Asuntos globales

La caótica herencia internacional de Trump

Donald Trump con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un.
photo_camera Donald Trump con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un.
El “America First” resume el pensamiento nacionalista con fangos fascistas que reside en el subsuelo ideológico de toda la extrema derecha

Hoy, a tres días del cambio de inquilino en la Casa Blanca, no voy a ocuparme de las tensiones, ni del remolino de odios y nervios provocados por los neuróticos y enloquecidos movimientos de Trump desde el día que perdió las elecciones. Durante sus cuatro años presidenciales se movió como un elefante en una tienda de porcelanas. El Congreso de los Estados Unidos ha puesto en marcha el “empeachement” por su responsabilidad en el asalto al Capitolio de sus furiosos seguidores. En este artículo quiero centrarme en la caótica herencia que deja en el paisaje de las relaciones internacionales. Montó su disparatada política internacional sobre el eslogan “America First”, América lo primero, que declaraba un rechazo frontal a todo lo que oliera a multilateralismo humanista. El “America First” resume el pensamiento nacionalista con fangos fascistas que reside en el subsuelo ideológico de toda la extrema derecha, a lo que se añade la efervescencia mental del monstruoso ego de Trump. 

El aislacionismo como eje ideológico lo llevó a la práctica de una manera aguda y contradictoria, a través de una diplomacia errática que daba bandazos según los estados de ánimo del presidente en cada momento. Desde su móvil modulaba el mundo según el estado de ánimo con que se levantara. Un ejemplo palpable fueron las relaciones con el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un. Los dos mandatarios se enviaron mensajes donde se intercambiaban amenazas apocalípticas de destrucción mutua por fuego atómico y sonrientes guiños cargados de halagos y gestos amistosos. Tal para cual. Locoides ambos. Nos acostábamos temerosos de un conflicto atómico y nos despertábamos con el anuncio de una sonrosada aurora boreal.

Sabotaje a las alianzas

Desde el principio, Trump se dedicó a sabotear de manera sistemática la estructura de las sólidas y tradicionales alianzas de los Estados Unidos con la Unión Europea, comenzando por una de las más fundamentales de todas: la OTAN. Abandonó el Consejo de los Derechos del Hombre de la ONU y en 2018 rompió con la OMS, Organización Mundial de la Salud. El abandonó de estas dos últimas organizaciones facilitó el ingreso de China en ambas, lo que supuso una mayor presencia de la gran potencia asiática en el escenario internacional. El peso de los Estados Unidos con su “America First” ha perdido peso en la era Trump y a Biden le espera un trabajo hábil y sutil para adecuar las relaciones internacionales a la nueva época. Tampoco puede volver a los tiempos de Obama, cuando él era vicepresidente. El mundo ha cambiado, el epicentro de la economía mundial se trasladó del Atlántico al Pacífico. Algunos de los golpes de timón de Trump serán muy difíciles de enderezar, otros tendrán mejor arreglo. Estados Unidos se ha convertido en un laberinto espantoso después de los cuatro años que terminan a causa de las obsesiones de Trump, convirtiendo el país en aliado de los peores regímenes del mundo. América ha dado de manera ostensible y provocadora la espalda a Europa. Ya nadie ve en América un faro de orientación para el mundo. Trump la retiró de los acuerdos de París sobre el cambio climático, es un negacionista frente a uno de los principales desafíos que tiene nuestro planeta, rompió el acuerdo nuclear con Irán y en medio de la desoladora pandemia del coronavirus sigue fuera de la Organización Mundial de la Salud. No le importan las decenas de miles de muertes que ha causado y sigue causando el coronavirus. En sus mítines electorales los asistentes no llevaban mascarillas y en las ciudades por donde pasaba iba dejando un reguero de contagiados. Vimos como los enloquecidos asaltantes del Congreso tampoco la llevaban. Es el peor país del mundo en el modo de abordar la pandemia, a pesar de contar con los mejores virólogos. 

Poco tiempo después de tomar posesión de la Casa Blanca empezó a mostrar con aspavientos y palabras su aversión a la Unión Europea, consideraba que era un artefacto al servicio de los intereses políticos y económicos de Alemania, por eso manifestó su entusiasmo por los resultados del referéndum del Brexit diciendo que el Reino Unido tenía razones sólidas para salir. Alentó los nacionalismos autoritarios y antidemocráticos de los regímenes de Hungría y Polonia porque debilitaban el rostro democrático de la Unión Europa. Ha soplado los populismos de la extrema derecha allí donde iban apareciendo, en España tenemos un ejemplo palpable. Ha dejado de ser el paraguas amigo de la defensa europea, pero también saltó a la yugular económica del viejo continente desatando una guerra comercial contra los europeos cargando con aranceles desproporcionados la importación de nuestros productos. 

Destruir Europa

Siempre trató de destruir Europa de distintas maneras; miró para otro lado con ojos de mármol frente a las provocaciones de Turquía a sus aliados franceses y griegos. En Relación con Oriente Medio primero hizo un repliegue aislacionista de la presencia militar en ciertas zonas de esa geografía dejándoles el campo libre a otros actores regionales como Turquía y Rusia en Siria. El primer repliegue se transformó después en un despliegue a la carta, cargado de contradicciones. Sus obsesiones eran Irán e Israel por motivos opuestos. Rompió los acuerdos nucleares firmados con Irán por su predecesor Barak Obama e impuso nuevas sanciones económicas a los iraníes y articuló una amalgama de alianzas formada por Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait e Israel. Para añadir tensión en una geografía tan conflictiva, hace un año ordenó un ataque relámpago contra Irán asesinando al popular y carismático general Qasen Soleimani, desatando oleadas de odio en el país contra los Estados Unidos. Se volcó con Israel olvidando totalmente la causa palestina, trasladó la embajada de Tel Aviv a Jerusalén, apoyó los asentamientos judíos en los territorios bajo mando de la Autoridad Palestina así como la anexión del Golán. Este frágil tejido de cristal está muy lejos de resolver el enconado conflicto Israel palestino, puede romperse en cualquier momento.

Poco después de entrar en la Casa Blanca, Trump anunció desde todos los púlpitos mediáticos que montaría un nuevo tipo de relaciones con China, desplegando sus habilidades y su carisma en el “arte de negociar”. Se creía un seductor irresistible. En el 2017 recibió al presidente chino Xi Jinping con los máximos honores y halagos en su fastuosa mansión de Florida. A lo largo de tres años le perfumó con toda clase de inciensos, al tiempo que aumentaba los impuestos sobre los productos provenientes de China. Nunca le preocuparon a Trump los atropellos y las represiones llevadas a cabo por los dirigentes de Pekín contra los aigures, una etnia que vive en las regiones del noroeste del país. Se trata de una comunidad de 12 millones de personas, la mayoría de religión musulmana sunnita martirizada por el despotismo chino con un refinamiento atroz. Tampoco denunció las represiones contra los manifestantes demócratas de Hong Kong. Hasta primeros de marzo de este año los vientos soplaban a favor, incluso llegó a decir que los chinos hacían un buen trabajo en la lucha contra el coronavirus, pero cuando el virus llegó con sus efectos devastadores a América, sus asesores advirtieron a Trump que podía estar en juego su reelección si seguía perfumando de adjetivos al líder de Pekín. De la noche a la mañana soltó a sus halcones para que atacaran a China en todos los frentes, una tempestad peor que la de Filomena desatando una despiadada tormenta de acusaciones. Ordenó una ruptura acelerada entre las dos economías, prohibió comerciar con medio centenar de sociedades chinas culpables de quebrantar los derechos humanos, sanciones contra los dirigentes culpables de la represión contra los aigures y hongconeses, cerró varios consulados y envió varios portaviones a los mares del Sur, promocionó la venta de armas a Taiwan y aumentó las relaciones con el régimen de Taipeh. El enfrentamiento es total y las balas son abundantes. Biden podrá cambiar las formas, pero no podrá variar mucho el fondo de este desafío.

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