Syd dePalma, alternativo y luminoso

Syd DePalma presenta “El lugar de arder”, un álbum debut en el que dialogan Black Sabbath, King Crimson, Arctic Monkeys, Enrique Morente o Purient en pos de un sonido diferente, producto de una “búsqueda” artística de la que se desencadenan ecos que van de la psicodelia y el metal al flamenco, la world music y el post punk. “Ha sido un trabajo en el que he sentido que estaba extrayendo de la oscuridad cada color que la forma”, explica Milton Castellar, el artista detrás del álter ego de Syd dePalma, sobre una producción que llegó tras un voluntario deseo de introspección tanto artística como personal. Según el mismo Syd dePalma, su proyecto en cuestión “intenta siempre encontrar un equilibrio entre varios elementos, como la luz y la oscuridad, o entre los métodos antiguos y los nuevos de composición y producción. El momento de la búsqueda de un lugar de arder como sensación de un porvenir de un renacer”. “Estoy esperando mi rol / Una nueva lección”, dice la letra de “Cielo quemao”, una canción desde la que Syd dePalma asume su indagación: “He buscado mi lugar / Con el cielo quemao / Y no me vas a encontrar / no me vas a encontrar / en tu suelo tirao”. “La uno”, “De la isla”, “El patio”, “Diurna”, “Amargor”, “Serpientes y palomas”, “Above Andalus” y “Tormentos artificiales” son el resto de los títulos que completan un trabajo discográfico que representa un espacio viscoso entre la psicodelia futurista, la raíz mediterránea, la electrónica orgánica más lisérgica y una suerte de cante de interior. También un trabajo que ofrece una atmósfera melancólica, con aires y recuerdos del pasado, pero con la trascendente revisión de cara a un futuro al que el artista se enfrenta con ánimo de renacer y ascender, como no podía ser de otra manera, a través de sus canciones. Desde la más profunda oscuridad, la apuesta es por una luz pura que no puede faltar en el interior de todas y cada una de las personas, no ya sólo en Syd dePalma. Así, “El lugar de arder” es un viaje en el que hay una clara misión lumínica a caballo de unas texturas de metal psicodélico que dialogan de frente con atmósferas cuasi jazz, un imaginario flamenco y una amalgama de sonoridades que allanan el camino hacia un rock alternativo. Grabado en su mayor parte en el berlinés barrio de Kreuzberg y producido entre la capital alemana y ciudades como Barcelona, Granada y Frankfurt, “El lugar de arder” respira ese imaginario oscurantista europeo, a la vez que la luminosidad ibérica.