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Navidad, la tradición se pone al día

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photo_camera La calle del Paseo, con la iluminación navideña.

Desaparecieron las tarjetas de felicitación, cada vez se come menos bacalao con coliflor,  la iluminación navideña se anticipa más cada año en unas fiestas en las que se viaja más y la cena de nochebuena también se hace fuera de casa

Hoy comienza el invierno y, tradicionalmente, mañana la Navidad. En el calendario de nuestros mayores y el nuestro de cuando éramos pequeños, el día 22 por la mañana, con la banda sonora del canto de los niños de San Ildefonso de los números y los premios de la Lotería de Navidad, marcaban el inicio del primer ciclo festivo del invierno. El más importante del año. Lotería, Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo, Reyes… Quince días de vacaciones para los escolares y de quebraderos de cabeza para los padres que habrían de organizar las fiestas, con todo lo que ello supone de compra y preparación, y seguir trabajando.

Pero la tradición cambia con el paso del tiempo. Algunas costumbres prevalecen, otras han desaparecido y llegan nuevos hábitos. Pero en conjunto, siguen manteniendo la misma filosofía, de fiestas de encuentro familiar, e incluso a veces, de desencuentro. Vamos a repasar aquello que permanece, lo que ha cambiado y lo que ha llegado de nuevas.

Lo primero que llamaría la atención a un viajero del tiempo que llegase a nuestra ciudad desde la década de 1970 es que el ciclo navideño ya no comienza con la lotería del 22 o los días inmediatamente anteriores, sino que, como mínimo, se adelanta hasta los primeros días de diciembre. Y cada año va arañando más jornadas al calendario del otoño. El encendido de la iluminación navideña se ha convertido en el pistoletazo de salida para crear ambiente en las ciudades y villas de toda Galicia y del resto de España. Además de su aspecto decorativo, representan un reclamo comercial y así fue su origen, en las calles donde los comerciantes se agrupaban para promover una colorida iluminación de guirnaldas y frontales de pequeñas bombillas incandescentes y así atraer al público. La anticipación de la fecha de inicio de la iluminación también promueve que las compras se adelanten desde los primeros días de diciembre. Hoy día, además, la iluminación se ha convertido en motivo de competencia entre ciudades, buscando un nuevo reclamo para atraer visitantes y compradores desde el rural y de otras ciudades vecinas. Para el sector del comercio y la hostelería, la ampliación de la temporada ha supuesto un importante activo, concentrando en esta época del Paco20181218 (11)_resultaño hasta el cuarenta por ciento del volumen de ventas de todo el año. De hecho, desde el punto de vista comercial, ya se considera período navideño el que va entre dos grandes rebajas: el “black Friday” de noviembre y las que arrancan el 7 de enero.


COSTUMBRES DESAPARECIDAS


En cuarenta años han desaparecido muchas costumbres. El aguinaldo que se daba al cartero, al guardia urbano, al barrendero, al niño de los recados que traía la compra a casa desde la tienda del barrio, al portero del edificio… A veces era  una propina en metálico. Otras, en especie: unas botellas, un paquete con dulces de navidad… 

Al igual que el aguinaldo, también han desaparecido las tarjetas de felicitación navideñas. Las tarjetas llegaban y se enviaban a amigos, familiares, clientes, proveedores… Para organizaciones como Unicef y Artis Muti la venta sus tarjetas era una importante fuente de financiación de sus actividades. El envío llegaba incluso a colapsar los servicios de Correos, que tenían que reforzar en estas fechas su cuadro de personal. Pero la palabra escrita sobre papel y el correo postal han cedido el testigo a las nuevas tecnologías de la comunicación, como el correo electrónico, los sms y el whatsapp.

En la decoración navideña doméstica han desaparecido, o avanzan hasta su desaparición total, los elementos naturales: el abeto de verdad va dejando paso al de plástico. En unos casos por conciencia ambiental, aunque lo cierto es que se trata de árboles de vivero cultivados exclusivamente para ese propósito ornamental, como sucede con las flores en cualquier época del año. Pero también por razones económicas y de comodidad. El de plástico ni hay que regarlo ni hay que retirar las hojas que van cayéndole. Él árbol no es el único vegetal que ha desaparecido de la decoración navideña. También el musgo que se utilizaba para montar el belén, cuya extracción del medio natural está muy perseguida por el Seprona, así como las ramas de acebo, que solían utilizarse para preparar centros ornamentales en las mesas de navidad o en las puertas de las casas durante estas fiestas.

En los árboles navideños que adornan los salones o las entradas de las casas,  los juegos de luces incandescentes, que siempre se estropeaban cuando se fundían más de dos bombillas, han sido sustituidos por los de led y las bolas de vidrio tan llenas de colorido como frágiles, por otras de materiales más resistentes y otros adornos.

Otro de los hábitos que tiende a cambiar en estas fiestas es su carácter hogareño. Cada año crece el número de familias que trasladan la celebración de las fiestas a un restaurante, un hotel o una casa de turismo rural. La fiesta fuera de casa ya tenía una larga tradición en Nochevieja y Reyes, pero ahora se traslada también a Nochebuena y Navidad, en parte por liberarse del trabajo que supone su preparación, en parte también porque a medida que crece la familia, cada vez resulta más difícil reunirla en el comedor de una vivienda.


LAS COMIDAS


En las comidas navideñas poco ha cambiado, salvo los precios de los productos. Nuestro viajero del siglo pasado vio cómo en la década de 1970 comenzaban a hacerse hueco en las mesas navideñas los langostinos, hasta entonces verdaderos desconocidos de nuestra gastronomía, porque su captura no se realiza en nuestro mar más cercano. Percebes, camarones, cigalas, nécoras… y la reina de estas fiestas, la centolla de la ría, eran los grandes protagonistas. Todavía siguen siéndolo, a la vista del precio que alcanzan en los días previos a las fiestas. La centolla, que arrancó su temporada a poco más de quince euros el kilo, está ahora más cerca de los 40 que de los 30. Camarones y percebes, suben de los 70 euros el kilo si son de aquí y de buen tamaño y pueden llegar a superar los cien euros. La única que ha desaparecido por incomparecencia es la vieira fresca. Las vieiras de Bueu y de Cambados, cuya calidad destacaba por encima de las demás, han quedado tocadas por la toxina y su consumo en fresco está prohibido. Pese a ello, la vieira gallega congelada y eviscerada no ha bajado de precio y se comercializa por encima de los tres euros la unidad.

En los segundos platos, el besugo al horno y el bacalao con coliflor, que siguen teniendo sus defensores a ultranza, va cediendo terreno a las carnes. En Ourense domina el cabrito sobre el cordero, con un precio que oscila entre los 15 y los 17 euros el kilo, frente al cordero lechal, que está entre los 11 y los 13 euros, un poco más si viene con el sello de la IGP Lechazo de Castilla y León. Galicia tiene sus propias razas autóctonas de cabrito y cordero, que además están amparadas por el sello de “Pastores de Galicia”, si su régimen de alimentación y vida es criado y alimentado de forma natural.

También es la fiesta de las aves y, sobre todo, de una de ellas, la gallina. El viajero del pasado tendrá en la memoria los pollos de corral que se reservaban para los días de fiesta, que incluso aparecían retratados en los cómics de la época, de la mano de personajes como Carpanta.  Además del pollo y el gallo de corral, las mesas de navidad se alimentan con sus dos variedades más refinadas: el capón y la pularda. En ambos casos son pollos o gallinas a las que se les practica la castración lo que facilita su engorde y la creación de grasa corporal. Alimentación hipercalórica y una escasez de movimientos, convierte el pollo o la gallina en magníficos ejemplares que llegan a duplicar su peso, alcanzando los 5 kilos el capón  y los 3 kilos la pularda. 

Lo que más le habrá sorprendido al viajero cuando se sienta en la mesa de una de las fiestas de navidad es que no necesita cruzar el Padornelo para abastecerse de cualquiera de los vinos y licores que se suelen tomar en estas fechas. Los vinos jóvenes blancos de las denominaciones de origen ourensanas maridan perfectamente con los pescados y mariscos y hay tintos jóvenes y con crianza de calidad suficiente como para enfrentarse a cualquier plato de carne. Los espumosos que se elaboran en el Ribeiro, Valdeorras y Ribeira Sacra están muy por encima en calidad de la mayoría de los cavas y con ellos se pueden brindar antes o después o incluso durante cualquiera de las comidas. 

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