CON BUENA LETRA

Criterio adolescente

Emma Bovary es el clarísimo referente del personaje de Gabrielle Solís en la primera temporada de “Mujeres Desesperadas”.

Estoy releyendo “Madame Bovary”. Lo había leído con diecisiete años y me había entusiasmado. A mis treinta y ocho me está volviendo a entusiasmar. ¿Qué conclusión saco? Pues que yo, a los diecisiete – esa edad tan difícil –, a pesar de usar pantalones de campana, ir maquillada como una puerta y considerar que la música de Aerosmith era lo más, ya tenía un criterio fiable.


El libro es una joyita de principio a fin (no les cuento de qué va para no hacerles spoiler ni avergonzarlos: voy, en un acto de optimismo sin precedentes, a dar por supuesto que lo han leído): esa primera imagen de Carlos Bovary llegando a la escuela; la descripción del baile del marqués; la tórrida (y censurada) escena del carruaje…
Si nos guiamos por su argumento, “Madame Bovary”, tiene mucho que ver con otras novelas del mismo siglo como “Ana Karenina” o “La Regenta”. Incluso, avanzando dos siglos, Emma Bovary es el clarísimo referente del personaje de Gabrielle Solís en la primera temporada de “Mujeres Desesperadas”. 


Sin embargo hay algo que diferencia claramente a Emma de las demás heroínas citadas: mientras que Ana Karenina y Ana Ozores son casi consumidas por la culpa, este sentimiento apenas tiene presencia en la psique de Emma.


¿Por qué señalo esta diferencia? Porque ninguna de las Anas me gustó tanto como Emma, un personaje tan libre y adelantado a su tiempo que ni siquiera tontea con los remordimientos: antes culpa a su gañán marido por aburrirla hasta el extremo. ¿Y qué refleja que yo haya preferido a esta Emma libre de culpa a las Anas culposas? Pues que yo, a los diecisiete – esa edad tan difícil – a pesar de usar pantalones de campana, ir maquillada como una puerta y considerar que la música de Aerosmith era lo más, ya tenía un criterio fiable. 

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