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Dora Maar y el Picasso salvaje

Allí estaba el pintor, con su habitual corte de aduladores. La mira al pasar, con la precisión de un taxidermista. Reconoce en su rostro la seriedad como enigma. Es la mujer de las fotos de Man Ray

En dora Maar la ambición llevaba escrito un nombre, Pablo Picasso. “Esta tarde voy a estar con Picasso en Les Deux Magots”, le había confesado Paul Eluard. Así fue. 
 

 Allí estaba el pintor, con su habitual corte de aduladores. La mira al pasar, con la precisión de un taxidermista. Reconoce en su rostro la seriedad como enigma. Es la mujer de las fotos de Man Ray. Ella se sienta, aclimata su cuerpo elgante y poderoso sobre una de las sillas; en la mesa reclina su mano provista de un guante en terciopelo oscuro, casi negro, su color preferido. Con la otra mano traza un juego, extraño en un rostro de mirada de ángel.

Una y otra vez deposita sobre la madera el acero de una navaja, como si fuera necesario. Picasso pregunta, “¿Quién es?”. “Ha sido amante de Georges Bataille”, responde cómplice Eluard. “Quien ha amado a Bataille no puede ser ningún angelito”, piensa. En aquel ejercicio extraño de puntería suicida su precisión sucumbe, su mano dibuja unas líneas de sangre que acompañan al trazado de sus dedos. Picasso requiere para sí el guante, que le acompañará para siempre, todo buen cazador adora sus piezas. 

No sólo había registrado ya sus sueños de alcoba un ser despiadado como Bataille, practicante del sexo salvaje, admirador del Marques de Sade y sus exquisiteces amatorias, también un actor, Luis Chavance. No se hable más, piensa el malagueño casado entonces con Olga Koklova y amante a su vez de Marie-Thérese Walter, casi adolescente; a Picasso nada se le resiste, y menos si lleva nombre de mujer. 
 

 Dora es pintora y poeta, pero sobre todo fotógrafa de moda y publicidad muy reconocida, colaboradora de Harry Ossip Meerson y amiga de Brasaï, Cartier Bresson y Man Ray, además de toda la pléyade de surrealistas y muy comprometida con los movimientos de izquierda. Su nivel intelectual y cultural, hija de buena familia, su padre es un reconocido arquitecto argentino de origen judío, supera con creces al sacrosanto Picasso, pero él la repliega para sí, le corta las alas y la convierte en musa, la mujer que llora, como la representan sus pinturas. 
Dora Maar es la gran protagonista del Guernica, quien a su vez documenta todos sus gestos. Se complementan, se aman como perros; se entrega a Picasso en cuerpo y alma. Seis años dura el amor, 1936-1945; después Dora se vuelve invisible. Se refugia en su piso de parís que envuelve sus sueños, su silencio. Después de Picasso, solo Dios, así fue. Se murió en 1997, 25 después de Picasso.
 

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