En el País Vasco es uno de los empresarios más reconocidos y respetados. Reconocimiento que se ha materializado en galardones como el Premio Sabino Arana hace dos años o el de Autónomo del Año, otorgado por la mayor organización nacional de ese colectivo hace ya una década. José Barreira (Vilardevós, 1954) se siente orgulloso de su doble condición de ourensano de nacimiento que habla un gallego tan fluido como si viviese aquí desde siempre, y vasco de adopción, desde Vitoria, la ciudad en la que ha desarrollado buena parte de su actividad emprendedora, que ha sido mucha desde que dejó A Trabe, un pequeño pueblo del municipio de Vilardevós en 1971 para emigrar a Alemania.
¿Por qué decidió irse a alemania?
Porque la vida en el pueblo era muy dura. Al salir del colegio me convertía en pastor. Y ya sabes, cuando andas con ovejas, no hay sábados ni domingos, ni importa si hace frío o llueve. No era yo solo, era lo que había y todos queríamos marcharnos. De hecho, yo seguí el camino que habían iniciado otros, que se fueron antes que yo a Alemania.
¿Y no era duro emigrar, también?
Sí, pero quedarse lo era más. Ya salíamos de Galicia con un contrato de trabajo. Si cumplías el contrato, luego tenías posibilidad de trabajar donde quisieras. El primer año fue duro porque estaba solo. Al año siguiente ya fui a un pueblo donde había más españoles, e incluso tenía la misa en español y cine también. Allí estábamos como en casa. Estuve en Alemania, trabajando de peón, primero en la construcción y luego en una fábrica, durante cuatro años. Regresé a España en 1975 para hacer la mili. Tengo muy gratos recuerdos, nos trataron muy bien, tuvieron mucha paciencia con nosotros, fue una experiencia muy positiva. Cuando me vine tenía intención de volver allí.
Tengo entendido que de camino paro en Vizcaya y allí quedó.
Cierto. Paré a ver a unos familiares y a una novia y me quedé en el País Vasco hasta ahora. La verdad es que yo pensaba que toda España era como Galicia, que no había industria ni trabajo y me llevé una sorpresa al llegar a Vizcaya porque me di cuenta de que el País Vasco se parecía bastante a Alemania. Empecé trabajando en una fábrica en Abadiño.
¿Allí despertó su interés por los negocios?
Lo primero que hice fue coger un pequeño bar en Durango, en 1978 y así comencé en el mundo de la hostelería, con pulpo, oreja, ribeiro... Tiempo después compré un camión viejo y empecé en el transporte. Y esos fueron los comienzos de mis aventuras empresariales en dos ramas que me acompañaron prácticamente toda mi vida que son la hostelería y la logística, aunque el mundo del transporte lo abandoné hace cinco años.
El bar era como una pequeña embajada gallega, por lo que cuenta.
Ya sabes que los gallegos somos más gallegos fuera de Galicia.
¿Y su segundo local?
Iba con mi camión a Barcelona y paré en un restaurante de carretera en Vitoria, con otro amigo camionero y hablando con la propietaria, contó que lo quería dejar y al final acabé cogiéndolo yo. Ahí ya dejé la carretera para empezar a gestionar los negocios desde la base y no desde el camión.
Ahí ya no tenía solo el viejo camión, imagino, porque su empresa de transportes creció e incluyó a sus hermanos ¿no es así?
Cierto. Estábamos los cinco hermanos. Hermanos Barreira, que llegó a tener más de doscientos camiones, era ya más que una empresa de transporte, ya hablamos de logística, y movíamos mercancías por toda Europa. Era y es, aunque yo ya me desvinculé de ella hace unos años.
¿Cuáles fueron los hitos en la expansión de su negocio hostelero?
Para mí el más importante fue cuando en 1994 monté el área de servicio Ruta de Europa, en la Nacional I, que es área de servicio más importante en la carretera que une España y Francia y hoy día es conocida en toda Europa. Años más tarde, en 2002, llegó el Gran Hotel Lakua que hasta ahora es el único hotel de cinco estrellas en Vitoria.
También está la industria de las renovables, ¿qué hace, exactamente?
Tengo una empresa que construye las torres de los generadores eólicos. Fue complicado al principio, comenzamos en 2010, luego hubo un parón en el sector, pero ahora estamos muy satisfechos. Tenemos una fábrica en el puerto de Bilbao, otra en Aranda de Duero y una tercera en Argentina
Se ha movido en muchos sectores, ¿cuál es le favorito para usted?
Para mí, sin dudarlo, la hostelería. Si volviera a nacer volvería a la hostelería. Y es un negocio muy agradecido, mucho más que la industria. Porque cuando montas una fábrica, el principal problema es el circulante. En hostelería ese problema no existe. Hoy montas un restaurante y mañana ya llevas dinero para casa, sea mucho o poco. La hostelería además te mueves con muchos clientes, de modo que, si pierdes uno, no se resiente el negocio. En la industria, a veces la pérdida de un cliente puede suponer incluso el cierre. Y luego está el caso de que en hostelería puedes vender un 10, un 15 por ciento más caro o incluso más que tus competidores y eso no afecta. Al contrario, puedes llegar a tener más clientes que ellos. Y eso en la industria es inviable. Y pocas cosas te dan tantas relaciones como la hostelería.
¿No le parece que a usted que la hostelería es un negocio muy esclavo?
¿Qué negocio no es esclavo? Si quieres que vayan adelante tienes que dedicarles muchas horas a todos. Y, bueno yo en ese tema, pienso que cuando haces un trabajo que te gusta el tiempo que le dedicas es lo de menos.
Resultaría imposible hablar uno a uno de cómo empezó en cada uno de los muchos sectores en los que ha abierto negocio, pero me gustaría saber si tenía usted en mente dedicarse a ellos cuando salió de a trabe con diecisiete años.
No. Uno no lleva consigo un mapa o un plano de cuál va a ser su itinerario de vida, o al menos yo no lo tenía. Las cosas van surgiendo con oportunidades y en muchas ocasiones porque te encuentras con gente que cree en ti. Luego, hay que decir, que muchas veces solo hablamos de los éxitos, pero en el recorrido también hay fracasos. Yo también tuve negocios que fracasaron. Lo importante es aprender de esos fracasos y que el saldo final sea siempre positvo. Yo tuve la suerte de contar con una compañera que me ayudó mucho a seguir adelante. Y esa compañera fue la necesidad. Fue mi mejor aliada en los negocios, porque cuando llegué a Alemania posiblemente no hubiera aguantado si no fuese porque la alternativa era volver al monte con las ovejas.
