Dolmen da Moura y Penedos de Anamâo

En la sierra de Quégoas, dentro del parque natural de Baixa Limia-Serra do Xurés, que, en dirección norte-sur, paralela corre a las de Laboreiro y a Peneda, se hallan restos del neolítico como los enterramientos en estos dólmenes o mámoas, dichos así porque cubiertos de tierra se asemejaban a una mama o pecho. Esta sierra puede depararte muchas sorpresas como la de una pareja de buitres leonados comiendo los restos o más bien pellejo de un potrillo, si sorpresa porque los buitres no habían alcanzado tanto el oeste de la península Ibérica o por lo menos no se veían por aquí cuando los sorprendimos, saliendo como espantados en planeo, por abarrotados y pesados, de vuelo de planeo, hacia uno de estos valles. Los buitres, los inmaduros, pueden migrar de sus territorios en la cordillera Cantábrica (de la que también formamos parte) hasta estas sierras tan occidentales. La proliferación de la cabaña de vacuno en extensivo por nuestros montes ha propiciado esta dispersión al encontrar alimento en las placentas de las vacas que paren en el monte o de los becerrillos que se mueren en pleno monte o de algún potrillo de esas manadas de caballos bravíos que vagan por la montaña, generalmente propiedad de vecinos; salvajes serían si careciesen de dueño. Esta sierra de Quégoas tiene muchos atractivos como as Cortes da Carballeira, cuadras que fueron convertidas en refugios para montañeros, pero pronto ocupadas por el vacuno, o porque no concurrían los tales montañeros, o porque las vacas y alguna manada de caballar pastando a sus anchas, fueron ocupando aquel espacio donde una capilla de la Asunción y un enhiesto carballo son el atractivo del lugar. Más arriba, subiendo a la montaña y por la cota 1.000, hallamos este dolmen o casa da Moura que data de varios milenios A.C., lugar que debió de ser como funeraria cámara para enterramiento de los principales de aquellas tribus. Continuando por la planicie, rumbo al norte, podremos adentrarnos entre la espesura de los altísimos brezos hallando con dificultad los pasos o del vacuno o del jabalí por entre los que se puede acceder hacia los penedos que se ven al fondo, dichos de Anamâo, en su mitad divididos por la frontera con estas enormes masas rocosas que son características de la zona. Bajo ellos una capilla y un púlpito en la roca se conocen en Portugal por a Nosa Señora de Numâo, aunque los vecinos allende la frontera, los galegos da raia, la llaman de Anamâo. El monte es una alfombra primaveral por el morado de los brezos, uces o queirugas, el amarillo de las retamas o el también amarillo de carqueixos y carpazas, mientras los rastreros tojos, apenas afloran, no por escasos, pero sí poco molestos para el montañero. Subirse a la cima del penedo de la derecha es encontrarse en una extensión pétrea de algunos centenares de metros donde un rebeco podrías ver si con suerte allí te encaramas, que no fue el caso cuando con dos colegas más anduvimos por su cima hace menos de un mes. Rebecos por aquí se antoja un imposible, pero otro tanto parecía en el mismo pico da Fontefría en el frente sur de los Penedos, y allí vimos a más de media docena. Los Penedos de Anamâo o de Anamán, por acá, son un atractivo diferenciador en el paisaje de este roquedal, que tienen un perfil destacado los mires por donde quieras.