INCIDENTE NUCLEAR

'Broken Arrow' en Palomares

Fraga y el embajador Angier Biddle Duke bañándose en Palomares
photo_camera Angier Biddle y Manuel Fraga, el la playa de Quitapellejos (Almería). (TOMAS LORENTE)

De lo acontecido aquel 17 de enero del 1966 en Palomares, al margen del medio kilo de plutonio sin recoger, nos queda la imagen de Fraga con el embajador estadounidense

De lo acontecido aquel 17 de enero del 1966 en Palomares, costa de Almería, al margen del medio kilo de plutonio a día de hoy sin recoger, nos queda la imagen de Manuel Fraga, entonces Ministro de Información y Turismo, fondeando su bañador Meyba al grito de “luz y taquígrafos” junto al embajador estadounidense Angier Biddle en la playa de Quitapellejos.

El grave incidente nuclear vivido a diez mil metros de altura entre un bombardero B-52 norteamericano y un KC-135 de aprovisionamiento tras una fallida operación entre ellos remató con ambas naves envueltas en una bola de fuego que tras una gran explosión destruyó los aparatos en el aire. Siete de sus tripulantes murieron y cuatro se lanzaron paracaídas. De la carga, cuatro bombas termonucleares, una quedó intacta al activarse el sistema de paracaídas que llevaba consigo, en dos de ellas la detonación del explosivo convencional que contenían liberó el temido cóctel de plutonio, americio y uranio, además la explosión de una de ellas dejó un cráter de seis metros de ancho y dos de profundidad. La cuarta se perdió en el mar y fue descubierta ochenta días más tarde gracias a la información de un pescador local que relató cómo, en plena faena, casi la sufrió por alcance; para su recuperación el ejército norteamericano movilizó toda una flota, 34 buques, equipos de buceo y cuatro minisubmarinos, temerosos, en plena guerra fría, de que otros se adelantaran.

Del cielo rojo se pasó a la oscuridad total a pleno día. Cenizas y partículas provenientes del núcleo de las bombas tiznaron una amplia zona. Tras los hechos se impuso el silencio y a los vecinos -ignorantes de los peligros-se le obligó a permanecer en sus casas. La alarma generada ante el dispositivo establecido por los norteamericanos que, parapetados en trajes especiales recogieron toneladas de arena contaminada resquebrajó, el intento.

Así, un 10 de marzo, frente al parador de Mojacar, para conmemorar el feliz encuentro con la cuarta de las bombas, la misma que durante 80 largas jornadas mantuvo en vilo a los americanos se pegó el embajador norteamericano un sabroso baño, primero en sóledad, después, en la zona cero del plutonio, le acompañó el insigne Fraga. Por la imagen al murciano Tomás Lorente (1931-2012) le pagaron un dineral. Y es que razones no faltaban…

Texto publicado en La Revista el 02 de junio de 2012

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