Personas mayores: activas e independientes

La práctica regular de ejercicio físico constituye un medio sano, barato y seguro de prevención y de tratamiento de muchas de las enfermedades ligadas al sedentarismo y es un medio para prevenir o  retrasar la aparición de la incapacidad y disminuir los costes sanitarios”, estas palabras fueron dichas por Mikel Izquierdo, una de los investigadores más relevantes en nuestro país en el ámbito de las ciencias del ejercicio. En las últimas décadas, se ha demostrado que el ejercicio físico está asociado con la disminución y el retraso en la aparición de la fragilidad y la dependencia. Se sabe que las personas mayores físicamente activas presentan menor incidencia de sarcopenia1, lo que favorece la aparición de enfermedades, incapacidad, pérdida de función, falta de autonomía o un mayor riesgo de caídas (asociado al síndrome de fragilidad2). Además, el ejercicio físico repercute en una mejor salud mental.

Ejercicio físico: requisito indispensable para la vejez

Se ha demostrado como el tipo de ejercicio físico más beneficioso en el  anciano frágil es el denominado entrenamiento multicomponente, este tipo de programas combina entrenamiento de fuerza, resistencia, equilibrio y de la marcha. A partir de los 50 años, comienza un declive en la capacidad funcional, por lo tanto, el ejercicio físico es un elemento fundamental para el mantenimiento de la independencia en las actividades básicas de la vida diaria de las personas mayores. Estudios  demuestran cómo ancianos de avanzada edad recuperan la capacidad funcional y mejoran sus niveles de fuerza tras un programa de entrenamiento de cuatro meses, realizando dos sesiones semanales. Los resultados obtenidos, muestran  un aumento de la velocidad al caminar, mayor habilidad para levantarse de la silla, un mayor equilibrio y una reducción significativa de la incidencia de caídas. En cuanto a la carga de entrenamiento empleada, en relación con el entrenamiento de fuerza, se comenzará con intensidades en torno a un 30% de nuestra fuerza máxima voluntaria; con respecto al trabajo de resistencia aeróbica, una duración de 15 a 20 minutos a una intensidad moderada sería suficiente. Al igual que al comienzo de la publicación, me parece oportuno cerrar la misma con otra máxima de Mikel Izquierdo: “No existe en la actualidad ningún fármaco ni terapia que sea capaz de tratar y mejorar al mismo tiempo y con mínimos efectos secundarios tantas patologías como el ejercicio físico”.

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