer viajada, amante de la poesía y de la belleza, su vida fue un acertijo de caminos entre la Inglaterra victoriana y el mundo colonial.

Julia Margaret Cameron (Calcuta, 1815-1879) representa hoy la esencia fotográfica del pictorialismo, pero en su día, la vida de esta aristócrata casada con un jurista y propietario de una gran plantación en Ceilán, veinte años mayor, tendría muchas derivadas y no pocas críticas; entre otras su poco apego a las convenciones del género y el hecho de ser mujer en un mundo de hombres.

Mujer viajada, amante de la poesía y de la belleza, su vida fue un acertijo de caminos entre la Inglaterra victoriana y el mundo colonial. De refinada educación -Francia e Inglaterra- era hija de un gran ¨mentiroso” y bebedor, ¨el más grande mentiroso de la India”, como escribiría años más tarde su sobrina nieta Virginia Woolf, a quien, en su día, confinarían dentro de un barril de ron con destino a Inglaterra. El refinamiento sería por parte de madre, francesa, hija de Chevalier Antoine de L'Etang, uno de los pajes de María Antonieta, quien estaría en prisión con la reina hasta su muerte; su juventud lo salvaría de la guillotina; lo del exilio en la India se supone que fue una alivio. A su madre, la visión de su marido así, en el interior de un barril de ron le provocó el espanto, la nebulosa y su muerte. 

En 1863, a Julia Margaret Cameron -48 años- uno de sus hijos, Julia, le regalaría una cámara de fotos, construida en madera, un invento propicio para combatir la soledad en Freshwater, minúsculo pueblo en la Isla de Wight donde vivían, donde la ausencia de su marido por viajes era una constante. A la casa le cambiaría la piel; un estudio, donde antes había un gallinero, el cuarto oscuro se instaló en la carbonera. Desde entonces el mayor de los perfumes que impregmaría el ambiente sería el de sus químicos. Sus primeros retratos serían sus vecinos, Annie Philpot, hija del poeta William Benjamin Philpot. En esa imagen primigenia estaría ya la esencia de su trabajo, desenfoque, iluminación intensa, primeros planos, desapego de lo real; escenificaciones inspiradas en la biblia, en la literatura o en mundos alegóricos a los que por su posición tenía acceso. Así Julia vería la luz, vía libre a su creatividad, donde las convenciones del género se saltaban por la mediana sin contemplaciones. ¿Experimentación, osadía? Puede que de todo un poco. Sus instructores fueron Oscar Reijlander y Lewis Carroll, del resto se encargaría ella. 

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