La ilusión superó a los nervios y el Auditorio Municipal se convirtió en un escenario en el que las sonrisas fueron las grandes protagonistas, en una velada redonda de la que deportistas y acompañantes disfrutaron al máximo durante hora y media
El mejor termómetro para ver cómo va la gala es fijarse en la cara de los niños. Los más pequeños de la ceremonia son los mejores indicadores de que todo va bien. Y así fue. En sus ojos, ilusión. Justo lo que se pretende en la fiesta del deporte ourensano. Objetivo cumplido.
Una mirada que se prolongó durante una hora y media. Los trucos de magia del showman Alberto de Figueiredo, la música de Dúas, la participación del público en los juegos... Todo sirvió para redondear una noche donde deporte y convivencia se dan la mano para ofrecer un espectáculo que los alrededor de 800 asistentes saborearon al máximo.
Hubo alguna lágrima (de alegría), muchas grabaciones de móviles para inmortalizar los mejores momentos, conversaciones, chascarrillos y una sonrisa permanente en el respetable.
Al final, tiempo para reponer fuerzas gracias al cátering y para las últimas fotografías con los ganadores. Fin de fiesta. En doce meses tocará volver a disfrutar. Los deportistas ya están haciendo méritos para, en la edición diecisiete, subir al escenario.
