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Matar a Cánovas, otra vez más

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photo_camera Imagen: Asesinato de Cánovas, 1897, por V, Ginés.

Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897), uno de los políticos más “mentados”, pasa a ojos de la historia por ser el artífice de la Restauración borbónica en España

En el fallido debate de investidura el inefable Joan Tardá -ERC- lanzó a Rajoy una bala inesperada, una extraña comparativa, ¨Usted es al siglo XXI lo que Cánovas del Castillo era al siglo XX. Usted está instalado en el escenario de la represión”. Y todo ello tiene una explicación, digamos que histórica.

Antonio Cánovas del Castillo (1828-1897), uno de los políticos más “mentados”, pasa a ojos de la historia por ser el artífice de la Restauración borbónica en España, que tuvo lugar en 1874, después de los desmanes de Isabel II y en la recuperación del trono en favor de Alfonso XII; también por la edificación de un modelo de estado liberal, amparado en la Constitución -1876-, que dota de cierta estabilidad política ,con la alternancia pactada entre los Conservadores de Cánovas, su partido, y los Liberales de Sagasta, en una suerte de engaño que funciona hasta su magnicidio. 
La Restauración, y su profunda centralización administrativa y legal, no es bien vista por todos,

especialmente por los nacionalismos catalán y vasco, que buscan su futuro alrededor del PNV, la liga de Cataluña y la Unión Catalanista. El PSOE y sobre todo los anarquistas se convierten en incómodos actores. Y los tiempos se vuelven convulsos.

En 1896, un episodio. En la calle Canvis Nous de Barcelona al paso de la procesión del Corpus, un anarquista lanza una bomba contra el público provocando 12 muertos y numerosos heridos. La represión policial dio lugar al proceso de Montjuic. Numerosos procesos de guerra condenaron a muerte a 28 personas, de las cuales 5 fueron ejecutadas. Muchas torturadas para conseguir su confesión, de todo ello el ilustre y longevo parlamentario -43 años de labor- fue quien ordenó y supervisó su proceso, con sumas críticas a nivel internacional, que posiblemente iluminarán su propia muerte en manos de Michele Angiolillo, un anarquista italiano con ánimo de hacer historia.

Era un 8 de agosto de 1897, domingo después de misa y calor sofocante. Cánovas, que tras visitar en San Sebastián a María Cristina, la reina regente, reposaba en el balneario de Santa Águeda de Mondragón, mitiga el bochorno en una de las galerías mientras lee la prensa. Ajeno a las intenciones del anarquista, éste se acerca y a quemarropa efectúa tres disparos. Antes, para no hacer ruido, se había puesto zapatillas de casa.  

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