Asuntos globales

Brasil, la democracia amenazada

Los seguidores de Bolsonaro asaltan las instituciones brasileñas (EUROPA PRESS).
photo_camera Los seguidores de Bolsonaro asaltan las instituciones brasileñas (EUROPA PRESS).
La pregunta es ¿cómo acumularon tanta rabia en tan poco tiempo los bolsonaristas?

Bajo el cielo brasileño sopla un espeso viento de miedo y desconfianza. Hay temor de hablar y antes, temor incluso de pensar. Isabela Rocha es una joven arquitecta de treinta años, apasionada de la política que al día siguiente del asalto a los edificios de la plaza de los tres poderes en Brasilia escribió una carta a la “Folha de Sao Paulo, que decía: “Con la elección de Lula pensábamos que habíamos pasado la página del extremismo derechista de Bolsonaro, que todo iba a cambiar, pero la realidad nos está demostrando que no es así. La sombra de Jair Bolsonaro seguirá envenenando de odio el ambiente en un clima de hostilidad y violencia.

El expresidente brasileño Jair Bolsonaro es el gran macho alfa del trumpismo internacional, el cliché más radical del extremismo derechista. Bolsonaro es una copia estridente de Donald Trump. La gran aportación de estos dos caballeros, heraldos de la ley y el orden, es la de haber dividido a sus países en dos bloques enfrentados por el odio profundo. Bolsonaro sigue las pisadas de Trump. Lo acabamos de ver en el asalto de las turbas a la plaza de los tres poderes en Brasilia, siguiendo el modelo que habían inaugurado los trumpistas norteamericanos hace dos años con el violento asalto al Capitolio. Los dos asaltos se hicieron al amparo del mismo slogan: “ Me han robado las elecciones, gritaba Trump lleno de una rabia airada. Lo mismo proclamaron los bolsonaristas el pasado 8 de enero cuando asaltaron el Parlamento de Brasil, el palacio presidencial y el edificio del Tribunal Supremo en el recinto conocido como plaza de los tres poderes, la espectacular obra maestra del arquitecto Oscar Niemeyer. Durante dos o tres horas los asaltantes camparon a sus anchas, festejaban la proeza rompiendo cristales, rasgando cuadros, acuchillando sillones y sofás, vaciando archivos y destrozando, sin piedad, lo que encontraban a su paso.

La pregunta es ¿cómo acumularon tanta rabia en tan poco tiempo los bolsonaristas?. Uno de los principios básicos de la democracia, el más básico de todos es: reconocer la victoria del oponente, lo que equivale a admitir la propia derrota. Cosa que Trump y Bolsonaro no hicieron. Trump, aún sigue proclamando, que le robaron la victoria. Bolsonaro se marchó a los Unidos para evitar ponerle la banda presidencial a Lula. Desde que se anunciaron los resultados de las elecciones presidenciales, evitó reconocer la derrota y no soltó palabras, ni gestos que admitiendo que Lula había ganado.

Lo que ocurrió en el tumultuoso asalto del pasado día 8 de enero, no se debió a una falta de medios, ni a la incompetencia de la policía. Las fuerzas del orden brasileñas tienen experiencia en el manejo y control de masas como demuestran cada año en las explosivas fiestas del carnaval y cada semana en los enfrentamientos de los equipos de futbol. Todo lo que ha sucedido ha sido construido, premeditado, permitido, autorizado y deseado por altos cargos de la policía.

Es cierto que las responsabilidades, en ocasiones, son difíciles de establecer dada la complejidad de la arquitectura de las policías brasileñas. La policía federal (PF) equivalente al FBI norteamericano y la policía de carreteras (PRF) están bajo las órdenes del gobierno federal, mientras que la policía militar (PM) encargada de mantener el orden y que cuenta con 500.000 agentes depende de los 27 gobernadores de los 27 estados de la federación brasileña. La policía militar de Brasilia era la responsable de controlar el orden público. Cuenta con 10.000 hombres con ese objetivo. Desde que los bolsonaristas empezaron la marcha sobre la capital, los servicios de inteligencia de l´ABIN trasmitieron a las autoridades su preocupación por los movimientos de autobuses en todo el país y por las calles de Brasilia. Los golpistas no ocultaban sus intenciones de ocupar la plaza de los tres poderes, los gritaban con entusiasmo. El gobernador de Brasilia, Ibaneis Rocha ( bolsonarista, ahora depuesto y detenido) no mostró ninguna preocupación cuando el ministro de justicia del reciente gobierno de Lula, Flavio Dino, le advirtió de lo que estaba ocurriendo. Se limitaba a decirle que todo estaba bajo control. Al ver como iban creciendo los movimientos tumultuarios, Flavio Dino, muy preocupado, llamó dos veces más al gobernador Rocha pidiéndole que bloqueara el acceso a la plaza de los tres poderes. Rehusó hacerlo porque simpatizaba con los asaltantes, asegurando que se trataba de una manifestación totalmente pacífica y tranquila. Una visión contraria a lo que estaba sucediendo dentro de los edificios oficiales. Los únicos tranquilos eran los policías encargados de mantener el orden que en vez de impedir el acceso se limitaban a tomarse selfies con los asaltantes. Según la mayoría de los analistas, este comportamiento policial se debe a que la policía es el gran cañamazo de votantes de Bolsonaro.

Steve Bannon, ex consejero de estrategia de Trump, furioso ideólogo de la extrema derecha, llamó a Bolsonaro para que no reconociera la victoria de Lula. Pocos días después de los comicios brasileños celebrados en Brasil, Steve Bannon escribió en la red ultraderechista norteamericana Gettr: “Lula robó las elecciones y los brasileños lo saben”.

Steve Bannon desde hace años ha sido el padrino de las estrechas relaciones entre la familia Trump y la de Bolsonaro. El pasado 23 de noviembre, hace apenas dos meses, el expresidente Trump recibió calurosamente en su residencia de Mar a Lago en Florida a Eduardo Bolsonaro, el tercer hijo del expresidente brasileño y el más activo en los círculos de la extrema derecha.

Eduardo también se encontró en Florida varias veces con el ultra radical, Jason Miller, patrón de la red Gettr, donde suele escribir Steve Bannon. En los últimos años, Bannon ha desarrollado un apasionado trabajo en Brasil donde veía un ecosistema favorable al populismo ultraconservador inaugurado por Trump en USA.

De momento la firme decisión de Lula de frenar a los golpistas ha tenido éxito y la decisión del Tribunal Supremo y la Fiscalía de investigar el papel de Bolsonaro en la intentona golpista puede contribuir a consolidar la democracia en el país, aunque durante un tiempo permanecerá, la desconfianza. Veremos.

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