Ocho generaciones pulpeiras en Verín

Manuel Castro es la octava generación de una familia pulpeira. Regenta el negocio familiar en Verín, parada obligatoria para visitantes y lugar de encuentro de familias y amigos de la comarca. Mientras corta el pulpo con mimo y cariño recuerda como comenzó en esta aventura: “Yo estaba fuera, pero mi padre me animó, y siempre me picó el gusanillo. Desde el 2005 estoy en la pulpería y me encanta, disfruto con ello”, señala el pulpero, quien aún recibe a diario la ayuda y experiencia de su madre, Teresa Castro. Esta familia tiene sus orígenes en Arcos (O Carballiño). “Miña nai con 10 anos xa viña co meu avó en cabalería dende Xinzo a facer as primeiras feiras a Verín”, recuerda Celso Castro, tío de Manuel y cuñado de Teresa. Celso era hijo de Teresa Carrera, la mujer que hace más de 80 años asentó la pulpería en Verín. “Eu era un neno cando estaba a pulpería na rúa Lisa, alí recordo lavar aínda algún polbo, pero eu marchei e non me adiquei a isto, aínda que sempre o levamos no sangue”. Ese camino lo continuó Teresa Castro, cuando se casó con el hijo de Carrera, “Locho”, a los 20 años (1967). “Non foi meu marido quen me meteu o bicho por este mundo, foi a miña sogra. Nada máis volver da lúa de mel xa comecei a axudala na rúa Lisa, anos máis tarde cando viñemos para o local no que estamos hoxe xa me acabei facendo cargo eu. Entre unhas cousas e outras xa van máis de 40 anos de pulpeira, e aquí sigo”. Teresa preparando una ración de pulpo. (Foto: Martiño Pinal). De todos estos años guardan vivencias únicas. “Es que no es solo el restaurante, vamos a un montón de ferias, hacemos eventos como bodas, bautizos, comuniones… si te gusta la hostelería es un trabajo muy bonito”, remarca Manuel, que recuerda desde niño como sus padres y sus abuelos cocían y preparaban el pulpo. Para Teresa, una de las épocas más bonitas que vivió como pulpeira se remonta a los años en los que los días de feria en Verín preparaban el pulpo en un local del Concello al lado de la lonja agropecuaria. “Alí reuníase un montón de xente, as mesas eran enormes e estaba sempre cheo, foi unha época moi, moi bonita”, apunta la verinesa. Celso, en cambio, recuerda el Lázaro de antaño, “cando nos levantabamos ás 7 da mañá e ata as 2 ou 3 da mañá do día seguinte non rematabamos, eso era unha loucura e colaboraba toda a familia”. Entre recuerdos, los tres coinciden en lo mismo, el más especial es, sin duda, la capacidad que tiene este oficio de unir a la familia. Ahora, con el miedo de no lograr llegar a una novena generación, los pulpeiros no pierden la esperanza. Aunque hay candidatos en la familia -pues son muchos-, Teresa confía en que su hijo Manuel le dé un nieto con el mismo entusiasmo que él por el mundo pulpeiro. Y es que, generación tras generación, sienten un profundo orgullo por el rol que les tocó vivir: “De aquí para alá, coa tesoira e o aceite sempre preto, e coa ilusión do primeiro día”, concluye Teresa Castro, quien se sumó a una familia pulpeira con una importante historia detrás: desde los tiempos en los que viajar no era fácil hasta ahora, con todas las comodidades, pero todos ellos con el mismo fin: el cariño por el mundo pulpeiro.