EN LETRAS DE MOLDE

Libros y países democráticos

A esa gente la metería en la cárcel de forma preventiva, porque, antes o después, con esa prepotencia y esa falta de empatía e imaginación, van a acabar haciendo daño, seguro.

Me he acabado el libro del que les hablaba la semana pasada. Me ha gustado tanto que he pensado en volver a hacerles un cortapega pero me ha dado no sé qué… Solo les digo que si no se leen “Cómo se hace una chica” de Caitlin Moran, además de perderse muchas risas e interesantes reflexiones, se quedarán toda la vida siendo un poco peores, allá cada uno con sus cuentas kármicas…

He leído hoy, en una de esas revistas con las que desayuno, que leer ficción nos hace más empáticos, nos permite entender puntos de vista ajenos. Y me he dicho (de forma mental porque en ese momento masticaba un trozo de pincho de lomo y tomate y no es bonito hablar con la boca llena) “pues vaya obviedad” Pero luego he pensado y resulta que no, que no es tan obvio: hay gente que va por ahí diciendo (bueno, gente no, yo esta simpleza solo se la he oído a hombres, jamás a mujeres) que no leen ficción, solo ensayos, porque la ficción no les aporta nada… ¡¿?!… Yo, si viviéramos en Carrolandia, a esa gente, la metería en la cárcel de forma preventiva, porque, antes o después, con esa prepotencia y esa falta de empatía e imaginación, van a acabar haciendo daño, seguro. Y si digo que la metería en la cárcel en vez de decir que la echaría a una manada de perros hambrientos, es solo para demostrar que Carrolandia es un país justo y democrático.

Hablando de países justos y democráticos, el otro día mi hermana del medio, que no vive en España, me guasapeó lo siguiente: “¿Y esos cuatro payasos que se presentan a las elecciones? Me voy a quemar el pasaporte y hacerme apátrida”. Y a mí, aunque me fastidió que metiera a Iglesias en el mismo saco que a los otros, no me quedó más remedio que darle la razón porque no puedo sino reconocer que, desde el principio hasta ahora, Pablete ha cambiado. Quizá sea porque, cuando definen tantas veces tu personaje, al final, pierdes la autenticidad. Esto no lo digo yo, lo dice Caitlin Moran en su libro “Cómo se hace una chica”. Que si no lo han leído, deberían hacerlo: nunca se sabe lo que pasa en las cárceles de Carrolandia. 

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