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El turismo musical, a punto de cumplir cuarenta años en Galicia

© Hugo Lima | www.facebook.com/hugolimaphotography | www.hugolima.com

No solo de playa, naturaleza y gastronomía vive el sector turístico gallego. Una veintena larga de festivales de música movilizan a decenas de miles de personas que se mueven al ritmo del Pop, el Rock o el Folk por toda la geografía gallega. El fenómeno, comenzó de manera muy rudimentaria con la transición y hoy ya es un próspero negocio.

De aquellos intentos primigenios solo queda en pie el festival de Ortigueira, que inició su andadura en 1978 y llevó a sus escenarios a lo largo de todas estas décadas decenas de grupos y solistas que han escrito con su virtuosismo páginas memorables de la historia de la música folk. Desde Alan Stivel, a Bela Fleck, The Chieftains y, por supuesto, todo el repertorio gallego desde Emilio Cao a Susana Seivane.

Casualmente, el último en incorporarse al catálogo de los festivales gallegos, que suman más de una veintena, es también el primero en el calendario: OurenRock, que nació este pasado mes de junio. En su primera edición apostó por el rock gallego. Sinsal, en la isla de San Simón, en Redondela, apuesta por los valores emergentes, lo que no es óbice para que su aforo se complete cada año. En el contrapunto, Resurrection Fest, en Viveiro, se centra en el Heavy Metal y el Punk y además de un amplísimo repertorio de bandas, que tocaron el pasado fin de semana, su cartel cuenta siempre con primeros espadas de la escena internacional, como Iron Maiden este año o Motorhead en 2015

Música y acampada

Prácticamente todos los festivales de música se celebran fuera de las grandes ciudades. Viveiro, Ortigueira, Caldas de Reis, Malpica de Bergantiños, A Illa de Arousa, Bueu, Boimorto... y todos cuentan con la opción del camping como recurso para acudir al programa completo de conciertos y disfrutar, fuera del horario de los mismos, del entorno en el que se celebran. Aquí, Ortigueira también fue la localidad pionera y la primera que sufrió las consecuencias de una aglomeración de público que quebrantaba la tranquilidad de una villa que, hasta entonces solo contaba con el refuerzo demográfico de un escaso número de turistas.

Alrededor de los festivales, con miles de personas desembarcando en pequeñas poblaciones, la hostelería local y otro tipo de establecimientos ven reforzados sus negocios. La música no solo es un negocio en sí para promotores y grupos, que hoy día viven de sus actuaciones ante los escasos réditos de sus derechos de autor, también para ciudades y villas que han decidido situarse en el mapa que miles de jóvenes y no tan jóvenes siguen cada verano.

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