Empezaba a caer un chaparrón y era la hora de comer cuando encontramos aparcamiento justo frente a este mesón. Parecía un sitio tranquilo y al entrar nos dimos cuenta de que estaba bastante concurrido, por lo que dedujimos que se comería bien. El ambiente es rústico, de una pequeña casa de comidas, en la que se aprecia, por la decoración, que el propietario es un forofo del Atlético de Bilbao. Luego me confesó que también lo era del Celta. Un rués que había vivido en el País Vasco y había regresado. Yo creo que esa experiencia la ha trasladado a su oferta gastronómica.
Ofrece menú del día por doce euros con un repertorio bastante variado en el que es posible disponer de entradas ligeras y más contundentes, como una ensalada o una sopa pero también arroz con pollo, que es casi un plato principal. Y en los segundos, varias opciones de carne y de pescados. Me llamó la atención que tan lejos de la costa se pudiese elegir en un mismo menú entre merluza a la romana y anguiachos fritos. Por cierto, estos últimos, rara vez los encuentras en un menú o en una carta incluso en la costa. “Están muy ricos, pruébalos”, aconsejaba el propietario. Pero también estaba muy rica la carne de ternera guisada y otras cosas que ofrecía, así que difícil elección.
Servicio rápido, bien atendido, y las raciones generosas. De realización sencilla pero bien elaborada. Si a eso añadimos la diversidad, hay que reconocer que es un menú muy atractivo, con una equilibrada relación entre la calidad y el precio, que ya es mucho decir en los tiempos que corren.
