En un país como el nuestro en el que el blanco se impone al tinto por abrumadora mayoría en cuatro de las cinco denominaciones de origen y en prácticamente todas las indicaciones geográficas protegidas, la producción de vinos rosados sigue siendo una anécdota. Pero cada vez hay más, empujados por la moda que se extiende, posiblemente desde Francia. Y es que en el mundo del vino, también se cumple con aquel dicho francés de que “cuando París estornuda, toda Europa se acatarra”.
El lector se preguntará, en tierra de blancos, ¿por qué el rosado se asocia al verano, cuando los vinos blancos resultan mucho más frescos y afrutados? Las técnicas vitivinícolas han cambiado mucho y aquellos vinos blancos de 10,5 a 12 grados han desaparecido prácticamente de nuestro mapa. Lo mismo que los tintos ligeros de zonas como el Ribeiro y el Condado, que tan agradables resultaban con unas sardinas asadas.
Hoy día ya no se asocia el vino fresco a su baja graduación alcohólica, sino a la sensación en boca, que tiene mucho que ver con el carácter frutal, la temperatura de servicio y la ligereza con algo de acidez. Los rosados nos descubren el lado más afrutado de variedades tintas como la Mencía, con su sabor casi afresado, o las Sousón y las diferentes Caíño tintas.
El leve color se debe a una fugaz maceración o incluso prensado con los hollejos, sin el raspón, y a que la fermentación se realiza solo con el mosto, como en los blancos, por lo que los taninos y otros componentes que están asociados a los hollejos desaparecen, ofreciendo un trago mucho más ligero. Además, al igual que los blancos, los rosados se sirven fríos, lo que contribuye a generar esa sensación de frescura. Pero ojo, el grado alcohólico no se reduce, salvo que se interrumpa la fermentación para obtener vinos más dulces.
Hoy presentamos siete vinos tranquilos y un espumoso, todos ellos rosados, elaborados con variedades tintas autóctonas, salvo el séptimo, que incluye un pequeño porcentaje de uva blanca, y que nos permiten recorrer las cinco denominaciones gallegas.
