El funeral por el expresidente sudafricano y premio Nobel de la Paz Nelson Mandela se convirtió en una inmensa fiesta de cánticos y bailes de sus conciudadanos, que se vieron arropados por numerosos líderes mundiales.

Despedida de cánticos y bailes

Un grupo de sudafricanos, en el funeral en Johannesburgo. (Foto: ANONIO SILVA)
Decenas de miles de sudafricanos rindieron ayer tributo al expresidente Nelson Mandela en el estadio FNB de Soweto, a pesar de la intensa lluvia que caía sobre Johannesburgo. Pero el mal tiempo que desde primeras horas de la mañana reinó en Johannesburgo y las dificultades de transporte hicieron que no se llenaran las más 90.000 sillas del estadio, que en su momento de mayor afluencia apenas tenía cubiertas tres cuartas partes de las localidades.
El ánimo y la alegría con que los primeros en llegar ocuparon sus localidades hacían vaticinar una formidable fiesta popular, cuyos mejores momentos se vivieron antes de que el acto se abriera oficialmente. Protegida del agua que seguía cayendo por la visera del estadio, la multitud que ocupaba la parte superior de uno de los fondos cantaba y bailaba al unísono a medida que decenas de jefes de Estado y de Gobierno de todo el mundo llegaban al recinto para asistir al funeral.

'Nelson Mandela, no hay ninguno como tú', entonaba la masa en zulú, convirtiendo las tribunas en una rítmica marea humana en recuerdo del padre de la Sudáfrica libre y multiétnica. Carteles con retratos suyos compartían protagonismo con las banderas de Sudáfrica en las gradas, adornadas también por vistosos atuendos tradicionales y vestidos africanos con los colores verde, amarillo y negro del Congreso Nacional Africano (CNA) que lideró Mandela.

Como en las vigilias de las últimas noches en el antiguo gueto negro de Soweto, se cantó la 'Shosholoza', himno de los mineros del sur de África que no falta en ninguna de las grandes citas colectivas de Sudáfrica. Mientras se seguían ocupando asientos, la llegada de la familia de Mandela al estadio encendió las tribunas. El público aclamó sonoramente a su viuda, la mozambiqueña Graça Machel, cuando los marcadores ofrecieron su imagen entrando al recinto, con la cabeza cubierta por un pañuelo negro.

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