Ramón Conde, el regreso a casa

Ramón Conde (MP).
photo_camera Ramón Conde (MP).
Después de cincuenta años de itinerancia vital, con talleres por diferentes ciudades del mundo, Ramón Conde regresa a Ourense, de donde nunca se desvinculó

Resulta fácil entender la obra del escultor Ramón Conde (Ourense, 1971) cuando se visita su estudio en Pereiro de Aguiar. Ha vuelto a Ourense después de un periplo que le llevó por ciudades tan dispares como Huston, Berlín, Madrid, Vigo, Santiago… Resulta fácil porque sobre el taller que ocupa gran parte de la nave en la que trabaja, ha instalado su biblioteca.

Miles de libros de Historia, de Filosofía, de historia del pensamiento humano… que fueron forjando los factores que determinaron su pensamiento, un pensamiento que se materializa a través de una dilatada obra que ha evolucionado a lo largo de cincuenta años de vida artística y que contextualiza en cada escultura, que queda indeleblemente vinculada al lugar en el que ha sido colocada, como si fuese, no un elemento más de su entorno, sino como gran protagonista.

Como si aquel espacio hubiera estado siempre reservado para ella.  

¿QUÉ LE LLEVÓ POR EL MUNDO DEL ARTE? ¿ERA SU VOCACIÓN?

La vida está dominada por una serie de circunstancias y aunque tengas una cierta querencia al final son las circunstancias las que materializan una opción u otra. Yo estudié en la Universidad Laboral de Gijón. Fui con 13 años y a los tres años, tras lograr una formación y titulación de oficial fresador me di cuenta de que aquello no era lo que yo quería. Decidí regresar a Ourense para retomar mi bachillerato e ir a la universidad. Más que saber lo que quería, sabía lo que no quería.

Empecé a estudiar Filosofía y Letras, con idea de hacer Historia, pero tenía que enfrentarme a una serie de asignaturas por las que no tenía ningún interés, como árabe, griego, latín. Más que la Universidad yo creo que lo que te abría la mente era ese tiempo que vivías allí. Las tertulias, ibas a clases de otras carreras, de extranjis, pasabas de un mundo excesivamente reglamentado a uno en el que te ibas formando también de una manera más heterodoxa que lo que marcaba el programa de asignaturas de tu carrera. Y ahí fui desarrollando también mi faceta artística, especialmente como dibujante y pintor.

¿HABÍA ALGO INNATO EN ESA QUERENCIA?

De niño dibujaba mucho. Incluso cuando estaba en clase o estudiando aquellas asignaturas que no me gustaban mucho me pasaba el tiempo dibujando en los libros. Mi padre, cuando vio mi interés por el dibujo, se le ocurrió meterme en una academia de arte en Ourense. Pero era una formación muy autoritaria, que chocaba con mi interés creador. Llegué a dibujar como quería el profesor, pero no como me gustaba a mí. Tanto es así que me olvidé del tema hasta los 19 años, que fue cuando retomé el dibujo, especialmente en la época en la que estaba haciendo el servicio militar.

SU PRIMERA EXPOSICIÓN FUE POCO DESPUÉS, CON VEINTE AÑOS. ERA DE PINTURA. ¿CÓMO FUE EL SALTO A LA ESCULTURA?

Fue algo natural, porque, incluso a la hora de dibujar el concepto que me mueve es escultórico. No hago referencia a un paisaje, no me preocupa el color, sino la forma. Lo cierto es que son dos maneras de expresión artística muy intercambiables.

¿CUÁLES FUERON SUS INFLUENCIAS, CUÁL ES EL MOTOR QUE IMPULSA SU CREACIÓN?

Hay dos elementos que son fundamentales en mí. Por un lado, las corrientes derivadas del psicoanálisis. Por otro, el surrealismo. No el surrealismo como arte plasmado, que tiene desde mi punto de vista más un sentido literario, un tanto forzado. Pero sí como teoría. Porque ambos, surrealismo y psicoanálisis, están muy vinculados. Me refiero al mundo de las obsesiones, del subconsciente. Eso es lo que me atrae, como manera de autoconocimiento de traer al arte aquellas pulsiones que dirigen tu vida desde el subconsciente, aunque no seas muy consciente de ellas. Ese fue un punto de partida.

LA MAYORÍA DE SUS OBRAS MUESTRAN PERSONAJES TOTALMENTE DESPROVISTOS DE ELEMENTOS ORNAMENTALES, EN MUCHOS CASOS INCLUSO DESNUDOS. ¿POR QUÉ?

Para poder ahondar en la realidad última de ese personaje. Una silla, por poner un ejemplo, sería más un objeto de diseño que de escultura, que no aporta nada al verdadero protagonista. La ropa, desdibuja esa realidad última porque remarcaría una escala social, una época, lo pone en un contexto determinado y a mí lo que me interesa es lo profundo de esa persona. Eso se ve en la escultura de los marineros de Vigo. No estoy representando a unos marineros de un sitio concreto y de un momento histórico concreto, tampoco de la pesca. Para mí era casi un hecho existencial en el que cada uno tira de su cuerda. Siempre me gustó que las obras tuvieran muchas lecturas, pero no como algo buscado intelectualmente.

RECUERDO CUANDO SE INAUGURÓ ESA ESCULTURA, HOY CONOCIDA POPULARMENTE COMO DE LOS REDEROS O MONUMENTO AL TRABAJO HACE YA MÁS DE TREINTA AÑOS, FUE MUY CRITICADA PORQUE SE LE ACUSABA DE UN ESTILO CERCANO AL FASCISMO. ¿POR QUÉ CREE QUE FUE ASÍ?

Es cierto. La figuración estaba muy denostada y eso encaja muy bien con una teoría recogida en un libro que fue publicado, yo creo que hace veinte años o algo más, que sostenía que el arte contemporáneo fue una maniobra diseñada por la CIA para contrarrestar la influencia del arte soviético, que luego tuvo con diferencias mucha similitud al arte nazi y el arte fascista y por eso después de la década de 1940, se prima la abstracción frente a la figuración. Y no solo fue en Vigo o en Galicia o en España. Fue común a todo occidente. El hecho de que el arte siga una pauta común en todo el mundo es una aberración, porque al final supone poner el arte al servicio de una cuestión ideológica.

¿CÓMO SE LOGRÓ ESA UNIFORMIDAD ARTÍSTICA?

En el caso de la obra pública, por ejemplo, a través de los concursos en los que se decide la elección del artista o de la obra a erigir en un espacio público. Ahí entran en juego una serie de consideraciones en las que están implicados no solo quienes tienen el poder de decisión en los concursos, sino también los críticos, los medios de comunicación, etcétera. Por suerte ese fenómeno, que insisto, me parece una aberración, ha sido superado. 

A LO LARGO DE CINCO DÉCADAS HA MOVIDO SU TALLER DE UNA CIUDAD A OTRA. ¿HA LLEGADO EL MOMENTO DE VOLVER A OURENSE? 

Es cierto, he tenido taller en muchas ciudades, quizás por esa pulsión que se produce en un momento determinado de empezar de nuevo en un lugar vacío, que al final acaba llenándose y quieres trasladarte a otro. Tengo esta nave desde hace quince años, ya con la idea entonces de venirme, pero todavía tengo trabajos pendientes que me atan a mi taller anterior. Pero a diferencia de las ocasiones anteriores, he montado mi biblioteca. Es el primero que hago a mi medida pensando no tanto en el trabajo sino en lo que verdaderamente me gusta que es leer.

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