Los bolsillos, detalles que marcan la desigualdad

Ejemplos de bolsillos.
photo_camera Ejemplos de bolsillos.

Aunque su comodidad nos haga dar por sentada su existencia, los bolsillos tal y como hoy los entendemos nacieron en el siglo XVII, pero solo en la vestimenta masculina. En el caso de las mujeres, la desigualdad sigue y, aunque hoy se incorporan a las prendas femeninas, su utilidad sigue estando más que cuestionada

¿DÓNDE SE GUARDA EL DINERO?

La moda es mucho más que la ropa que nos ponemos por la mañana. Su evolución es uno de los más fieles espejos de los cambios sociales y acontecimientos históricos y, a través de ella, los más revolucionarios han hablado.

Y en todas nuestras prendas, también en el calzado, existen detalles que, aun siendo pequeños, hablan de la mismísima evolución de la civilización. Uno de esos detalles a los que estamos tan acostumbrados que ya casi ni repararamos en él son los bolsillos, algo que refleja también la desigualdad entre hombres y mujeres.

DESDE LA EDAD MEDIA

La necesidad de acompañar la vestimenta con un bolso en el que guardar pertenencias viene ya de la Edad Media. Entonces, eran pequeñas bolsas que se ataban a los cinturones pero los objetos personales quedaban demasiado expuestos. Eran tiempos de hambre en los que la prudencia recomendaba esconder el dinero o la comida. 

Fue así como empezaron a cobijarse en el interior de las prendas. Primero atándolos a la cintura debajo de la ropa y, a partir del siglo XVII, cosidos en la parte interior de la ropa. En este preciso instante nacía la desigualdad. 

Los bolsillos tal y como hoy los conocemos surgieron ligados a la vestimenta masculina. Eran los hombres quienes gozaban del “privilegio” de contar con bolsillos en el forro de sus abrigos o pantalones. Las mujeres seguían con el método antiguo de un bolso atado a la cintura. Accesible sólo levantando capas y capas de faldas y enaguas. La gran innovación en este sentido fue abrir un acceso en el lateral de las faldas para acceder directamente.

NACE EL BOLSO QUE CONOCEMOS

En plena revolución industrial, la figura femenina pedía paso y desterraba las enaguas y sus exagerados volúmenes. Pero seguían sin aparecer los bolsillos, sino que, en su lugar, nacía el concepto de bolso que hoy conocemos, que se trasladaba de la cintura al brazo, mientras que los hombres ya nunca más renunciaron a ellos. Se suponía entonces que, total, las mujeres no necesitaban llevar nada de valor encima.

Pero llegó el siglo XX y con él la revolución total de la moda, sobre todo de la femenina. Los bolsillos eran un símbolo de la hegemonía masculina y, como tal, colectivos de reivindicación como las sufragistas comenzaron a cosérselos a sus faldas a la vista y a modo de protesta.

Los tiempos de guerra llevaron a las mujeres al mundo del trabajo y, en este ámbito, la comodidad es vital. Coincidió además con la época en la que los pantalones se incorporaron al vestuario femenino. Fue a principios del siglo pasado cuando ellas experimentaron, por fin, la utilidad de los bolsillos, pero no sería definitivo.

ROMPEN LA SILUETA

Los bolsillos sirven para guardar cosas, eso es evidente. Y las cosas ocupan sitio. Y eso significa desvirtuar la figura femenina. O eso pensaban los diseñadores de mediados del siglo XX, que siguieron apostando por los bolsos y no los bolsillos en vestidos, faldas o abrigos. Y cuando los incorporaban, era con una función más ornamental que práctica. 

Desde entonces, los bolsillos femeninos han sido minúsculos y poco útiles. Décadas como la de los años 90 o incluso los 2000, con pantalones extremadamente ajustados, los conviertieron casi en un chiste en el que no cabían más que la punta de los dedos. Otros, directamente, eran bolsillos falsos que parecía que estaban ahí para nuestra comodidad, pero no. Y podríamos decir que en esas seguimos.

Poco a poco hemos visto faldas con bolsillos -incluso en vestidos de novia-, nos hemos sumado a los pantalones cargo con grandes bolsillos laterales y resguardamos las manos del frío en la calidez de los bolsillos de nuestros abrigos. Pero, la realidad es que en la ropa femenina siguen sin valer prácticamente para nada o, por lo menos, no para el uso que los hombres les dan a los suyos. Un estudio publicado por “The Pudding” asegura que hoy en día, los bolsillos femeninos continúan siendo un 48% más pequeños que los masculinos. Pensemos, sino, en cómo guardar un smartphone en el pantalón vaquero de una mujer… 

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