Fueron parte de la Generación del 27, pero quienes nombraban se olvidaron de ellas. Un libro de Tània Balló, y un documental de RTVE nos refrescan la memoria
Fueron parte de la Generación del 27, pero quienes nombraban se olvidaron de ellas. Un libro de Tània Balló, y un documental de RTVE nos refrescan la memoria.
“Todo el mundo llevaba sombrero -cuenta Maruja Mallo-, un pronóstico de diferencia social. Íbamos Lorca, Dalí, yo y Margarita Manso, cuando éramos estudiantes, se nos ocurrió quitarnos el sombrero al atravesar la Puerta del Sol”. Era 1920, “Nos apedrearon, insultándonos como si hubiéramos hecho un descubrimiento como Copérnico, o Galileo.” La anécdota es excusa para el relato, demostrar cómo una generación brillante -27- (Lorca, Dalí, Buñuel, Alberti) se olvidaba de ellas, igual de brillantes, que posaban en las mismas fotos, que luchaban por ideales idénticos.
A la poeta Concha Méndez le dijeron un día, “Las niñas no son nada”, “Cómo que nada, yo desde pequeña quería ser algo”. Quien estaría muy influenciada por Alberti, un día se va a Buenos Aires y se integra ella y su decir poético, en la vida bonaerense, “Vida, Vida”, uno de sus poemarios, lo dice todo. En España conoce a Buñuel, con quien mantiene 7 años de relaciones, participa en las Misiones Pedagógicas... Su nombre no aparece.
La artista Marga Gil-Roösset, pasará a la historia por su amor enfermizo por Juan Ramón Jiménez, y por una maestría desde muy niña por la ilustración y la escultura, en un estilo “virilizante” decían, y una calidad escandalosa. Antes del suicidio, destroza gran parte de las piezas de su estudio, un gesto de impotencia, ante la imposibilidad de llevar una vida de artista.
La actriz Josefina de la Torre es un icono de las vanguardias españolas, enérgica, de vocación militante. Físicamente se parecía a Marlene Dietrich, a quien doblaba, el mismo Gerardo Diego la incluiría en su antología de 1934.
Maruja Mallo, es una personalidad única, una voz enorme en el Madrid de la época. Vive el exilio, en Argentina, donde también triunfa. A su regreso, su mayor sorpresa era que su vida no estaba en ningún sitio.
La poetisa Ernestina de Champourcín, discípula de JRJ; la escritora Rosa Chacel, gran luchadora por los ideales de la República; la filósofa María Zambrano, deslumbrante alumna de Ortega y Gasset. A todas, el exilio, el franquismo y la voz trémula de sus coetáneos las sumió en el silencio. Todas querían ser algo, y lo fueron.