La historia del traje de baño, un reflejo de la sociedad

Trajes de baño femeninos
photo_camera Trajes de baño femeninos

Desde que a finales del siglo XVIII se estableciese la playa como un punto de encuentro social, la moda de baño es uno de los mayores indicadores de la evolución de los tiempos, convirtiéndose en uno de los mayores símbolos de liberación de la mujer, especialmente desde la invención del bikini a mediados de la década de los 40 (aunque España tuvo que esperar)

Incluso antes de que los seres humanos tomásemos conciencia de que lo éramos, los ríos, las playas o los lagos ya estaban ahí ofreciendo con sus aguas un apetecible baño para hacer frente a las altas temperaturas. Pero no fue hasta mediados del siglo XIX cuando nació la ropa pensada para sumergirse. Por supuesto, lo hizo en las clase más acomodadas que luchaban así contra el pudor de entrar al agua de la forma más natural posible. 

El precedente lo había establecido el rey Jorge III de Inglaterra a finales del siglo XVIII, convirtiendo el hecho de ir a la playa en un acto social. Y, como tal, surgió la necesidad de vestirse para la ocasión. La pomposidad de la ropa de aquella época no era la más indicada para adentrarse en el agua por la incomodidad y los peligros que conlleva cubrir el cuerpo del peso que suponía todas esas prendas mojadas. Por eso, en 1890 nació el primer bañador de la historia. Camisa, pantalón y calcetines. El mismo atuendo para hombre y mujer, sin distinción de géneros.

A partir de ahí, la evolución de la ropa de baño es uno de los mayores indicadores de los cambios sociales que se produjeron durante todo el siglo XX; especialmente de los relacionados con la liberación de la mujer.

Más de 3 kilos

Mientras la moda masculina no tardó en ofrecer un símil de la ropa interior en su versión para el baño, primero con un mono de pantalones cortos y más adelante con los precursores de los actuales boxer o slip; en el caso femenino esta evolución tendría que esperar (¡como no!). Tanto es así que no fue hasta la década de los años 30 cuando se diseñó el primer bañador femenino. Elaborado con lana y con los pantalones cubriendo los muslos. Un diseño realmente incómodo que mojado pesaba más de tres kilogramos.

Afortunadamente, esta prenda fue variando y, sobre todo, aligerándose en las siguientes décadas pero fue en 1960 cuando llegó la verdadera revolución. Dos años antes, el químico Joseph Shivers había inventado un tejido elástico que se adaptaba al cuerpo. Era la licra y fue fundamental para fabricar los primeros bañadores tal y como hoy los conocemos.

Es cierto que ya en 1946, el ingeniero Louis Reard había inventado el bikini, un traje de baño de dos piezas, pero su popularidad no llegaría hasta los años 60. El objetivo del francés no era otro que ofrecer a las mujeres una propuesta que les permitiese broncear la mayor parte de su cuerpo. Tanta piel enseñaba que, cuando quiso presentarlo, tan solo una stríper se atrevió a lucirlo. La moralidad de la época no estaba todavía preparada para la revolución que supuso este pequeño traje de baño de dos piezas, pero fueron las grandes actrices de la época (Brigitte Bardot o Marilyn Monroe) las que abanderaron este importante cambio social.

Burlando la censura

La moral más o menos rígida de cada país fue la llave que permitió a las mujeres abrir antes o después la puerta de su liberación estival. Mientras que en Francia no tardó en hacerse popular, en España, atravesando todavía el camino rectilíneo del franquismo, el uso del bikini quedó relegado a partir de los años 70 a tres ciudades que pusieron el desarrollo turístico por encima de la censura en su vara de medir. Marbella, Santander y Benidorm fueron ignorando progresivamente desde los años 50 la norma del dictador de prohibir los bikinis y permitieron lucirlo a las mujeres que se bañaban en sus playas -especialmente turistas europeas-. 

Pero entonces llegó 1975, el año que lo cambió todo en España en materia de derechos sociales. Desde aquel momento, las reglas para medir la cantidad de piel de las mujeres en las playas españolas se guardaron para siempre. Luego llegarían el topless, los trikinis y, sobre todo, la libertad. Sin olvidar que todavía existen mujeres que no pueden ponerse en la arena como mejor les plazca. Una prueba: el burkini. 

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