Francisco Taboada, una motivadora historia de superación

La vida de Francisco Taboada ha sido una carrera de fondo desde que partió desde Ourense siendo un niño rumbo a Suiza. Un accidente doméstico le dejó ciego y en el país europeo, cuna de oportunidades para tantos gallegos, le convirtió en deportista paralímpico, pianista y ahora le ha dado un escaño en el Parlamento helvético. Alfonso Gómez, primer gallego alcalde de Ginebra: "Me enseñaron a mantener mis orígenes" ¿Cómo llegó a Suiza? Mi padre es de O Carballiño y yo nací en Ourense. Con dos años tuve un accidente doméstico y mis padres inmigraron a Suiza cuando yo tenía cinco años. Me tenían que operar y eso costaba dinero y necesitaban mejorar económicamente para pagar estas operaciones. ¿Y su historia con el deporte? Mi padre fue jugador del Arenteiro y siempre estuve más o menos vinculado al deporte. Cuando vine para Suiza iba mucho a ver el fútbol con mi padre. Él estaba siempre viendo deporte en la tele y, debido a mi problema de vista, nunca pude hacer deporte, estuve muy protegido hasta los 17 años. Cuando los médicos me dijeron que podía hacer una vida normal, ahí ya fue como si le das golosinas a un niño y le dices que no toque, es imposible. Empecé con el ciclismo, con el tándem y me enganché. En aquellos tiempos para mí era más una terapia que otra cosa. A nivel físico tenía muchísimo peso debido a las operaciones y los medicamentos, empezó a gustarme, me interesé muchísimo y entré en el mundo de la competición. De ahí llegué a las Olimpiadas de Sidney 2000. Luego paré un poquito durante unos 10 años y en el 2016 volví a empezar. Y se decantó por atletismo Sí. Cuando paré era muy complicado encontrar a un compañero para el tándem al nivel que estaba, porque eran muchísimas horas de dedicación. El año en el que fui a Sidney hicimos 150.000 kilómetros de entrenamiento, unas seis horas diarias. Tenía conmigo a un bombero profesional al que el Estado daba ciertos permisos para entrenar y cuando llegué de Sidney ya no encontré otra persona. Por eso empecé en atletismo, en maratón con deficiencia visual total podía tener tres guías para los 42 kilómetros y pensé que me sería más fácil encontrar tres personas para hacer cada una 10 kilómetros. Tenía que haber ido a las Olimpiadas de Tokio, pero no pude por el covid, así que pasé a la pista, a 1.500 metros, para adaptarme a las restricciones sanitarias. Además, como tengo ya una cierta edad, me dije que si quería volver a intentar hacer algo a nivel de competición tenía que encontrar algo realista. ¿Cómo va el camino a París 2024? Es muy complicado, porque en Suiza el Comité Paralímpico tiene exigencias muy, muy altas. Para los deficientes visuales, las mínimas son muy simples: tienes que estar entre los cuatro o cinco mejores a nivel mundial. Si no, no llegas. Es un nivel altísimo. Estamos en un país en el que hay muchísimo dinero, pero el deporte no es, digamos, la prioridad. Es algo que está ahí y a la gente le gusta, pero en campo de fútbol de primera división la media son 3.000 o 4.000 personas. Es muy complicado organizar competiciones porque el interés no es el mismo. Es un país, como digo, con mucho dinero y desarrollo a nivel económico, empresarial o social. A nivel deportivo también hay cosas, pero no tiene nada que ver con otros países en los que el deporte es más una cultura. Decía que su padre fue jugador del Arenteiro. Estarán al tanto de los éxitos de su equipo desde Suiza... Sí, con mucho orgullo. Desde aquí les mando un saludo a la familia a los que espero ver pronto. Tanto para mi padre como para mí siempre ha sido algo especial. Por poner un ejemplo, en mi 30 cumpleaños me regaló la camiseta del Arenteiro. Es algo que siempre hemos llevado con nosotros en la distancia. No solo ahora que les va muy bien. Siempre hemos llevado la cultura de la familia de apoyar las cosas cuando van mal y seguirá siendo así, claro. En cualquier caso, ya conoce las olimpiadas por dentro. ¿Qué recuerda de su experiencia en Sidney? Fue algo inolvidable, porque es la recompensa de un trabajo muy largo. Sobre todo para una persona que cuatro años antes de las olimpiadas pesaba casi 90 kilos y nunca había hecho deporte y de repente me encontré con 52 kilos haciendo un entrenamiento de ciclista de élite. Fueron cuatro años de preparación que jamás olvidaré, tuve la oportunidad de cruzarme con muchísima gente. Una de las personas a quien le debo mucho porque aún sigue presente en la distancia es el ciclista español Paco Mancebo. Sé que en España cohabitan mucho los deportistas de élite con los deportistas paralímpicos y que la deficiencia no es un límite o algo que les aleja, al contrario. Aquí es un poquito más complicado. Cada vez se hace más, pero es diferente. El deporte es una disciplina, además de una herramienta increíble para la inclusión social o profesional. Y es una herramienta que mantengo hoy en el Parlamento, aquí en Ginebra. La disciplina te da un plus en comparación con otra gente, porque tú sabes lo que es salir de nada, aunque no vengas con una medalla. Solamente el hecho de haberlo vivido es algo que no se olvida. Además de deportista, recientemente ha logrado un escaño en el parlamento por el cantón de Ginebra. ¿Cómo se inició en la política? La política en Suiza no se lleva de la misma manera que en España o Francia. Lo que hablábamos antes del deporte; de la misma manera que en España casi naces con un balón de fútbol de los pies, aquí la política es una cultura. Todo el mundo está implicado en causas sociales o asociaciones. En este país la política la lleva el pueblo. Aquí puedes sacar una iniciativa desde tu pequeño nivel como ciudadano y un parlamentario lo pueda llevar hacia adelante para que en dos tres meses se convierta en ley. Es un orgullo poder decir que estamos dos gallegos, yo en el Parlamento y Alfonso Gómez como alcalde de Ginebra. Porque somos inmigrantes y eso demuestra también cómo es la inclusión en Suiza y particularmente en una capital tan importante como Ginebra. En política me impliqué desde que llegué a Suiza. En aquellos tiempos el extranjero no era lo que lo que es hoy. La gente venía con una autorización temporal, muchos hijos se quedaban ahí en Galicia con los abuelos hasta que los padres tuviesen permiso para traerlos. Cuando yo llegué, durante una temporada no tenía derecho a ciertas cosas a nivel social y de inclusión y muchas asociaciones se movilizaron conmigo y la política ya empezó ahí. Luego, siendo más adolescente, se constituyó aquí en Ginebra el Parlamento de los Jóvenes y ahí me empecé a enganchar. Yo les seguí pero no me impliqué más que eso. En 2009 entré como concejal municipal de una de las 46 comarcas de Ginebra. Me presenté dos veces al Parlamento en el 2013 y en el 2018. Esta vez fue la tercera y conseguí este escaño. Hoy soy el primer diputado de Suiza con deficiencia visual. En medio de todo esto, también es usted pianista Fui. Hoy no puedo decir que lo sea. El pobre piano está en el medio del salón, para desesperación de mi mujer. Fue una herramienta que desarrollé al mismo tiempo que el ciclismo. Son dos disciplinas totalmente diferentes pero con muchas cosas en común, mucha disciplina, muchas horas de práctica. Tuve la suerte de estudiar en el conservatorio de Suiza y una escuela de jazz. Luego fui maestro en esas escuelas. Siempre lo sigo practicando, es como la bicicleta. ¿Qué papel juega Ourense en su vida? No me olvido de mis orígenes. La familia de mi madre es de Extremadura, mi padre de O Carballiño y yo nací en Ourense. Aunque hace muchísimos años que no voy por Galicia, porque aquí la vida va muy rápida. Yo soy empresario también, tengo tres niños… Ourense es donde nací, donde viví cuando era pequeño y también donde tuve un accidente. Hay muchas cosas en mi vida vinculadas con Galicia. La suya ha sido una vida de superar retos, ¿cómo es su carácter? La gente de mi entorno le dirá que soy a veces insoportable, porque cuando tengo algo en la cabeza no lo tengo en otro lado. Mucha gente me pregunta cómo vivo, cómo lo llevo. Pero siempre visualizo las soluciones donde otros ven problemas. Siempre tuve una mirada positiva ante las cosas porque si te focalizas en lo negativo, es imposible. Soy humano, también lo tengo, pero en regla general siempre voy a mirar en positivo.