CRÍTICA

"La favorita"

Protagonista de La Favorita.

Ligera a veces, contradictoria otras, La cinta es en realidad una implacable y corrosiva lucha de víboras disfrazada de película de época

A priori, el cine de época parece uno de los contextos menos propicios para que Yorgos Lanthimos despliegue sus excéntricas y preversas artimañas cinematográficas. Pero el inclasificable cineasta griego vuelve a poner una pica en Flandes -en el corazón de la realeza británica, en este caso- con “La Favorita”. Un filme desbordante en el que merodea por las cámaras de palacio para reinventar, a su antojo, el día a día más íntimo en la Corte de Anna Estuardo, la primera mujer que reinó en Gran Bretaña, la última monarca de su dinastía y la reina que vio morir a sus 17 hijos antes o poco después de nacer.

Una correría palaciega en la que el director de “Canino” o “Langosta”, títulos tan notables como austeros, no repara en gastos a la hora de despegar una opulenta puesta en escena en la que reinan contrapicados y deformantes grandes angulares que como nadie llena su soberbio trío protagonista: Olivia Colman (la Reina), Rachel Weisz (la favorita de su majestad) y Emma Stone (la aspirante a favorita). Las tres ambiciosas, las tres viles y las tres enormes para elevar a la excelencia un relato de deseos, manipulaciones y traiciones con el que, sin renunciar a su singular sello pero sí puliendo algunas de las aristas de sus tics para hacerlos más digeribles, Lanthimos arma un filme magnético, algo divertido y perturbador a la vez, en el que se mueve, sin ningún sigilo, rubor, ni necesidad de transición, entre lo dramático y lo cómico, entre lo romántico y lo grotesco.

Ligera a veces, contradictoria y lacerante otras, La favorita es en realidad una implacable y corrosiva lucha de víboras disfrazada de película de época premeditadamente irreal, casi caricaturesca, plagada de elementos que son una oda a la anacronía.

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