CINE

“La La Land”: Un lugar donde quedarse

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photo_camera Un fotograma de la película.

Un maravilloso espectáculo que reivindica el musical como el gran género cinematográfico

Tirando de frase hecha se puede afirmar con total rotundidad que “La La Land”, rebautizada en su estreno en España como “La Ciudad de las Estrellas”, es una carta de amor al cine y a la música. Y si bien es cierto que en este caso la magnífica cinta de Damien Chazelle torna el tópico en certeza irrefutable, no es menos cierto que el filme protagonizado por Emma Stone y Ryan Gosling, que acaba de hacer historia en los Globos de Oro, es mucho más que eso.

Para empezar, “La La Land” es la confirmación de lo que ya intuimos en la absorbente y fatigante Whiplash: que Chazelle es director con un talento y sensibilidad especial para filmar la música no visto en décadas. Un cineasta capaz de crear historias no solo con ella sino a partir de ella, de elevarla desde su ahora habitual condición cinematográfica de mero accesorio y colocarla en el epicentro de un espectáculo portentoso: dos formidables horas de cine, sueños, nostalgia y música, mucha música con el jazz como tótem supremo, en las que va de lo grande a lo pequeño, de lo enérgico a lo melancólico, en un “diminuendo” que viaja del desenfrenado y multitudinario arranque de “Another Day of Sun” hasta ese intimista y emotivo Epílogo con el que pone la guinda a un desenlace brillante, y más valiente de lo esperado, después de mostrarnos que todo es bonito en “La La Land”... pero no todo tiene por qué ser feliz.

Además, “La La Land” confirma, si todavía había alguna duda, que Emma Stone y Ryan Gosling -que tiene pinta de que se tomará la revancha tras aquella nominación que le escamotearon hace unos años por “Drive”- son los novios de la nueva América hacedores en la que es su tercera película juntos.

Composiciones, colores, interpretaciones, números musicales, fotografía... e incluso clichés. Todo está medido para que la sinfonía cinematográfica sea perfecta.

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